lunes, 29 de febrero de 2016

Leopoldo Osorio: “Sí, yo soy el Oso”





Leopoldo Osorio:  “Sí, yo soy el Oso”
Habla la inspiración tras el primer Oscar chileno de la historia. Hasta hoy, nunca había visto el cortometraje que hizo su nieto Gabriel.
    Mi circo fue la Cárcel Pública de Santiago, en la que estuve preso dos años y tres meses"
¿Así que usted es el Oso de la historia?
—Sí, yo soy.
—¿Y qué tiene de usted ese Oso?
—Mi apellido... Osorio, jaja.


Más allá de la broma, Leopoldo Osorio está emocionado hasta los huesos.  Su historia de 86 años de vida, contada por su nieto Gabriel a través del cortometraje "Historia de un Oso", anoche le dio a Chile el primer Oscar de su historia. "Mi nieto me llamó y me dijo: Abuelo, ¿qué le parece? La verdad, me emocioné mucho. Mi mujer murió hace muy poco y todas estas emociones me vinieron juntas", señala. Su señora Nelly Fernández, su eterna compañera, falleció hace sólo un mes. Fueron 60 años de matrimonio, pero tuvo complicaciones de salud que en la Clínica de la Universidad Católica no pudieron salvar.
Convicciones políticas.  Leopoldo no tiene problemas en abrir las puertas de su hogar, una casa de dos pisos en la Villa Zaror de Maipú. Adentro, todo es madera: desde el piso hasta la escalera. Todo el barrio lo conoce y es un ciudadano querido en la comuna. cuando murió su mujer, los diarios locales cubrieron la historia e informaron los datos del sepelio. De hecho, esta mañana el alcalde Christian Vittori lo llamó a su celular y le dijo: "Felicitaciones, gracias a usted Maipú se ganó un Oscar". Y de alguna forma así fue, tal como lo ha reconocido su nieto Gabriel en las ocasiones en que ha dicho que su abuelo es la inspiración de este premiado corto.
"Yo fui secretario de Allende mucho antes de que fuera presidente, desde el año 64. En ese tiempo también era Regidor Municipal de Maipú, con aspiraciones de ser alcalde. Pero mi trabajo con Allende me complicaba un poco", dice.
—En el cortometraje, se ve a la policía entrar a la casa de los animales para apresarlos y llevarlos al circo. ¿Cómo mocurrió en la realidad?
—Yo fui apresado el 12 de septiembre del 73. Entraron a mi casa y empezaron a golpearme la espalda. Finalmente, un golpe en el estómago me hizo caer y me dejó inconsciente. Mi circo fue la Cárcel Pública de Santiago, en la que estuve preso dos años y tres meses.
"La verdad es que tuve suerte y me encontré con gente bastante humana. Con el tiempo, uno piensa que a lo mejor con la sola salida de los militares a la calle para poner orden hubiera bastado. Pero la violencia, la tortura y los asesinatos fueron innecesarios". Y agrega: "Tenía un proceso militar en mi contra, del que ahora me río. Pero en ese tiempo fue bastante jodido. Está bien, yo tenía mis convicciones políticas, pero no había matado a nadie".
El festejo:  Leopoldo Osorio no había visto completo el corto de su nieto. Lo hizo recién esta mañana, mientras conversaba con La Segunda. Con nuestra ayuda, en la pantalla de su computador –bajado desde Youtube- apareció "Historia de un oso". Lo miró en total silencio, y se rió cuando entran los policías a golpear a los animales. El resto del tiempo, estuvo muy emocionado. Después de la cárcel, Leopoldo se fue al exilio a Londres, donde estuvo 7 años. Ahí aprovechó de estudiar inglés y después de aprender el idioma se atrevió a estudiar Administración Pública en la Universidad de Glasgow. Sus hijos también viven en Europa: Carlos Leopoldo y Nelly Irene Margarita en Londres, y Violeta Matilda en Valencia. El padre de Gabriel murió hace años en Chile, mientras Leopoldo aún estaba exiliado en Europa.
Su nieto no le preguntó absolutamente nada para armar la historia del cortometraje. Lo reconstruyó todo a través de investigación y lectura de diarios y revistas. Y le dijo: "No te preocupes abuelo, yo sé exactamente lo que pasó en ese tiempo". Espera que su nieto lo vaya a ver en los próximos días. "¡Y ahí sí que el festejo va a estar bueno!", dice, convencido.  

Alberto Mayol: “No hemos dimensionado la experiencia del exilio”
El sociólogo advierte que no hay que "subirse al carro de la victoria".
                    Los mismos exiliados miran en menos lo vivido y hablan de ‘Beca Pinochet'".
Para el sociólogo Alberto Mayol un cortometraje animado sobre el exilio chileno revela, sobre todo, lo escondido que tenemos este tema.
"Le dimos legitimidad recién cuando fue nominada", opina. "Lo llamativo es que no hemos procesado ni trabajado esta problemática. El exilio se ha quedado fuera del repertorio que incluye a los detenidos desaparecidos o las torturas. No hemos dimensionado lo que significa la experiencia del exilio y la pérdida".
Mayol indica que aunque "Historia de un oso" no es explícita en señalar la dictadura, se potencia con las declaraciones del director al hablar sobre su abuelo. "Ahí se revela el componente político: la pérdida de vínculos provocada por decisiones arbitrarias del poder".

—¿Le hemos hecho el quite al tema?
—Sí y es por cómo se ha desarrollado la transición. La idea es guardar todo debajo de la alfombra. No es casual que sea obra de un muchacho de 30 años que no conoció en persona la experiencia dictatorial, pero que el relato de su abuelo le llama la atención. En cambio, la generación anterior no ha dicho nada. O le da un uso político y dicen: "Yo estuve exiliado y por tanto me merezco estas cosas".
—O también odian al que desmitifica la experiencia como Ruiz en "Diálogo de exiliados" (1975).
—Sí. Los mismos exiliados, contradictoriamente, miran en menos lo vivido y hablan de "Beca Pinochet". Aunque sea una broma, revela una operación mental para minusvalorar lo vivido.
Otra cosa que le llama la atención a Mayol es cómo la estatuilla se ha visto como un triunfo de las políticas culturales. "Veo al ministro de Cultura celebrar. Pero, ¿de qué institucionalidad estamos hablando, cuando en el mejor de los casos te conseguiste un 20% de financiamiento para cubrir los gastos? Pero no sólo es la plata. No nos creamos el cuento de que el tema está resuelto
—¿Cuánto de exitismo hay en la reacción del país por este Oscar?
—Hay una hipertrofia del éxito. Me parece formidable la obra y que haya triunfado con una estética distinta, melancólica y reposada. Pero siento que nos estamos subiendo al carro de la victoria. Hay que felicitar al equipo y aprender de cómo lograron todo esto. Centrarnos en la preparación, la disciplina y la cultura. Y para hacer esa lectura se requiere calma y tiempo. Aprender de ellos es leer el triunfo como corresponde. Está bien lo emocional, pero debemos trabajar en lo que significa este Oscar.

Antonio Skármeta: "Las nuevas generaciones hacen brotar poesía desde la memoria"


Uno de los artistas chilenos más activos en la diáspora fue Antonio Skármeta. Junto a Ruiz y Ariel Dorfman se involucraron activamente en el cine y la literatura para denunciar los efectos del exilio.
"Es lindo saber que en nuestro país aterrizó un contundente oso, con memoria y ternura, casi al mismo tiempo que se perdían en el espacio sideral decenas de gaviotas", dice. Pero lo que más le gustó al escritor es que el realizador se lo dedicó al abuelo.
"Esto comprueba que Chile es un país alerta y que las nuevas generaciones ejercen con propiedad la memoria y hacen brotar de ella poesía. En verdad, el desarraigo no termina cuando el mal que lo origina desaparece, sino que deja secuelas con tramos de tristeza y melancolía. Me refiero a padres que no viven en el mismo país que sus hijos y, claro, ahora que ha pasado el tiempo, no ven crecer a sus nietos y bisnietos. Creo que hay miles de chilenos que viven el cisma familiar de la distancia".

 La gente de Pixar no entiende cómo los chicos pudieron hacer el corto con un presupuesto tan bajo".

Erwin "Wilo" Gómez, director de la Fundación y el Festival Chilemonos, no cabe en sí de la emoción por el Oscar que obtuvo "Historia de un Oso", el cortometraje dirigido por Gabriel Osorio, que cuenta la historia de un osezno que recuerda su vida y cómo fue capturado, junto a su familia, por un circo.

