sábado, 2 de julio de 2016

Dictan condena contra 28 personas en el caso de Marta Ugarte: el crimen que El Mercurio trató de cubrir.



 
Dictan condena contra 28 personas en el caso de Marta Ugarte: 
el crimen que El Mercurio trató de cubrir. El Mostrador 30 junio 2016
Dictan condena contra 28 personas en el caso de Marta Ugarte: el crimen que El Mercurio trató de cubrir
En el aspecto civil, el fallo condena al Estado de Chile a pagar una indemnización, por concepto de daño moral, de $100.000.000 a Hilda y Berta Ugarte Román, hermanas de la víctima. El diario escribió en 1976 que la mujer de 42 años había sido víctima de un crimen pasional, tal como difundieron los servicios de inteligencia de la época. El ministro en visita extraordinaria para causas por violaciones a los derechos humanos de la Corte de Apelaciones de Santiago, Miguel Vázquez Plaza, dictó sentencia de primera instancia en la investigación por el secuestro y homicidio calificado de Marta Ugarte Román, cuyo cuerpo apareció en la playa La Ballena, sector de Los Molles, el 12 de septiembre de 1976. 

El cadáver de la profesora militante del Partido Comunista fue lanzado al mar desde una aeronave y apareció en la playa de Los Molles a 182 kilómetros de Santiago. Había sido detenida y confinada en Villa Grimaldi, donde murió víctima de las torturas a las que fue sometida por personal de la DINA. Tenía 42 años.

Sin embargo, la prensa de la época, tal como se relata en el documental El Diario de Agustín (2008) consignó el hecho como un crimen pasional. Los periódicos El Mercurio, La Tercera y La Segunda describieron a la víctima como una bella joven, muerta producto de un crimen pasional. La periodista que redactó la nota de prensa para El Mercurio, Beatriz Undurraga, fue entrevistada en dicho documental, afirmando que calificó de «joven» a la víctima porque así le había parecido al encontrar su cuerpo, que en realidad estaba muy delgado. No obstante, su nota de prensa, al igual que las de los demás periódicos, establecía específicamente que la edad de la víctima era de 23 años.

En la resolución judicial el ministro Vázquez dictó condena en contra de los siguientes 28 agentes de Estado por su responsabilidad en los delitos perpetrados entre agosto y septiembre de 1976:

-Carlos José López Tapia: 12 años de presidio, además a las accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena; y al pago de las costas de la causa, en calidad de autor del delito de homicidio calificado.

-Ricardo Víctor Lawrence Mires: 12 años de presidio, además a las accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena; y al pago de las costas de la causa, como autor del delito de homicidio calificado. Además deberá purgar 4 años de presidio como autor del delito de secuestro simple.

-Heriberto del Carmen Acevedo y Claudio Enrique Pacheco Fernández: 10 años y un día de presidio, además a las accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena; y al pago de las costas de la causa, como coautores del delito de homicidio calificado. Además, deberán cumplir 2 años de presidio como autores del delito de secuestro simple.

-Emilio Hernán Troncoso Vivallos: 5 años y un día de presidio, además a las accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena; y al pago de las costas de la causa, como coautor del delito de homicidio calificado. Además, un año de presidio como autor del delito de secuestro simple.

-Carlos Gregorio Evaristo Mardones Díaz: 8 años de presidio, además a las accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena; y al pago de las costas de la causa, como cómplice del delito de homicidio calificado.

-Antonio Palomo Contreras y Luis Felipe Polanco Gallardo: 5 años de presidio, además a las accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena; y al pago de las costas de la causa, como encubridores del delito de homicidio calificado.

-Pedro Octavio Espinoza Bravo: 4 años de presidio, además a las accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para derechos políticos y la inhabilitación absoluta para cargos y oficios públicos mientras dure la condena; y al pago de las costas de la causa, como autor del delito de secuestro simple.

-Eugenio Jesús Fieldhouse Chávez, Pedro Mora Villanueva, José Alfonso Ojeda Obando, Juvenal Alfonso Piña Garrido, Víctor Manuel Álvarez Droguett, José Mario Friz Esparza, Pedro Segundo Bitterlich Jaramillo, Orlando del Tránsito Altamirano Sanhueza, Eduardo Patricio Cabezas Mardones, Jorge Iván Díaz Radulovich, Guillermo Eduardo Díaz Ramírez, Orlando Jesús Torrejón Gatica, Carlos Enrique Miranda Mesa y Carlos Eusebio López Inostroza: un año de presidio, además a las accesorias legales de suspensión de cargo u oficio público mientras dure la condena; y al pago de las costas de la causa, como coautores del delito de secuestro simple.