"Estoy súper contento por los chicos. Estamos muy orgullosos, la animación chilena es una gran familia y esto marca un nuevo futuro para nosotros", dice él que es cercano al equipo y estuvo con ellos durante los cuatro años que les tomó desarrollar la producción.

"Nunca había existido un mejor momento para la animación chilena. El futuro llegó y esté Oscar significa visibilidad. En Chile hay muchos estudios de animación y siete lugares — entre universidades e institutos — que imparten la carrera de animación, con más de 600 alumnos que están hasta las lágrimas porque esto es posible, la animación tiene futuro y los sueños se hacen realidad".

"Podemos llenar el cine"

Gómez cuenta que aún no ha podido felicitar a Osorio y compañía, pero asegura que los muchachos han hablado con inversionistas para financiar una futura próxima película y, además, fueron invitados a mostrar el corto y dar una charla al California Institute of the Arts (conocido como CalArts), que fundó el mismísimo Walt Disney.

—"Historia de un Oso" empezó a hacer ruido acá, cuando Hollywood puso sus ojos en ella.

—La animación chilena es súper exitosa afuera, pero en Chile no le va bien. Pero este Oscar va a cambiar el paradigma. "Historia de Oso" fue un trabajo que los chiquillos hicieron en silencio y vieron como acá, en festivales, lo exhibían a las 5 de la mañana. En Chile, además, no hay ni siquiera crítica de animación. Somos una industria invisible. Ahora es Hollywood, la gran industria del cine, la que llega y nos dice el mejor corto animado del planeta es chileno. Tuvo que llegar Hollywood para que nos validaran.

—Y vencieron a grandes estudios como Pixar

—Sí. La gente de Pixar no entiende cómo los chicos pudieron hacer el corto con un presupuesto tan bajo. Además, ellos se lucieron. Tuvimos a cuatro chilenos muy creativos, hablando inglés perfecto sobre el escenario, dando a conocer su punto. Es un orgullo porque somos una industria que siempre está última, pero que ha tenido un boom, en los últimos 10 años, gracias a gente creativa como Gabriel. Acá, al año, se hacen más de 50 series animadas.

—Lo que pasa es que los canales nacionales, suelen obviarlas, pero sí las pusieran en un buen horario y tuvieran buena promoción te aseguro que serían un éxito de rating. El corazón del público chileno está en el corazón. Fíjate que todos los años las películas más vistas son de monitos. Con esto puede que en vez de ser producciones extranjeras como "Los Minions", sean chilenas.

—El inversionista chileno es esquivo con la animación, entonces.

—Sí y estaría bueno que vieran lo exitosa que puede ser. Nosotros trabajamos con lo justo, siempre luchando con el tema económico. Esto es pura pasión casi y te mueres la reacción de los niños en el cine cuando ven el corto. Por favor, créanlo: La animación chilena puede llenar las salas de cines.

Buscará proyectos

Cartoon Network con los ojos en Chile

Erwin cuenta, además, otra buena noticia para los artistas chilenos.

En Mayo, Cartoon Network, estará en Chile buscando nuevps proyectos, a través de un concurso llamado "Nuevas series de animación para Cartoon Network", en el que podrán postular para participar en un Pitch con ejecutivos del canal. El ganador recibirá 3.000 dólares y la posibilidad de desarrollar, producir y programar el proyecto con la estación. Postulaciones hasta abril. Información en sitio de Chilemonos.

viernes, 26 de febrero de 2016

Bolivia: ni polarización ni división



 24 de febrero de 2016. Por, Fernando Mayorga, profesor e investigador de la Universidad Mayor de San Simón, Bolivia. Coordinador del Grupo de Trabajo de CLACSO “Ciudadanía, organizaciones populares y representación política”.

El 21 de febrero se ha llevado a cabo el referendo constitucional que permitiría al presidente Evo Morales presentar nuevamente su candidatura en las elecciones generales de 2019. La victoria fue del NO. El resultado del referendo que se realizó el pasado 21 de febrero en torno a la reforma del Art. 168 de la Constitución Política del Estado boliviano muestra un cuadro de perdedores y ganadores relativos.

Las cadenas de televisión y los diarios convencionales difundieron resultados obtenidos mediante “encuestas en boca de urna” o “conteo rápido”. Resultados extraoficiales que daban la ventaja al NO con una diferencia de 5% en un caso y 2% en otro. Mientras los analistas mediáticos explicaban razones y efectos de la votación apoyados en un generador de caracteres que reiteraba: “virtual victoria del NO”; los seguidores de alcaldes y gobernadores opositores festejaban el triunfo en las calles de algunas ciudades advirtiendo que los datos reales debían, simplemente, confirmar lo que, todavía, era una sospecha sujeta al margen de error y al recuento oficial. Los jefes de partidos opositores con representación parlamentaria fueron más severos y llamaron a “denunciar fraude” si las cifras finales del recuento oficial no concordaban con los guarismos de las empresas encuestadoras.

El oficialismo, a través del vicepresidente Álvaro García Linera, esgrimió el criterio de “empate técnico”. A pesar de que utilizó un término equívoco –mencionó la posibilidad de una “drástica modificación”– insistió en el carácter del referendo: un voto define el resultado. La postura del MAS no era pesimista por disimulo, puesto que más del 10% de los recintos electorales están en zonas rurales lejanas que no acceden al envío de actas fotografiadas por carencias técnicas. Y es necesario recordar que el comportamiento electoral en esas comunidades otorgó al MAS una votación promedio de 75% en las elecciones presidenciales de 2005, 2009 y 2014. A eso se sumaba el voto en el exterior que, no obstante a que el ausentismo fue elevado, podía incrementar la opción por el SI habida cuenta del apoyo al MAS, sobre todo en Argentina que tiene el mayor número de inscritos. Por esas razones el recuento electoral estaba bajo la sombra de Alfred Hitchcock o, en clave de cultura andina, podría dilucidarse leyendo hojas de coca. Entonces, lo aconsejable era esperar que el recuento oficial de votos transcurra sin presiones y desdramatizar el escenario político porque el comportamiento electoral de la ciudadanía muestra que la moderación y el equilibrio son los patrones dominantes de su conducta política y que, al margen del desenlace de esta coyuntura, no existen ganadores ni perdedores absolutos. Y ese es el punto de partida de un balance cauto del proceso del referendo constitucional realizado el 21 de febrero.

En primer lugar, no existe polarización en la sociedad y la imagen de “país dividido” es una figura retórica sin sustento. La polarización ideológica se manifestó en el discurso de los actores políticos que evitaron la deliberación argumentativa y optaron por la descalificación del adversario. Las fuerzas opositoras esgrimieron, de manera efímera, la consigna de “campaña ciudadana” pero más temprano que tarde ingresaron al ruedo porque ese campo disperso y fragmentado (“la oposición”) se convirtió en una arena de disputa cuando los sondeos preliminares mostraron la supremacía del NO en la opinión pública urbana. La competencia por abanderar el rechazo a Evo Morales definió su comportamiento bajo el predominio de una radicalización discursiva. Esta tendencia se exacerbó en las redes sociales virtuales debido al contenido de los mensajes cuya viralización fue mayor mientras más denigrantes eran las palabras y las imágenes –sobre todo en los memes– dirigidas contra la figura presidencial. Las campañas por el NO fueron más vigorosas en este ámbito y se confundieron con el accionar de usuarios –algunos ficticios– que elaboraron y difundieron un conjunto de prejuicios que desplazaron el tema de la consulta a denuncias sobre supuesta corrupción gubernamental e inclusive, como tituló un sitio web: “escándalo sexual”. Por primera vez, la agenda mediática fue definida por Facebook y Twitter y los medios convencionales se convirtieron en cajas de resonancia: inclusive en el día de la votación, puesto que no existen restricciones al uso de redes sociales. La polarización fue incentivada por algunos promotores del NO en ese circuito comunicacional: redes sociales virtuales, radios, canales televisivos y periódicos (en un par de casos publicaron al filo del plazo una “encuesta flash” de dudosa calidad que otorgaban al NO una amplia victoria). Por su parte, el MAS impulsó una ficticia polarización de carácter convencional porque enfocó su discurso en la intromisión norteamericana, el retorno del neoliberalismo y los partidos tradicionales, la guerra sucia de la derecha y otros términos usuales. Esta estrategia pretendió provocar un escenario de polarización política –favorable a Evo Morales en el pasado– sin advertir que en esta contienda no existía un adversario definido y que el votante no debía elegir entre Evo y un oponente sino entre la posibilidad –o no– de su permanencia en el poder por una década más. Una curiosa figura: Evo versus Evo.

Sin embargo, el domingo fue un día normal, menos intenso que en jornadas de antaño, porque en la mayoría de los recintos electorales no había emblemas ni vestimentas de color verde –SI– ni de color rojo –NO–, y las reyertas entre contendientes fue anecdótica. Entonces, la polarización fue escenificada en los mass media y los smartphones e incentivada por los actores políticos, sin embargo no se encarnó en la población. Una población que, en varias oportunidades, ha demostrado su autonomía de acción en el ejercicio de su ciudadanía política. Esto es, una importante porción del electorado no es cautivo de interpelaciones partidistas y lo demostró en repetidas ocasiones, como en los comicios subnacionales de marzo de 2015 –cinco meses después de otorgar mayoría absoluta a Evo Morales– optó por elegir a alcaldes y gobernadores opositores en las ciudades y regiones más importantes del país.

Esta evaluación conduce a cuestionar la idea de “sociedad dividida” como expresión de la polarización política entre oficialismo y oposición. La concentración de votos por el NO en las ciudades y el apoyo mayoritario al SI en zonas rurales muestra una distribución territorial de las preferencias electorales, pero es meramente una “división de la votación” porque el electorado debía optar entre dos opciones. El apoyo de sectores populares a Evo Morales es constante, así como el repudio de sectores urbanos de clase media y alta. La victoria del SI en solamente tres de los nueve departamentos (regiones) significa el desempeño electoral más deficitario del MAS desde 2005. Sin embargo, la leve diferencia en el resultado general del referendo relativiza la idea de “división en la sociedad” puesto que se trataba de una consulta para reforma constitucional parcial y no de una elección presidencial, a pesar del carácter semi plebiscitario que asumió la contienda ante la carencia de debate programático.

A partir de esta lectura, reitero la idea de partida de mi análisis: la equilibrada distribución de preferencias electorales, denota un cuadro de perdedores y ganadores relativos.

En primer lugar porque el MAS mantiene el apoyo de la mitad del electorado aunque debe resolver una falla de sincronía en la organización de sus campañas puesto que mantuvo la fortaleza de su red organizativa sindical/popular de base territorial, no obstante careció de capacidad para adaptarse a las nuevas condiciones discursivas impuestas por el uso de redes sociales, algo que no puede desdeñar en el futuro si consideramos que existe el doble de dispositivos de telefonía móvil que electores registrados y que los usuarios mayoritarios son jóvenes y viven bajo nuevos códigos discursivos y otra estética comunicacional. Si el MAS no obtiene capacidad para viralizar su discurso no romperá esa barrera que irá creciendo hacia 2019. Encarar esa suerte de anacronismo es un desafío crucial. Más aún si Evo Morales no será candidato presidencial en 2019.

Respecto a los saldos negativos para el MAS sobresale el deterioro de la imagen del presidente sometido a una sobreexposición por la diversidad de críticas (desde la economía hasta el respeto a la Constitución incluyendo su vida privada) que enarbolaban los promotores del NO y que contrastaba con la monotonía de la convocatoria del oficialismo: continuidad del “proceso de cambio” bajo el mando presidencial de Evo Morales como garantía de estabilidad política y social. Es evidente que se ha desportillado la popularidad de Evo Morales que, inclusive en las encuestas sobre el referendo, superaba el 65% de aprobación como presidente. Sin embargo, también es evidente que no se ha debilitado el lazo carismático con sus seguidores y ese capital político puede ser la base de la estrategia del MAS con miras a las elecciones generales de 2019, ya que Evo Morales elegirá a su sucesor como candidato presidencial y propiciará que el éxito de su gestión gubernamental sea el sustrato de la fortaleza de su partido, enfrentando un contexto económico adverso. En una suerte de analogía con el comportamiento de Lula en Brasil, Evo Morales puede optar por convertirse en “guardián y reserva del proceso de cambio” mientras fortalece su imagen global como líder indígena y su fama como una figura política que transita en las fronteras de lo formal e informal. Y, así, retornar como candidato en 2024 para anunciar la realización de la Agenda Patriótica del Bicentenario 2025, el tema central de su campaña en el referendo del domingo pasado.

Esta posibilidad depende de las estrategias de los actores políticos que configuran un nuevo campo opositor. La votación por el NO fue una victoria que demuestra que la articulación de posiciones contrarias al MAS puede dar una mayoría inédita –casi la mitad del electorado– empero se trata de una mayoría ficticia que se convirtió, un día después, en un campo de disputa entre probables candidatos de variado tinte cuyo amplio abanico se resume en los gobernadores de La Paz y Santa Cruz: Félix Patzy proclama la recuperación de la vertiente comunitaria indígena debilitada por la “traición” del MAS y Rubén Costas esboza un discurso convencional de liberalismo antiestatista y, en el pasado, promovió las autonomías departamentales como antípoda al proyecto de Estado Plurinacional. No obstante, un hecho central de este proceso electoral fue el surgimiento de dos novedades cuyo derrotero es incierto. Por una parte, algunos segmentos de la ciudadanía hicieron un uso político de las redes sociales como manifestación del ejercicio de su acción autónoma; aunque no es posible equiparar este desempeño con los casos emblemáticos de “política viral” en Grecia, España, Egipto o México puede traducirse en germen de nuevas modalidades de acción política al margen de los partidos y fermento de liderazgos alternativos. Por otra parte, el “vacío” provocado por la desaparición del Movimiento sin Miedo (MSM) –un partido de izquierda que rompió con el MAS después de apoyar a Evo Morales durante varios años y perdió su sigla en 2014– fue ocupado por una agrupación informal de personajes políticos que estuvieron en filas del MAS en diversos momentos o tienen un perfil progresista. Tuvieron notable protagonismo en esta campaña como agudos críticos del gobierno recuperando la idea de “reconducción del proceso de cambio” enarbolada por el MSM e incluyendo la alternancia presidencial como elemento central de su propuesta: “nueva oportunidad”, en alusión al NO. A estas novedades deben enfrentarse los jefes de los partidos con representación parlamentaria que, en la campaña en las redes sociales, también fueron estigmatizados y rechazados como alternativa al MAS.

El juego está abierto.

lunes, 22 de febrero de 2016

David Aniñir, el Rimbaud mapuche: “No creo que el etiquetarte alguna clasificación étnica le suba el pelo a la creación literaria”