-José Javier Soto Torres, Jerónimo del Carmen Neira Méndez, Roberto Hernán Rodríguez Manquel,Leónidas Emiliano Méndez Moreno y José Domingo Seco Alarcón: 61 días de prisión, además a las accesorias legales de suspensión de cargo u oficio público mientras dure la condena; y al pago de las costas de la causa, como cómplices del delito de secuestro simple.

En tanto, los agentes Jorge Segundo Madariaga Acevedo, José Nelson Fuentealba Saldías, Hugo Hernán Clavería Leiva, Raúl Alberto Soto Pérez y Juan Carlos Escobar Valenzuela fueron absueltos por falta de participación en los hechos.

En el aspecto civil, el fallo condena al Estado de Chile a pagar una indemnización, por concepto de daño moral, de $100.000.000 (cien millones de pesos) a Hilda y Berta Ugarte Román, hermanas de la víctima.

En la etapa de investigación, el ministro Vázquez logró acreditar los siguiente hechos:

1.- Que Marta Lidia Ugarte Román fue militante del Partido Comunista de Chile y miembro del Comité Central de esa colectividad, desempeñándose en la organización del Partido, durante el año 1976.

2.- Que, como consecuencia del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, pasó a la clandestinidad por ser buscada por los servicios de inteligencia, la que vivió junto a Elvira Solari Ahumada, en el domicilio de Callejón Lo Ovalle N° 908 de la comuna de La Cisterna, lugar donde estaba residiendo desde el citado mes de septiembre de 1973, por razones de seguridad, atendida su militancia política.

3.- Que, el día 9 de agosto de 1976, Marta Ugarte Román salió del domicilio de Callejón Lo Ovalle, alrededor de las 15:00 horas, con dirección a la consulta del doctor Iván Insunza, ubicado en Vicuña Mackenna, para atenderse de una infección en su pierna, producto de una mordida de perro, encontrándose en el trayecto con Héctor Acela, ya fallecido, con quién caminó por Avenida Vicuña Mackenna en dirección a Avenida Matta, el que la advirtió, que en el sector se veía algo extraño y parecía estar vigilado, insistiendo ella, en continuar su camino, sin saber que el doctor Iván Insunza, ya había sido detenido con anterioridad, por los servicios de inteligencia.

4.- Que, agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), pertenecientes a la Brigada Purén cuyo objetivo inmediato era el seguimiento, ubicación y detención de militantes del Partido Comunista, sin que existiera orden alguna, procedieron a su detención, en la consulta del Dr. Insunza, el que había sido detenido con anterioridad por su filiación comunista, oficina que estaba siendo vigilada por los organismos de seguridad; luego fue trasladada al centro de detención clandestino de dicho organismo, conocido como Villa Grimaldi o Terranova, donde se le mantuvo privada de libertad, interrogada y sometida a apremios físicos, siendo reconocida e identificada, por otros detenidos, que en aquella época se encontraban en el mismo lugar.

5.- Que, las autoridades políticas de la época, perteneciente al Ministerio del Interior y, de la propia DINA, negaron oficialmente la detención de Marta Ugarte Román y conocer su paradero.

6.- Que, encontrándose privada de libertad, fue sacada a la calle por agentes, a fin de identificar a otros militantes y partidarios del Partido Comunista, siendo vista en uno de esos operativos, en una morada de calle Constitución, de la comuna de Santiago, lugar donde se realizaban reuniones de partido.

7.- Que, aproximadamente el 9 de septiembre de 1976, Marta Ugarte Román fue trasladada junto a otros detenidos, desde el recinto Villa Grimaldi a la localidad de Peldehue, por agentes operativos de la DINA, lugar donde se le dio muerte, siendo cubierto su cuerpo con un saco y amarrada con alambre en su cuello, luego fue subida a un helicóptero Puma del Comando de Aviación del Ejército, cuya tripulación estaba constituida por un piloto, copiloto, un mecánico tripulante y un agente operativo de la DINA, aeronave que se elevó con destino a la costa, adentrándose en el mar, para enseguida desde la altura, lanzar su cuerpo en alta mar.