 22 febrero 2016
David Aniñir, el Rimbaud mapuche: “No creo que el etiquetarte alguna clasificación étnica le suba el pelo a la creación literaria”
Fue uno de los invitados estrella de la reciente Feria del Libro de Ovalle, que concluye el próximo jueves. “Para mí hay buena o mala poesía, independiente de ser mapuche o no. La calidad habla por sí sola. El resto hay que dejárselo a los estudiosos y críticos”, dice.   Una destacada participación cumplió en la Feria del Libro de Ovalle, que se extiende hasta el próximo jueves, el poeta y gestor cultural mapuche David Aniñir (Santiago, 1971). En la ocasión, el artista compartió con los asistentes su libro “Wiltranalwe” (Quimantú, 2014). Junto a la poetisa Roxana Miranda participó en un interesante  conversatorio sobre “las vertientes del habla mapuche, su impronta y su canto”.
“El formato conversatorio me sienta bien, ahí  tienes un acercamiento directo con el autor, la opinión sobre ciertos aspectos de la vida y las coordenadas  que le llevaron a escribir además de su visión del mundo”, señala Aniñir, que también ha publicado “Haykuche” (2008). “Ese contacto con el público que lee o se aventura a escuchar la poesía como desafío, es alentador”.
“Peludo sistema”  Aniñir se hizo famoso con su libro “Mapurbe” (2005, Odiokracia Autoediciones), que causó tal impacto que fue reeditado por Pehuén, convirtiéndose no sólo en un hit sino en objeto de estudio de diversas universidades, tras versos como “somos mapuche de hormigón/debajo del asfalto duerme nuestra madre/explotada por un cabrón”.
Uno de los poemas de ese texto, “Lautaro”, incluso fue parte luego de un libro del Ministerio de Educación.  Allí se lee: “Lautaro/montado sobre este peludo sistema/cabalgas en la noche/pirateando sin miedo el medio/chateando cerebros y consciencias/pasando piola en la red”. Aniñir también puede escribir a “María Juana, la mapunky de La Pintana”, con versos como “mapulinda, las estrellas de la tierra de arriba son tus liendres/los ríos tu pelo negro de deltikas corrientes”.  Entre sus influencias, Aniñir reconoce a Nicanor Parra, Rodrigo Lira, Mauricio Redolés, Alejandra Pizarnik, Pedro Lemebel, Charles Bukowski y “sobre todo la música, el rock… soy poeta de oído”.
Un artista que además ha realizado video-poemas junto al realizador audiovisual Francisco Huichaqueo,  fusión poético-musical con diversas bandas de rock, así como performance e intervenciones de arte en espacios públicos, incluyendo Europa y Argentina.
“Impronta popular”  “Mi obra representa principalmente al sentido de identidad  mapuche en los espacios urbanos”, dice. “Refiere al sentido de pertenencia a una nación, a su historicidad, su memoria colectiva y ciertos aspectos de la cosmovisión, todo ello aterrizado en la contemporaneidad y nuestro reality vivido como la primera y segunda generación mapuche nacida en la ciudad de  Santiago, en mi caso”.
Este poeta habla de los mapuches nacidos y criados en los cordones periféricos de las ciudades, en “la pobla”. “Entones mi poética recoge toda esa impronta popular, se nutre de esa hibridez cultural”, señala. Su ópera prima “reúne ese acervo que no es nada más que nuestra vivencia como mapuche de la pobla. Entonces el lenguaje poético se hace fácil pues se contrae en esa esencia”.
“Calidad intrínseca”  Aniñir vivió su mapuchicidad en la población, “desde nuestra infancia, con mis hermanos, convivimos esa recreación cultural de panaderos, asesoras del hogar,  laburantes de diversos oficios que se congregaban los fines de semana, en sus días libres, en visitar a los familiares ya asentados en la pobla”. “Ese fue el caso de nuestro barrio, nuestro pasaje, que fue poblándose de mapuches venidos desde las comunidades. Un  éxodo como resultado del despojo, la usurpación territorial, como migrantes forzados a enfrentar una realidad adversa, racista y discriminatoria Un choque cultural impuesto.  Todo eso se plasma en mi obra junto a otras motivaciones, estímulos e inspiraciones propias de estar transitar por el mundo”. ¿Se siente Aniñir parte de la literatura chilena o más bien de la literatura chilena? ¿La chilena incluye a la mapuche o se excluyen? ¿En qué se parecen y en qué se distinguen? “No cacho claramente la primera pregunta. Respecto a lo de la literatura mapuche o no mapuche, eso lo entiendo a como lo estudia la academia y la crítica literaria”, responde. “Tengo mi apreciación particular: la poesía o el arte en general se sostiene y se debe sostener por sí sola, por su intrínseca calidad”.
“No creo que el etiquetarte alguna clasificación étnica, de género o lo que sea  le suba el pelo a la creación literaria”, agrega. “Tampoco me creo lo de la discriminación positiva o ese gesto zalamero por tu condición de mapuche. Para mí hay buena o mala poesía, independiente de ser mapuche o no. La calidad habla por sí sola. El resto hay que dejárselo a los estudiosos y críticos”.
Estado v/s Nación mapuche.  Finalmente, Aniñir no se priva de opinar sobre el conflicto entre “el Estado de Chile con la Nación Mapuche”.  “A partir de su fundación se fueron implementando políticas de incorporación del territorio a las arcas de los latifundistas y colonos”, señala en referencia al primero. “Las campañas genocidas de Pacificación de la Araucanía (de Chile) y La Campaña del Desierto por parte del Estado argentino fueron una masacre, asesinatos, despojos descarnado que llevó al empobrecimiento de nuestra nación y que la historia oficial oculta, negando vergonzosamente los cimientos de su fundación”.
“Es una pacificación que no ha terminado”, añade. “Sistemáticamente se han implementado políticas represivas, montajes judiciales, militarización del territorio, hostigamientos, persecución, allanamientos, procedimientos judiciales viciados con testigos falsos, encarcelamiento de nuestros dirigentes y lo más terrible, el asesinato de nuestros hermanos”. “Ya están en la retina popular (Alex) Lemun, (Matías) Catrileo, (Rodrigo) Melinao  y otros tantos”, advierte en referencia a jóvenes asesinado impunemente por la policía. Aún así, “cada día la causa mapuche adquiere más adherentes y cuenta con la simpatía social. Existe un escepticismo frente a los medios de comunicación, la gente ya no se traga las mentiras y montajes. Existe un descreimiento generalizado a las instituciones que no  son nada más que los garantes de derecho de los poderosos”.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Historiador investigó cómo se ha construido imagen del “criminal” en Chile


                Historiador investigó cómo se ha construido imagen del “criminal” en Chile
                           Ociosos, pobres y borrachos: el prontuario de un estigma
Daniel Hopenhayn 17 Febrero, 2016 
Que la delincuencia y la impunidad están fuera de control ha sido una voz de alerta habitual en la historia de Chile. Que para frenar a los antisociales hay que adelantarse a sus intenciones, también. En su reciente libro “Construyendo un sujeto criminal”, el historiador Marco Antonio León investiga cómo la sociedad chilena y la criminología fueron modelando un estereotipo del delincuente entre los siglos XIX y XX. Los resultados son sugerentes cuando se vuelve a discutir sobre detenciones preventivas, pues delatan un endémico pavor al ocioso y desaliñado, mucho más que al confabulador o deshonesto.
“El elemento que proporciona mayor contingente a la criminalidad es la vagancia y la ociosidad; es contra esa gangrena social que debemos dirigir nuestro esfuerzo, porque cuando un criminal busca socios, los recluta entre los ociosos y vagos y éstos se prestan a todo porque no tienen nada que perder, y porque la ociosidad es la desvergüenza personificada. Se previene recogiendo todos los vagos, conduciéndolos a la oficina antropométrica para dejar en ella una impresión imborrable de su personalidad, con lo cual el individuo no podrá mezclarse en aventura alguna puesto que ya puede ser reconocido en cualquier lugar y en cualquier época”.
Este canto a la detención por sospecha no fue obra de un columnista exaltado, sino de un erudito en la materia. Corresponde al “Manual de antropología criminal y general” publicado en el año 1900 por el doctor Pedro Barros Ovalle, pionero en el Chile de entonces en la aplicación de los modernos métodos europeos de combate a la delincuencia. Resume ejemplarmente, además, tres de los fenómenos más interesantes que documenta Marco Antonio León en “Construyendo un sujeto criminal” (Ed. Universitaria). El primero, la fórmula vago-pobre con que las élites chilenas se han figurado al delincuente desde siempre y, por extensión, su atávica fobia al ocio callejero, suerte de limbo social que aprovecha el diablo para poseer a las bestias de la plebe. El segundo, la pretensión que afloró a fines del siglo XIX de convertir estos estereotipos en verdades científicas, con el auge de la escuela positivista que prometía diagnosticar y curar cualquier enfermedad social. Y por último, la persistente búsqueda –de parte del Estado– de instrumentos que permitieran identificar, fichar y amedrentar a quienes, por andar perdiendo el tiempo en la vía pública, son candidatos a llevar el delito en la sangre.
ROTOSOS VAGAMUNDOS

Es un dato de la causa que las ideas de emancipación social invocadas al nacer nuestra república no calaron muy hondo en las élites que, reinstalado el orden, se encargaron de “hacerla viable”. Convertir en protagonista de la historia a un populacho incapaz de pensamiento propio, esclavo de sus instintos y sus vicios, fue siempre un proyecto importante de postergar. León cita las impresiones que se llevó Longeville Vowell, un marino inglés que sirvió en Chile durante la década de 1820: “Los rotosos, así llamados por andar hechos pedazos, son fornidos, vagamundos, sin Dios ni ley […] si bien raras veces se les ve en épocas de tranquilidad, cuando permanecen en acecho en los barrios de Guangualí y la Chimba, pululan como lobos en las calles, en la expectativa de saqueo o cuando se ofrece alguna reyerta o revolución. La presencia de esas figuras escuálidas y de aspecto salvaje en la Plaza o en otros sitios públicos concurridos, es seguro indicio a los habitantes de Santiago de que se aproxima alguna revuelta política, pues saben desde tiempo atrás que son agentes siempre listos para tomar parte en cualquier tropelía”. Esta sensación de vivir entre animales dio sustento a un discurso piadoso hacia el marginado, aunque al costo de tratarlo, efectivamente, como animal. El diario El Araucano, inspirado por Diego Portales, se refería en 1931 a la “ignorancia semi-salvaje en que vive nuestra plebe, porque careciendo absolutamente de toda idea de moral, no estando acostumbrada a hacer uso de la razón, y no habiéndosele inspirado desde la infancia sentimientos de humanidad, se deja arrastrar por las pasiones más perniciosas”.
Así, la bestia con tiempo libre sería también el modelo para explicar un problema que, como lo muestra el libro en cuestión, ha sido considerado “fuera de control como nunca antes” en sucesivas etapas de nuestra historia: la delincuencia. Lo que en tiempos de la Colonia pudo ser el forajido errante que no se inquilinaba en las haciendas, en las emergentes ciudades capitalistas era el que vagaba por la urbe sin trabajo ni moral. “Nadie ignora que los tahúres, los ladrones y las prostitutas se reclutan entre vagos y mal entretenidos. Estas son las peores especies de vagos, y por cierto que en nuestro país abundan, ya demasiado…”, advertía El Comercio de Valparaíso en 1858. “El gañán y el roto de las ciudades y del campo es vagabundo por naturaleza, ratero por inclinación”, escribía por su parte Marcial González en 1889.
Incialmente, se persiguió este flagelo destinando a los ociosos a trabajos forzados en obras públicas o al Ejército y la Marina, además de la propia sanción a la “vagancia” que prohibía a los holgazanes deambular por calles y plazas. Estas medidas, acompañadas de otras más benevolentes –educación moral, caridad–, resultaban desde luego estériles y hasta nocivas. Que las cárceles son escuelas del delito, convirtiendo a lanzas de ocasión en bandidos encarnizados, también se viene constatando desde que Chile es Chile. Un impetuoso Sarmiento lo denunciaba en los años de Manuel Bulnes. El problema es que lo mismo ha sucedido con la queja por la impunidad desatada, rastreable desde 1814 en El Monitor Araucano, dirigido por Fray Camilo Henríquez: “Los crímenes se multiplican a proporción de la impunidad de los delincuentes. […] Una piedad mal entendida eriza al país de robos y asesinatos”.  ¿Qué hacer, entonces, contra ellos?
LA CIENCIA DEL CRIMEN
Promediando el siglo XIX, en los dominios del saber cobró fuerza la utopía de que el método científico servía para descifrar no sólo las leyes de la naturaleza, sino también las que rigen la sicología humana. Este optimismo no tardó en aplicarse al estudio del crimen, que al fin sabría dar con la fórmula racional para secar el árbol del mal desde sus raíces. Ocurrió más bien lo contrario: los viejos estereotipos y prejuicios tomaron cuerpo de teorías científicas, lo que en realidad no los volvió más racionales sino más delirantes. Factores como la raza y la fisonomía de una persona pasaron a ser indicios de una futura conducta delictual.
León dedica la mayor parte de su investigación a esta alianza intelectual –importada desde Europa– entre médicos, juristas y jueces, que vinculó la pobreza material y la decadencia moral del bajo pueblo en un mismo discurso de “higiene social”. Una figura clave fue el científico italiano Cesare Lombroso (1835-1909), quien sentó las bases de la antropología criminal tras diseccionar el cráneo de un famoso maleante calabrés y observar anomalías que interpretó como resabios de salvajismo animal, relación que luego extendió a otros rasgos morfológicos: frente baja y curva, orejas grandes con forma de manija, nariz plana y curvada hacia arriba, grandes incisivos medios, brazos largos y simiescos, entre otros. Es decir, el comportamiento criminal era el síntoma una enfermedad biológica, producto de una degeneración involutiva. En los círculos intelectuales de la época (1875 en adelante), estos burdos conceptos encontraron algunos opositores y muchos seguidores. Quizás aportaban –aventura el historiador– una posible legitimación de las jerarquías sociales (el problema de fondo no era la pobreza, sino el cuadro clínico que la pobreza contribuía a gatillar), pero además encajaban con las teorías en boga sobre la dispareja “evolución de las razas”. Son años en que la clase dirigente chilena discute sobre traer ingleses o alemanes para mejorar la cepa criolla, al tiempo que los mapuches ven crecer su mala fama en un país que los identifica con sus dos lastres sociales históricos: la haraganería y el alcoholismo.
Lo anterior no significa, como hace notar León, que el entusiasmo por esta antropología del crimen haya sido cosa de conservadores y reaccionarios. También muchos progresistas –europeos y chilenos– vieron en ella un enfoque terapéutico para sus ideas de regeneración social. Enrico Ferri, seguidor de Lombroso, fue quien ató esos cabos: “El medio social da forma al delito, que tiene su base en el factor biológico”, decretó. Ferri vino a Chile en 1910 y dio tres conferencias en el Teatro Municipal. Como “alumno del gran Lombroso” lo anunció El Mercurio de Santiago, y más aún: “el San Pablo de la nueva ciencia penal”. Entre su audiencia hubo políticos radicales y socialistas, además del futuro presidente Arturo Alessandri y dirigentes estudiantiles de la U. de Chile, todos unidos por la ideología del progreso y la ciencia médica de lo social: “La sociedad no debe mirar con odio al delincuente, como tampoco mira con odio al loco ni al apestado”, les dijo Ferri. “Pero debe defenderse de ellos”, agregó.
LA REVOLUCIÓN DEL CARNET

Es interesante constatar que nuestra actual foto carnet no fue una derivación –como se escucha decir a veces– del retrato fotográfico que hacía las veces de carta de presentación social, sino de los álbumes de malhechores que se confeccionaban en las cárceles. Las primeras galerías de la Penitenciaría de Santiago datan de fines de la década de 1860. Antes de eso, el reconocimiento de los delincuentes quedaba librado a la memoria visual de los policías (de ahí que en la Europa del Antiguo Régimen se usara “marcar” al criminal con mutilaciones). Estos retratos aportaron lo suyo para confirmar la imagen del criminal como un sujeto desaseado y de semblante bestial. No por nada en la Revista Forense Chilena, el año 1900, se consideraba “un hecho averiguado que el tipo de criminal en Chile es un ser raquítico, vicioso, degenerado”.
Los reclusos no tardaron en aprender a burlar este sistema, cambiando sus vestuarios o desfigurando el rostro ante la cámara, lo que obligó a instaurar la famosa foto de perfil. También apareció, a fines del siglo XIX, la filiación antropométrica, basada en tomar al individuo sus medidas óseas, y que gozó de un breve reinado antes de ser superada por el registro de la huella dactilar, técnica difundida en las primeras décadas del siglo XX.
Pero en ciudades cada vez más grandes y con más gente circulando, las policías fueron reclamando medios para tener identificada a toda la población y no sólo a los reos. “Ningún problema es más interesante, desde el punto de vista policial, que el que se relaciona con la identificación de las personas”, se afirmaba un Boletín de la Policía de Santiago en 1916. Nació así el carnet de identidad, una idea revolucionaria que, pese a su primer carácter voluntario, fue duramente resistida por una sociedad que consideró la filiación como vejatoria de la dignidad personal. Se impuso, sin embargo, la necesidad de las policías, y en 1924 se estableció la obligatoriedad, para todos los residentes en Chile mayores de 18 años, de obtener su libreta de identidad y renovarla cada cuatro años, so pena de multa conmutable por prisión. Decreto seguido, un año después, por el que creó el Registro General de Condenas, administrado por el Registro Civil.
Evidentemente, asociar la delincuencia a factores biológicos se volvió insostenible con el tiempo y los estudiosos del crimen entendieron que los infractores de la ley no son una masa homogénea de seres anormales. Contribuyeron a eso la evolución de las ideas sociales y la proliferación de delincuentes de traje y sombrero, que a partir de los años 40 entraron a dar un toque de glamour a las galerías de presidiarios. Por cierto, los estigmas disparatados no desaparecieron del todo. También en los años 40, por ejemplo, un curso para el Personal de Prisiones diferenciaba las conductas delictivas de “negros”, “amarillos”, “blancos” y “araucanos”.
Pero mucho más arriesgado sería decir que también quedó obsoleta la concepción del “criminal en potencia” como aquel que practica la vagancia y el ocio flagrante, sobre todo si se permite esos lujos siendo joven y pobre. De lo más curioso entre las citas que recoge León son los numerosos reclamos por la situación inhumana que se vive al interior de las cárceles, pero que a su vez son implacables con quienes llevan vidas licenciosas fuera de ellas. En sus “Reflexiones sobre materia penal” (1922), el autor Alfredo Cañas O´Rian exige clemencia con los reclusos y hasta propone excarcelar a quienes pueda estimarse que no van a reincidir, pero describe a vagos y mendigos como “parásitos humanos” y remata: “Generalmente su hogar es el prostíbulo, en donde viven amancebados con mujeres inmundas y asquerosas”. Una arraigada ambigüedad nacional, al parecer, entre la piedad por el vicioso caído en desgracia y la repulsión por el que camina entre nosotros, reacio a dar garantías de su disciplina cívica y serio aspirante a una detención preventiva para mantenerlo a raya. Ya lo decía en 1912 un artículo de El Despertar de los Trabajadores, diario ícono de la prensa obrera y socialista, encomiando la integridad del obrero del salitre: “Mientras más intensa es la labor diaria del individuo, menos lugar en su mente queda para el crimen”. Prejuicio con evidencias a su favor, quizás, pero con demasiado prontuario en sus antecedentes como para no darle trato de sospechoso. 