8.- Que, el 12 de septiembre de 1976, en la playa La Ballena, de la localidad de Los Molles, el cuerpo de Marta Lidia Ugarte Román, fue encontrado sin vida, por Marcel Dupré David, presentando sólo un trozo de tela y uno de alambre amarrado a su cuello, el que estaba cercenado y con signos claros de haber recibido apremios físicos, además, presentaba signos de pinchaduras en sus brazos, cadáver que fue trasladado al hospital de la Ligua y luego al Servicio Médico Legal de Santiago, para las autopsias correspondientes. El primer informe de fecha 14 de septiembre de 1976, concluyó una muerte violenta en circunstancia de tipo homicida, donde la causa directa de muerte, fue politraumatismo y luxofractura de columna, el 9 de septiembre de 1976; la segunda pericia, de 22 de octubre de 1976, concluyó que la causa de muerte fue por un traumatismo tóracoabdómino-pelviano, cuya ampliación de 22 febrero de 2010, determinó que el evento final, que la llevó a la muerte fue la asfixia por el estrangulamiento con alambre.

9.- Que, el Comando de Aviación del Ejército, tenía en el aeródromo Tobalaba su centro de operaciones, entre otros, de vuelo de los Helicópteros Puma, de mayor capacidad de vuelo y transporte, para cuyo desplazamiento se requería de autorizaciones de las más altas autoridades del Ejército, ya que para ello debía destinar al menos, con anticipación, los pilotos, copilotos y mecánicos que debían formar la tripulación de vuelo. Naves, que fueron usadas institucional y regularmente, en concomitancia con la DINA, durante varios años, para eliminar cuerpos de personas detenidas en los distintos centros de detención de dicho organismo, los que eran llevados directamente al aeródromo Tobalaba o llevados al Regimiento Peldehue, para luego emprender vuelo hasta alta mar, donde eran lanzados al océano.

viernes, 1 de julio de 2016

Acerca de Palabras a los Intelectuales, 55 años después

Por: Fernando Martínez Heredia. Cuba, Cultura, Fidel Castro Ruz, Matanzas, Playa Girón, Socialismo. 29 junio 2016. Fidel Castro durante el discurso conocido como Palabras a los intelectuales”.

Me preocupa mucho que la circunstancia de la cual es hija Palabras a los intelectuales [1] haya sido olvidada. Fue el 30 de junio, en pleno verano de aquel 1961, cuando salieron legalmente por el aeropuerto hacia Estados Unidos casi sesenta mil personas en tres meses. Es decir, un sector que podía viajar en avión se marchó, horrorizado ante la victoria de los revolucionarios en Girón. El desfile de las unidades de milicianos y rebeldes del 1º de Mayo –con artillería y tanques– duró desde el amanecer hasta la noche. Una semana después, fue nacionalizada toda la educación en el país. La fiebre producida por los hechos recientes se alimentaba de dos años y medio de acontecimientos trascendentes casi diarios. Por ejemplo, la administración de las grandes rotativas había pasado a la Imprenta Nacional de Cuba desde marzo de 1960; entre mayo de ese año y los inicios de 1961 desapareció o fue nacionalizada la mayoría de los medios de comunicación, que eran de propiedad privada.

La prensa de la ciudad de La Habana poseía una riqueza y una diversidad extraordinarias. Empresas privadas publicaban más de una docena de diarios nacionales, varios de ellos con decenas de páginas y secciones en rotograbado, y otros más pequeños pero muy ágiles. Estaban llenos de informaciones, reportajes, crónicas, secciones, comics. En las ciudades y pueblos de la isla había un gran número de diarios. Entre las revistas, la semanal Bohemia tenía una gran calidad, era la más leída e influyente y la más importante de su tipo; circulaba de México a Venezuela, y llegaba a Buenos Aires. Bohemia había sido sistemática opositora a la dictadura. No debemos olvidar que el consumo de esos medios era, con mucho, la actividad intelectual más extendida e importante de la mayoría de la población, de escolaridad precaria y muy poco consumidora de libros.

Aquel medio de tanta amplitud y alcance tenía a su cargo tareas principales de socialización de la palabra escrita y hablada, esta última a través de un formidable conjunto de emisoras radiales, nacionales y regionales, que gozaba de una audiencia y una influencia descomunales. La novedosa televisión, pionera en América Latina, abría otra fuente de consumo cultural con imágenes en uno de los países del mundo con mayor asistencia de la población al cine. Llegaba a todo el país y avanzaba en numerosos terrenos a una velocidad impresionante. Los medios cumplían funciones de la mayor importancia para el equilibrio tan complejo que implicó la reformulación de la hegemonía de la dominación después de 1935, durante la segunda república. La libertad de expresión tan amplia que existía era, a la vez, una gran conquista ciudadana y un instrumento delicado de manipulación de la opinión y de desmontaje de resistencias y rebeldías.

Pero desde enero de 1959 estaban cambiando los sentimientos y las ideas, las motivaciones y los actos, en todas las esferas públicas, cada vez con más fuerza, extensión y profundidad. El universo de los medios –como le llamaríamos ahora– tenía que transformarse a fondo, como tantos otros campos de la sociedad. Durante su vertiginoso proceso de eventos y cambios, la Revolución trabajó con los medios que existían y con los que ella misma fue creando, en el curso de contradicciones y conflictos crecientes. La intensificación de los enfrentamientos apresuró la crisis y el final de aquel sistema, mediante la expropiación de casi todas las empresas privadas de medios de comunicación. El Estado cubano se hizo cargo de ellas.

¿Cómo ilustrar la trascendencia de esos hechos? En los días de “Palabras a los intelectuales” habían desaparecido, al mismo tiempo, el mundo empresarial en una actividad especializada que en Cuba contaba con más de siglo y medio de existencia, y un proceso de libertades de expresión de tipo capitalista que había comenzado ochenta años antes, en la última etapa del régimen colonial. El periodismo de las dos últimas décadas del siglo XIX contó con un mar de publicaciones, que creció mucho en la primera república. Desde 1922 se incorporó un nuevo medio, la radio.

Aquella época terminó en 1960-1961. No hay que confundirse: cierto número de medios siguió existiendo, y buena parte de sus trabajadores continuaron en ellos. La nacionalización de los medios es el hecho histórico general; la vida, el contenido y otras muchas cuestiones de los medios en los años que siguieron a aquella configuran otros hechos en un marco más concreto, con sus cambios y permanencias. Además, cabían las excepciones. Por ejemplo, en La Habana la emisora COCO, “el periódico del Aire”, de Guido García Inclán –un periodista que tenía un gran prestigio cívico–, continuó diciendo más o menos lo que le daba la gana durante varios años más. El diario El Mundo, nacido con el siglo, una empresa moderna y muy notable en el periodismo cubano durante la primera república, fue mantenido como entidad independiente por la Revolución, ahora en manos de antiguos activistas católicos, patriotas revolucionarios. Allí tenía una sección el sacerdote Carlos Manuel de Céspedes, y recuerdo una polémica fraternal que sostuvo con el joven profesor de marxismo Aurelio Alonso, acerca del origen de la vida. El Mundo fue destruido por un acto de sabotaje en 1969.

Opino que al periodizar la historia de los medios de comunicación durante la Revolución nos encontramos una primera etapa de poco más de dos años y una segunda que dura diez años, hasta inicios de los años setenta, coincidiendo su final con otro que es general, el de la primera etapa de la Revolución en el poder.

Durante aquellos tres años del 59 al 61, la gente se fue apoderando de su país: empresas, escuelas, tierras, bancos. Y reivindicaron su condición humana, su dignidad, su ciudadanía y su esperanza. La riqueza social comenzaba a ser repartida entre los miembros de la sociedad. Pero todo era muy complicado y difícil. Por ejemplo, en un momento dado amenazaron quebrarse las relaciones entre la ciudad y el campo, algo imprescindible para que se pueda vivir en ciudades. Se rompieron para siempre las relaciones de subordinación que habían regido las vidas de la gente de abajo, las mujeres, los jornaleros, los obreros, los negros, los desempleados. No hay manera de describir bien cuántos significados tuvo eso. Un orden social es una maquinaria muy compleja, gigantesca, pero con mecanismos delicadísimos en los que basa su funcionamiento, su reproducción, su manejo de las contradicciones y los conflictos, y el consenso de las mayorías a ser dominadas y vivir del modo en que vive cada clase y cada sector.

Aquel orden se fue desbaratando al mismo tiempo que era identificado y repudiado por las mayorías, y en 1961 ya estaba aplastado y era despreciado. La Revolución reunía en su cauce tremendo victorias inigualables, necesidades sin cuento, urgencias graves, desórdenes y disciplina, dolorosos desgarramientos íntimos y familiares, desbarajuste de las estructuras y organizaciones, desafíos mortales, un descomunal sentido histórico y un hambre insaciable de personas capaces.