domingo, 14 de febrero de 2016

El post post boom. Un mapa posible de la literatura latinoamericana

Ocho escritores jóvenes del continente subrayan su marca: la diversidad
Joaquín Sánchez Ma LA NACION DOMINGO 14 DE FEBRERO DE 2016
Si existiera un manual de instrucciones para construir una tendencia, el primer paso podría ser nombrar eso que estamos por crear. Enunciar el boom para salir a buscarlo. Luis Harss, por caso, le puso Los nuestros a ese libro en el que aúna las entrevistas a los escritores que luego conformarían el famoso boom latinoamericano. Por potencia propia la selección pegó, pero había algo más, acaso el segundo paso de nuestro manual: los escritores elegidos tenían algo en común. De ese realismo mágico a hoy se ha intentado infinidad de veces versionar el boom, el post boom y el anti boom. Todas explosiones -ninguna tan celebrada como la primera- que buscaban reagrupar la literatura sudamericana. Pero la expansión radioactiva de esas bombas pareciera haber llevado la cuenta a cero. Así como Einstein decía que no sabía cómo sería la tercera guerra mundial pero que la cuarta sería con garrotes y palos, los escritores latinoamericanos actuales poco parecen tener que ver con aquellos otros, algunos apenas padrinos de los de ahora pero por simpatía, porque hay que entregar la corona.
El tercer paso de nuestro manual podría ser esto que estamos haciendo: trazar un mapa de esos vasos comunicantes que, si bien no tienen nada en común, tendrán al menos la toma de distancia respecto de la tradición. En eso coincide nuestra selección: ninguno dice honrar a sus padres; y sus padres, por otra parte, son todos distintos. Entonces, ¿quiénes son hoy los nuevos escritores latinoamericanos? Decenas. ¿A quiénes vale la pena prestar atención? Imposible responder esa pregunta sin voluntad de fundar un canon. Pero los cánones hermanan piezas de rompecabezas discordantes y no es nuestra voluntad pontificar sobre lo que sí y lo que no. Apenas dibujar un horizonte. El Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici), así como muchos de los festivales de cine más importantes del mundo, tiene una sección que se llama Panorama. Allí se da una muestra de lo que se está produciendo y a lo que vale la pena prestar atención, algo así como un estado de situación. Esta nota sería algo parecido, un despliegue de las posibilidades literarias que da el continente, exceptuando Argentina, por la imposibilidad de elegir una por sobre otra.
Si hay algo común entre quienes componen esta nota es difícil decirlo. No en los temas ni en los tonos, en ocasiones reversos unos de otros. No en la moda ni en las corrientes (pocos de ellos pueden verse juntos en las revistas o papers literarios). Tampoco en las ventas: aunque todos los autores aquí reunidos tienen libros disponibles en la Argentina, ninguno de ellos es un best seller mundial. Los une sí la generación y la presencia de Internet, casi siempre de manera espectral, como una sombra que no quieren ver. Y los une, de la forma caprichosa en que suceden estas cosas, compartir esta página de diario. Los une que ahora, de algún modo, ellos también se volverán los nuestros.
Luis Chaves (Costa Rica, 1969)
Como un salvapantallas al revés, el personaje de Chaves se lanza a la noche costarricense, duerme en un auto con una chica, tiene una erección que luego lo deja con el miembro como un cadáver pegado a su pierna. Vuelve a girar la pantalla, como si alguien moviera un mouse para despertarlo de su distracción, y aparecen nuevos recuerdos, o más bien momentos del presente: Chaves con 44 años y una familia, hijos que empiezan a escribir sus propias palabras, un diario íntimo de pequeñas guerras personales. Algo así de ecléctica es la novela Salvapantallas, de Luis Chaves, que publicó Seix Barral. De origen poeta, el escritor nacido en Costa Rica y que vive actualmente en Berlín por una beca, pasó unos años en Buenos Aires, tiempo en el cual no sólo recogió amistad con escritores locales sino también cierta temática compartida y un modo del decir. La afinidad no pasa desapercibida: Nacho Iraola, director editorial de de Planeta, ya planea publicarle todo lo que tenga y, con entusiasmo, llama al escritor el "Fabián Casas tico", por esa mezcla de poesía y coloquialismo en su forma de narrar.
-¿Cuál es tu relación con lo latinoamericano?
-Todo. Nací y crecí en ciudades pequeñas, en un país prácticamente invisible para el radar de los medios mundiales. Un país en el centro del continente americano. Toda la materia prima que uso para escribir viene de ahí, de esos olores, de esos colores y sombras, de esos ritmos, sabores, maneras de hablar y de relacionarse, neurosis culturales. Ahora, lo que es diferente es el cliché de lo latinoamericano, eso es otra cosa, es una caricaturización que poco tiene que ver con lo otro que mencionaba.
-Mayormente, ¿de dónde han salido las ideas para tus novelas o cuentos?
-De lo que veo y escucho. También de experiencias personales, alteraciones o collages de esas experiencias. Si he "inventado" algún personaje o situación, estoy seguro de que raspando un poco la superficie encontraría el lugar exacto de donde viene.
-¿Te sentís afín a alguna corriente de escritores actual?
-Quiero creer que sí. No tanto a una corriente pero sí a una generación en la que hay vertientes diversas. Incluso diría que hispanoamericana, más que latinoamericana.
-Si tu obra fuera la de alguien más y no la tuya, ¿qué dirías de ella?
-¡Qué difícil! A ver, tratemos: que me gustaría tomarme unas cervezas con el autor.
-¿Sos escritor por accidente, vocación o fatalidad? En cualquier caso, ¿por qué sos escritor?
-Siempre me hago esa pregunta. ¿Cuándo se inocula ese germen? ¿Cuándo se implanta ese chip? En la casa de mi infancia no había literatura, apenas algunos discos y revistas. Mis padres no son lectores, ni melómanos. No iban al cine ni al teatro. Iban a misa y ver fútbol y boxeo. Mi abuela materna me enseñó a leer con los titulares del diario. Y nada de esto es reprochable, por supuesto. Lo que quiero decir es que me intriga de dónde vino esa necesidad, una vez que aprendí a leer, a leer todo lo que caía en mis manos. Ese tipo de obsesión por la lectura que termina, años después, en lo inevitable: la escritura.
-¿Qué autores influyen en tu obra?
-Es difícil responder esa pregunta sin caer en una especie de "wishlist". Hay periodos, no leo lo mismo que me obsesionaba a los 20 años. Y estoy seguro, a mi edad de ahora, que tanto influyen en uno las obras que te gustan como las que no, como aquellas del otro lado de la línea trazada de "estos son los míos".
-¿Qué es la escritura y qué es la literatura para vos, si es que hay alguna diferencia entre ellos?
-Leer siempre será mejor que escribir. Uno siempre más de lo que escribe, dichosamente. Escribir no es como andar en bicicleta, algo que se aprende. Por lo tanto, tampoco algo que se enseña. Lo único que se parece un poco a "una manera de aprender a escribir" es la lectura.
-¿Creés en la inspiración o en el trabajo?
-Soy poco metódico, poco disciplinado. Por temporadas me vuelvo muy "productivo", luego vienen temporadas de pasividad. Supongo que esas ráfagas de productividad es lo que se conoce como inspiración pero tengo dificultad en llamarle así tal vez por el halo de cursilería que la rodea.