La batalla de Girón fue el gran triunfo del pueblo entero liberado y armado. A veces el artista resulta más capaz de hacer síntesis –y más acertado– que el científico social, como cuando Sara González canta: “¡nuestra primera victoria, nuestra primera victoria!”. Para la clase alta y amplios sectores de clase media fue, tenía que ser, el certificado de su derrota. Su respuesta más socorrida fue con los pies. Entre ellos se marcharon la mitad de los médicos y un gran número de profesionales y de técnicos. El pueblo en revolución vivía en eterna tensión, cambiaban las relaciones sociales y las ideas que las personas tenían sobre ellas, se tomaban decisiones y se realizaban esfuerzos que hubieran sido impensables tres años antes. Desde 1960 existían bandas contrarrevolucionarias en el Escambray y otros lugares del país; en su mayoría era gente de pueblo que peleaba contra la revolución que pudo haber sido su revolución. Algunos ponían bombas en La Habana, provocaban incendios, asesinaban milicianos. Es decir, se desplegaba ante todos el correlato inevitable del poder popular: la virulencia de la lucha de clases.

Como todos saben, el imperialismo norteamericano ha sido el protagonista principal de la contrarrevolución, desde el inicio hasta hoy, con saña criminal y con método, combinados. Lo ha hecho contra la más elemental decencia, y a veces también contra su propia eficiencia. El pueblo de Cuba lo sabe y no lo olvida, porque ha vivido y sufrido todo este proceso. Después de Girón, Estados Unidos decidió que para derrocar a la Revolución cubana sería necesaria una escalada de agresiones múltiples, y de ser necesario forzar la decisión mediante la agresión directa, con sus fuerzas armadas. Una cantidad enorme de jóvenes cubanos con buenas cualidades tuvo que dedicarse a la defensa del país. Se multiplicaron las escuelas militares, muchos batallones de milicias se convirtieron en unidades militares y se crearon los tres ejércitos. Lo fundamental para la Revolución durante la primera mitad de los años sesenta fue la defensa, aunque al mismo tiempo se realizaron las tareas más asombrosas en otros terrenos.

La declaración de que la revolución era socialista y democrática, de los humildes, por los humildes y para los humildes, se la hizo Fidel en la calle a una multitud armada. Todos cantaron a continuación el Himno Nacional y se dio la orden a todos de regresar a sus unidades militares. La primera orden del socialismo cubano fue: “marchemos a nuestros respectivos batallones”.

El proceso revolucionario era el centro de la vida intelectual del país en 1961. En junio ya la Revolución controlaba directamente todo el sistema escolar y todos los medios de comunicación, y se planteaba la necesidad de transformar la Universidad; seis meses después se promulgó la ley de reforma universitaria. Al tiempo que la Revolución derrotaba a la invasión de Girón, los alfabetizadores invadían a Cuba entera, hasta el último rincón. El mayor y más trascendente hecho intelectual de 1961 fue la Campaña de Alfabetización. Fue un acontecimiento intelectual y político incomparable por su contenido, su alcance transformador y su trascendencia. La alfabetización puso a una enorme parte de la población cubana en posesión de la palabra escrita, enriqueciendo así en un grado muy alto su condición humana, su socialización y sus capacidades, y multiplicó los actores revolucionarios capaces de comprender mejor lo que sucedía, el sentido de su lucha y las razones de su causa, y de participar en las discusiones, las ideas y el proyecto de la Revolución.

Los protagonistas intelectuales de 1961 fueron las decenas de miles de muchachas y muchachos alfabetizadores. Los héroes intelectuales del año 61 se llaman Conrado Benítez y Manuel Ascunce, y la canción de tema intelectual más importante comienza así: “Somos la Brigada Conrado Benítez / somos la vanguardia de la Revolución…”

Ese era el país y esa era la coyuntura cuando se celebraron las reuniones de intelectuales en la Biblioteca Nacional. Me extendí tanto porque me parece necesario. Las artes tienen una importancia excepcional en las sociedades, por su naturaleza, su valor y sus significados para las personas y sus funciones sociales, pero es imposible entender nada de las artes si no se sitúan en sus condicionamientos, en cada caso determinado históricamente. En aquel verano en que sucedían tantas cosas, la Revolución pretendía crear y desarrollar sus instituciones políticas, estatales y sociales. Cuba socialista necesitaba una asociación que reuniera a los escritores y artistas, un partido político de la Revolución, un aparato estatal apropiado, una asociación de agricultores y otras muchas instituciones. Por eso me falta todavía mencionar un condicionamiento de aquellas reuniones.