Valeria Luiselli (México, 1983)
Nació en México, fue criada en Corea, en Sudáfrica y en la India, y actualmente vive en Nueva York. Escribe en español y en inglés. Su última novela es La historia de mis dientes (Sexto Piso), la vida del subastador Gustavo Sánchez Sánchez, alias Carretera, que va recopilando recuerdos a partir de piezas dentales que subastó a lo largo de su carrera. Es autora de la novela Los ingrávidos y el libro de artículos Papeles falsos, pero en La historia de mis dientes prueba una estructura diferente, por momentos clásica pero a su vez innovadora por la explicitación de ese supuesto clasicismo, que al final nunca es tal.
-¿Te sentís afín a alguna corriente de escritores actual?
-No pienso en la literatura como una serie de corrientes delimitadas, sino más como un mapa donde se cruzan y superponen lenguas, temporalidades, estilos, temas. Tampoco creo que haya tal cosa como una "poética latinoamericana": todos leemos de manera transatlántica y transpacífica, por decirlo de un modo. Sí creo que existe algo así como una "obra colectiva". En ese sentido, me siento parte de una constelación de autores, muchos latinoamericanos, que están en conversación unos con otros. Me interesan los cerebros de gente como Samanta Schweblin, Guadalupe Nettel, Laia Jufresa, Daniel Saldaña París, Alan Pauls, Alejandro Zambra, Álvaro Enrigue o Lina Meruane, y procuro leer todo lo que escriben.
-Mayormente, de dónde han salido las ideas para tus novelas o cuentos?
-Escribo con mucha atención a lo que ocurre entorno a mí mientras estoy trabajando en un texto. Permito que todo -una conversación pasajera escuchada en el metro, una línea que leí ese día, una pregunta de mi hija- deje una especie de "huella" o "accidente" en mi trabajo. Mis libros son una especie de registro de lo cotidiano, atravesado por la ficción.
-Si tu obra fuera la de alguien más y no la tuya, ¿qué dirías de ella?
-¡Voy a evadir esta pregunta! Diga lo que diga, va a ser mentira.
-¿Sos escritora por accidente, vocación o fatalidad? En cualquier caso, ¿por qué sos escritora?
-Me dedico a escribir porque es la única actividad que sé hacer bien y porque es la única cosa que me hace sentir que la vida diaria es más que una sucesión de días en calendario.
-¿Qué autores influyen en tu obra?
-Creo que cada uno de mis libros está en conversación con autores distintos - y ninguno de esos libros esconde sus influencias. Al contrario, mis libros funcionan como mapas a otros libros. Si abres casi cualquier página de un libro que yo haya escrito, encuentras el nombre de un autor, o el título de una obra.
-¿Cuál es tu relación con lo "latinoamericano"?
-Mi relación con lo latinoamericano es francamente cursi. Crecí en Corea del sur, en Sudáfrica y en la India, y ahora vivo en Nueva York. Pero de algún modo siempre he estado rodeada de latinoamericanos -expatriados, exiliados o perdidos. Así que mi relación con lo latinoamericano está lleno de nostalgia por una especie de "paraíso perdido" en el cual nunca he vivido.
-¿Creés en la inspiración o en el trabajo?
-La inspiración no existe. Se escribe desde el coraje y la rabia, desde el deseo, desde cierta nostalgia, o desde el gozo.
-¿Cómo es tu forma de ser?
-Le tengo fobia a los micrófonos y a los puentes peatonales. Hablo quizá más lento y más bajo de lo que debería. Lloro con las películas infantiles. Soy tímida y ñoña. No sé contar chistes. Soy ferozmente leal con mis amigos. No soporto la hipocresía. Soy disciplinada pero también, a ratos, excesiva. Creo que soy alegre, pero tal vez eso sea una puñeta mental.

Carol Bensimon (Brasil, 1982)
Polvo de pared, publicado en Argentina por editorial Dakota, incluye tres historias perfectamente diseñadas. Muy bien escritas, sí, con un tono muy preciso, también, pero sobre todo diagramadas, tratadas como una obra arquitectónica. Tres cuentos distintos con algunos puntos en común: la decadencia, las construcciones, el cambio de las cosas. Nacida en Porto Alegre hace 33 años, dice que la mayoría de sus amigos no son escritores, que "desgraciadamente" está más expuesta a obras norteamericanas y europeas que latinoamericanas, pero que sí ve referencias generacionales en los escritores nacidos cerca de los años 80.
-¿Creés en la inspiración o en el trabajo?
-La inspiración y el trabajo son complementarios, pero como el sentido común se basa demasiado en la primera, hay que defender el segundo con mayor rigor. Por supuesto, esto puede ser explicado con mi personalidad. Yo, por ejemplo, no soy de esas personas que está rodeada de amigos en un bar y de repente tiene una idea para una escena de novela. Creo que hay gente así, pero en mi caso tengo que hacer espacio en mi vida para que surjan las ideas. De alguna manera eso se puede considerar trabajo.
-Si tu obra fuera la de otro y no la tuya, ¿qué dirías de ella?
-Diría: "¡Esta persona está obsesionada con ruinas y lugares abandonados!".
-¿Cuál es tu relación con lo "latinoamericano"?
-Siento que aquí en Brasil no nos sentimos tan en América Latina como deberíamos. La lengua nos aísla, y tal vez el propio tamaño monstruoso de nuestro país. Pero se necesitan sólo 30 minutos en una ciudad mexicana para sentir la "unidad" con mucha fuerza. Por desgracia, nuestras referencias culturales se cruzan muy poco, y es más común de estar expuestos al arte producido en los Estados Unidos y Europa que al realizado por nuestros vecinos.
-¿Te sentís afín a alguna corriente de escritores actual?
-Lo que puedo ver son referencias generacionales en los escritores que nacimos en los años ochenta, quizás incluso ciertos conflictos o relaciones con el mundo. Pero creo que los estilos y proyectos literarios son muy diversos.
-¿Sos escritora por accidente, vocación o fatalidad? En cualquier caso, ¿por qué sos escritora?
-Cuando era niña sentía una atracción muy fuerte por la ficción. No sólo por el consumo de historias de ficción sino por la creación de esas historias. Con la ficción puedo dar forma a historias que no sucedieron y que al mismo tiempo tocan temas o sentimientos que me conmueven de alguna manera. Además, está el lado más concreto: puedo trabajar en casa y con temas muy variados. Cada año de mi vida es muy diferente del anterior.
-¿Qué autores influyen en tu obra?
-Siempre me complica cuando tengo que responder a esa pregunta. Puedo nombrar más fácilmente autores que me gustan -John Dos Passos, Céline, Cortázar, Faulkner-, pero es difícil saber lo mucho que están en lo que escribo. Quizás poco. Hay libros aislados, sin embargo, que siento que me han influido, ya sea en el tema, el tono, o algo más profundo que eso: Los dragones no conocen el paraíso (Caio Fernando Abreu), Revolutionary Road (Richard Yates ), y Middlesex (Jeffrey Eugenides), son algunos de ellos.
-¿Qué es la escritura y qué es la literatura para vos, si es que hay alguna diferencia entre ellos?
-La escritura puede ser un paso previo a la literatura, algo incompleto, lo que antecede a la transformación. Es es lo que sucede en mi cuaderno y enfrente de la computadora, donde corto y pego frases y armo una especie de rompecabezas. La literatura me parece el producto final. Es cuando descubro (y no siempre sucede) acerca de qué estaba escribiendo. También es cuando el texto llega a la gente. No hay literatura sin el otro.
-Mayormente, ¿de dónde han salido las ideas para tus novelas o cuentos?
-En el caso de Polvo de Pared, las historias aparecieron en la observación de experiencias que no me han pasado directamente. Yo diría que los elementos arquitectónicos, que son casi como personajes para mí, sobre todo en este libro, fueron los factores desencadenantes del proceso creativo. Por lo demás, yo diría que mis novelas o historias surgen del deseo de trabajar ciertos temas, ciertos escenarios, ciertos tipos de personas. Y hay un segundo paso que es tratar de dar una coherencia a esta maraña de cosas.
-¿Cómo es tu carácter, tu manera de hablar, tus modos sociales?
-Soy mala para hablar en público, pero alegre en pequeños grupos. Me gusta escribir al aire libre. Soy diurna. Casi no bebo. Las plantas me fascinan. Gasto dinero en libros, música y comida. Tomo mate todos los días. Tengo amigos increíbles, casi ninguno es escritor. Necesito un hogar sólido, rutina, hábitos; pero también siento atracción por la aventura y la eterna juventud.