Desde el triunfo de enero de 1959, la unidad política se fue situando en el centro de la estrategia de Fidel, en dos planos: la unidad del pueblo y la de los revolucionarios. La primera tuvo como base original la identificación masiva con el Ejército Rebelde, el máximo líder y el movimiento revolucionario. Entre 1959 y 1961, esa base se amplió una y otra vez, al mismo tiempo que se definía y cambiaban aspectos de su contenido y su composición, según se iba desplegando la revolución socialista de liberación nacional iniciada el 1º de enero. El pueblo del 61 no es igual al pueblo del 59.

La unidad de los revolucionarios tuvo su prólogo en los meses finales de la guerra, alrededor del polo que estaba próximo a obtener la victoria. En el curso de 1960 fue definida como unidad entre el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular. Fidel había completado su liderazgo y era el máximo referente popular, el eje, el símbolo, el principal impulsor y el jefe de ambas instancias de la unidad. En medio de esa coyuntura ganó mucha fuerza la idea –que pecó, a mi juicio, de apresuramiento– de que era necesario tener un partido político de la Revolución que, además de expresar la unidad, tuviera una estructura muy definida y unas funciones importantes. Ese partido debía salir de una instancia recién fundada, las Organizaciones Revolucionarias Integradas, que la gente llamó “la ORI”.

Pero las ORI no supieron expresar la vocación y los logros de unidad entre los revolucionarios, porque se convirtieron en el instrumento de un grupo sectario y ambicioso que pretendió, en pleno Caribe, expropiar la revolución popular y convertir al país en una “democracia popular” como las que dirigía la URSS en Europa. El desvío del rumbo revolucionario y los malestares, contradicciones y conflictos que ese hecho generó eran una realidad dentro de otra en el proceso que se vivía.

Las reuniones de intelectuales celebradas en la Biblioteca Nacional estaban muy relacionadas con el objetivo de la Revolución de crear una asociación nacional de los intelectuales y artistas, pero estaban condicionadas por todo lo que he dicho. Por tanto, expresaban también esos condicionamientos y eran un teatro de ellos, aunque está claro que lo principal era la actividad misma a la que se dedicaban los convocados, y las cuestiones específicas que ellos estaban viviendo y dirimiendo. Todos los participantes actuaron de acuerdo con sus conciencias de lo que hacían y lo que querían, sus motivaciones y sus intereses inmediatos, sus ideologías, sus ideales trascendentes y sus prejuicios y creencias del día. Eso es lo que sucede en todos los eventos que después se considerarán históricos. Si analizamos con cuidado todo el material de aquellos meses referido a este campo, por lo menos hasta el Congreso de fundación de la UNEAC, en agosto, podremos tratar de establecer el significado que tuvieron entonces los acontecimientos y las declaraciones. Casi siempre existe una historia de selecciones, olvidos y utilizaciones de cada evento histórico, que configura ella misma sus realidades, discernibles respecto al hecho original. Ellas tienen sus sentidos y sus funciones, pero no hay que confundirlas con lo que sucedió originalmente.

Los intelectuales y artistas estaban sometidos a tensiones extraordinarias en aquel verano. Desde su triunfo, unos habían participado y otros apoyado o aplaudido a una revolución vertiginosa, hecha de cambios profundos, desafíos a Goliat, alegrías de pueblo y justicia evidente. Pero además de su inmensa rectoría moral, sus hechos excepcionales y su inagotable capacidad movilizadora, ahora la Revolución parecía haber comenzado a encargarse de todo. Prácticamente todos los medios para comunicarse estaban en sus manos, la mayor parte del trabajo intelectual y artístico debería transcurrir dentro de sus instituciones o de su orden, y el ámbito cultural en su conjunto recibiría sus orientaciones. Y todo sucedía mientras la extrema agudización de la lucha de clases llevaba a muchas personas a decisiones que afectaban totalmente a sus vidas, convertía en hostilidad los desacuerdos y a los juicios en definiciones de amigos o enemigos.

Por si fuera poco, el socialismo según los usufructuarios de las ORI incluía un control político del contenido de las artes y unas valoraciones sobre ellas que gozaban de una muy bien ganada mala fama. En la URSS se habían cometido represiones criminales contra artistas e intelectuales, y en aquel momento sus adeptos en el mundo tenían todavía por artículos de fe dogmas como el del llamado realismo socialista. La Revolución contaba con varias instituciones culturales propias que ya adquirían obra y prestigio, pero no con una elaboración ideológica en ese campo que pudiera funcionar como norma, si es que alguien con autoridad creyera que una norma general fuera necesaria. No existía unidad entre las personalidades de la cultura, ni la dirección del país les encargaba –al conjunto o a algunos de ellos– la conducción del sector. El sectarismo y el dogmatismo trataron entonces de imponerse, en nombre de la unidad y de lo que supuestamente era el legítimo socialismo.

Muchos intelectuales sentían zozobra ante aspectos de la situación y de lo que podía depararles el futuro cercano. Tenían razones para sentirla, porque en el campo cultural hubo funcionarios autoritarios, maniobras sectarias y dogmáticas, abusos e injusticias: esos hechos formaban parte del problema. Me imagino que cuando Virgilio Piñera dijo que él debía hablar primero, por ser el que más miedo tenía, Fidel quizás debe haberse sonreído para sí y pensado: “y yo soy el que más dolores de cabeza tengo”. Piñera expresaba el lícito temor de un intelectual maduro acostumbrado a trabajar solo y defender su dignidad en un mundo hostil, pero me niego a creer que era un intelectual que vivía sobre una nube, ciudadano únicamente de la república de las letras. Invito a releer su carta a Jorge Mañach de 1942, en la que el joven Virgilio le expone lo que piensa sobre los deberes sociales del intelectual, la cultura cubana en aquel tiempo posrevolucionario y el sentido cívico que tiene su revista Poeta. Le enrostra a Mañach el significado de su actuación pública –“no hay cosa más difícil para una nueva generación que toparse con que la precedente ha capitulado”, le dice– y le devuelve el dinero que ha pretendido aportar al novel editor.[2] Notable poeta, prosista y dramaturgo, Piñera dona a la revolución que nace una pintura maestra de las miserias de la sociedad burguesa neocolonial en su Aire frío, una obra de teatro descollante que admirábamos los jóvenes de aquellos años.

Los intelectuales reunidos en la Biblioteca Nacional no constituían un areópago de tontos cultísimos a los cuales Fidel iluminó, ofreciéndoles en dos frases rotundas y brillantes la orientación de la política cultural desde la no historia, de una vez y para siempre, que es lo mismo que decir de una vez y para nunca. Fidel ha sido extraordinariamente grande, entre otras causas, porque sus interlocutores no eran tontos, y porque él supo cabalgar sobre sus circunstancias históricas, obligarlas a andar en una dirección determinada y darle permanencia y trascendencia a lo que pudo haber quedado en unos nobles intentos y un conjunto de anécdotas para ser contadas.

Opino que el objetivo de las palabras de Fidel en la Biblioteca era mantener abierto el diálogo revolucionario con los intelectuales y artistas, defender abiertamente la libertad de creación frente a los dogmas, respaldar a todo el que echara su suerte con la Revolución y evitar que el sectarismo-dogmatismo consumara un desastre en ese campo. Al mismo tiempo, se proponía sostener la primacía de la Revolución frente a cualquier problema específico, y por consiguiente su derecho a controlar la actividad intelectual y la libertad de expresión en todo lo que resultara necesario, reclamar a los intelectuales tener fe –o confianza– en la revolución, respaldar al Consejo Nacional de Cultura sin dejarle someter a su pleno arbitrio el campo cultural y fortalecer la política de institucionalización estatal y de organizaciones sociales que llevaba hacia la constitución de una Unión de Escritores y Artistas.

Fidel habla aquí como el dirigente máximo de la Revolución, y logra mantener una relación íntima entre los principios, la estrategia y la táctica en medio de una situación política e ideológica muy compleja. Su largo discurso mantiene siempre un tono persuasivo, maneja argumentos y trata de influir y convencer. No ordena ni comunica decretos, no condena al documental PM y es muy cuidadoso en cuanto a no pretender que unos u otros tengan la razón, reconoce que se han expresado pasiones, grupos, corrientes, querellas, ataques, que incluso hay víctimas de injusticias. No utiliza nunca expresiones como las de “problemas ideológicos” o “servir consciente o inconscientemente al enemigo”, que han sido tan funestas para la cultura en el curso de la revolución. Al contrario, su discurso contiene gran cantidad de giros como estos: “la Revolución no puede ser, por esencia, enemiga de las libertades”; “la Revolución no le debe dar armas a unos contra otros”: “cabemos todos: tanto los barbudos como los lampiños…”; “tenemos que seguir discutiendo estos problemas (…) en asambleas amplias, todas las cuestiones”.

Fidel reivindica el derecho del Gobierno Revolucionario a fiscalizar lo que se divulga por el cine y la televisión en medio de una candente lucha revolucionaria, por la influencia que esos medios pueden tener en el pueblo. Pero también matiza esa exigencia: “lo puede hacer equivocadamente –dice–, no pretendemos que el Gobierno sea infalible”. Y sabe inscribir las discusiones de la Biblioteca en el marco de los hechos portentosos que está viviendo el país en el campo cultural.

Todos recordamos las frases famosas: “…dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada (…) ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la revolución: todo; contra la revolución, ningún derecho.” Las proposiciones que son repetidas hasta el cansancio y sin atender a su significado, como si fueran rezos, pierden su valor, cualquiera sea su autor. Si recuperamos todo el discurso que pronunció Fidel aquí hace cincuenta años, contiene, a mi juicio, la defensa de la posición revolucionaria cubana, de un poder muy reciente e inexperto en medio de una pelea tremenda, frente a las tendencias elitistas y frente a la pretendida “pureza ideológica” que enarbolaban las ORI. La idea del intelectual honesto, valioso en sí mismo, que no milita en la revolución, le permite a Fidel hacer planteamientos fundamentales respecto a los problemas reales que confronta la transición socialista: “La Revolución debe tener la aspiración de que no solo marchen junto a ella todos los revolucionarios (…) la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario (…) la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo.”

Yo veo la trascendencia de Palabras a los intelectuales en el conjunto de la intervención de Fidel y en los objetivos que tuvo, y no solo en la frase famosa. A mi juicio, esa frase atendía a lo esencial de aquella coyuntura, y no al propósito imposible de enunciar un principio general permanente de política cultural. Opino que resultó trascendente porque supo relacionar muy bien las actividades intelectuales y artísticas con la gran revolución que estaba sucediendo en Cuba, y porque estableció una forma honesta y clara –revolucionaria– de relación entre el poder y los intelectuales, que ha sido transgredida innumerables veces, pero sigue ahí, enhiesta, con su prestigio y su alcance, como una meta a conquistar.

Aquellos que en 1961 éramos apenas unos jóvenes revolucionarios estudiosos utilizamos con entusiasmo a nuestro favor la frase famosa de Palabras… En nuestra interpretación, “dentro de la revolución todo”, quería decir: “todos los que somos revolucionarios activos tenemos derecho a pensar, a expresar libremente nuestros criterios y a leer lo que nos dé la gana”. Y no sería honesto soslayar que compartíamos la convicción popular de que, en ningún terreno, se podía permitir nada contra la Revolución.

En la etapa reciente se ha venido multiplicando la información pública acerca del proceso de la cultura en los primeros años del poder revolucionario, a través de documentos personales, testimonios, reediciones de trabajos polémicos de entonces y algunos textos de análisis. Ese hecho tan positivo nos puede ayudar mucho a la imprescindible tarea de recuperar la memoria, y sobre todo a que los jóvenes se apoderen del proceso histórico de la cultura durante este medio siglo y de la totalidad del proceso histórico de la Revolución. Es una necesidad ineludible. Hay que saber bien quiénes somos, de dónde venimos, a qué herencia no debemos renunciar, qué enemigos y qué combates han tenido y tienen una y otra vez ante sí los que pretendan ejercer sus cualidades y realizarse como individuos en el mismo proceso en que crean un medio social que fomente el crecimiento y el desarrollo de la libertad y la justicia social: una sociedad que conquiste liberaciones, en la que sea factible gozar y repartir entre todos los bienes, la belleza y la imaginación. Para poner en marcha esa aventura maravillosa, Palabras a los intelectuales puede ser convocada también, y constituir un instrumento sumamente valioso.
Notas

[1] El 30 de junio de 2011 hice una intervención en el acto de conmemoración del cincuentenario de “Palabras a los intelectuales”, en el teatro de la Biblioteca Nacional. “José Martí” en el que Fidel pronunció su famoso discurso. Ella fue reproducida entonces en medios digitales, y hoy está en proceso de edición por la revista Cauce, de la UNEAC de Pinar del Río. Cinco años después, la proximidad y las circunstancias del aniversario me han motivado a basarme en aquel texto para escribir este, que lo revisa, amplía y anota, sin abandonar sus afirmaciones principales.

[2] La carta se publicó en La Gaceta de Cuba núm. 5, La Habana, sept/oct 2001, pp. 3-4.
Palabras a los Intelectuales, intervención de Fidel Castro

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