Maximiliano Barrientos (Bolivia. 1979)
En España despierta entusiasmo por un libro que acá es difícil de conseguir: La desaparición del paisaje, una novela. En Argentina, donde cada vez se publican más cuentos y textos breves, la vía de acercamiento es Una casa en llamas, un libro de relatos publicado -y presentado- recientemente por Eterna Cadencia. Llenos de violencia, con la inflamación que ya se desprende del título, los cuentos van bullendo desde un subconsciente del que Barrientos es, paradójicamente, muy consciente: dice que no escribe desde el ego sino en su contra. Tal vez por eso se explique que sus relatos, de un modo u otro, siempre terminan con alguna forma de la desintegración, como si la violencia no pudiera tener otro destino que ése. Ni folclorismo de color ni europeísmo santacruceño, su prosa está atravesada por la cultura norteamericana -el cine, sobre todo-, el barro del punk y la a veces tierna agresividad del rock.
-¿Te sentís afín a alguna corriente de escritores actual? ¿Creés que hay hoy en América Latina una poética, estilo o temática común?
-Creo que ahora lo que se da es una diversidad total. El proyecto de una literatura nacional, que era parte esencial del boom, ha fracasado. Ya nadie escribe para explicar o representar el país de donde procede. Me gusta esa dispersión en la literatura latinoamericana, me parece sana. Claro que hay algunos rasgos que se repiten en algunos escritores, ciertas influencias comunes, pero no creo que haya una voluntad de agruparse bajo una misma concepción estética o política. El mapa es caótico y heterogéneo. Creo, en todo caso, que ésa es una labor que le pertenece a la crítica. Urge un intento de mapeo.
-Si tu obra fuera la de alguien más y no la tuya, ¿qué dirías de ella?
-Estoy convencido de que los libros no se escriben desde el ego, desde eso que llamamos yo, sino desde pulsiones y mecanismos que anteceden a esa construcción. Me cuesta aceptar la idea de que los libros son míos. Se cuelan aspectos de mi subjetividad, de mi personalidad, de mi clase social, pero creo que lo esencial va por otro lado, por los rumbos del inconsciente, por pulsiones que se cuajan en las historias que luego edito y formulo como libros.
-¿Sos escritor por accidente, vocación o fatalidad? En cualquier caso, ¿por qué sos escritor?
-Porque la pulsión estuvo ahí, y porque nada me da más consuelo que poder escribir y contar historias. Nada alivia el ruido en la cabeza como el sencillo acto de contar. Y porque supongo que la escritura, en un nivel consciente, es un acto de generosidad, de devolver -en lo posible- parte del efecto que uno obtuvo como lector. En ese sentido, la literatura también es un proyecto colectivo, porque responde a un mural de voces que continuamente se están retroalimentando.
-¿Qué autores influyen en tu obra?
-No sé si influencias porque a veces hay que ganarse las influencias, pero estos son algunos de los escritores que he leído con devoción a lo largo de mi vida: Cormac McCarthy, Juan Carlos Onetti, Juan José Saer, Hemingway, Faulkner, Carver, Viel Temperley, Agota Kristoff, T.S. Eliot, Zbigniew Herbert, el Denis Johnson de Hijo de Jesús. James Salter (especialmente como cuentista, y especialmente en un libro llamado La última noche).
-¿Cuál es tu relación con lo "latinoamericano"?
-Desconfío de los términos que definen e imponen una identidad. Creo más en lo que está siempre movilizándose, fluyendo, desarticulando la idea que se tenía de ciertas cosas. Me resulta difícil aproximarme a un concepto de lo latinoamericano, especialmente en tiempos de una cultura globalizada donde el acceso a la información y a la literatura y al cine y a la música de tantos rincones del mundo está al alcance de la mano de todos. Me gustan esas obras mutantes que se están produciendo ahora en Latinoamérica gracias a ese acceso a la información que estamos teniendo. Por suerte salimos del ostracismo en el que vivían escritores de otras generaciones. Lo que no quiere decir que se dé una pérdida de rasgos locales, todo lo contrario, se los aborda desde otro tipo de técnicas y estrategias narrativas. Como ejemplo, podemos citar novelones como los que escriben los colombianos Tomás González y Evelio Rosero. Qué libros más locales y más universales que Primero estaba el mar y Los ejércitos.
-¿Qué es la escritura y qué es la literatura para vos, si es que hay alguna diferencia entre ellos?
-La literatura es la forma con la que conecto con el mundo, con la que salgo de esa ilusión de aislamiento radical en la que viven las conciencias, o al menos mi conciencia. También es una plataforma donde circulan voces e impulsos que, si no fueran por los libros, se mantendrían como un contenido reprimido y traumático. La literatura y la escritura es, junto a todo lo que he mencionado, violencia, una violencia simbólica que no daña a nadie pero que sacude y despierta y permite que se den ciertas conexiones. Una violencia trabajada desde la técnica, dirigida, manipulada por la forma: a ese cruce es a lo que llamo estilo.
-Mayormente, ¿de dónde han salido las ideas para tus novelas o cuentos?
-Comienzan como imágenes y situaciones y luego se van ordenando de forma narrativa. Algunas nacen de un material autobiográfico, otras desde un plano puramente imaginativo, pero luego todo se transforma y contamina en ficción. No necesito saber mucho más a la hora de escribir, por eso nunca tomo apuntes ni realizo investigaciones de ningún tipo. En la medida en que soy muy consciente de por dónde tengo que ir, dejo de interesarme por lo que estoy narrando. Me gusta perderme en la historia, me gusta tener algunas pautas de ruta, pero no mucho más.
-¿Creés en la inspiración o en el trabajo?
-Creo que los dos son esenciales. Creo, sin embargo, que lo principal es el talento, ya que sin este la inspiración y el trabajo son una pérdida de tiempo. Claro que el talento es un acto de fe, y lo único que nos queda es creer. En la literatura también se da la famosa apuesta de Pascal.
-Si pudieras describir cómo sos como persona en pocas líneas, ¿qué dirías?
-Nací en Santa Cruz de la Sierra, la parte oriental de Bolivia, por lo tanto mi acento es el de cualquier camba, aunque el mío es un tanto híbrido, contaminado, ya que mi padre es chaqueño y mi madre es argentina, de la provincia de San Juan. Tengo muchos conocidos pero un reducidísimo grupo de amigos. Me cuesta sociabilizar con desconocidos porque supongo que soy tímido, pero una vez que lo hago, y si en el proceso se vacían algunas cervezas, todo empieza a ir bien. No sé si tengo fobias, sí sé que tengo vértigo, una pesadilla frecuenta es caerme de un avión. Al comienzo me costaba mucho hablar en público, pero luego, cuando me convertí en docente, ese temor se fue atenuando. Soy un fanático de las artes marciales mixtas, me paso horas enteras viendo peleas. Cuando era adolescente era metalero, ahora soy un oyente ecléctico que escucha desde Miles Davis hasta Motorhead. No puedo estar un día sin leer, pero al mismo tiempo detesto esa literatura que hace del oficio de escritor su tema: me parece narcisista y ególatra

Diego Zúñiga (Chile, 1987)
Su primera novela, Camanchaca, narra en brevísimos capítulos la historia de un chico que viaja con su padre por el desierto de Atacama y recuerda los secretos, las miserias, las idas y venidas de su familia. Como si se lo dictara todo una voz fantasmagórica, el chico narra postales. Es un libro potente y breve que despertó expectativas. Como siempre en la prosa trasandina, las palabras se acomodan de manera poética en su lenguaje, como si cada chileno tuviera una canción que revelarle al mundo.
Su segunda novela, Racimo, gana en extensión y ambición. También publicada por Random House y también ambientada en el norte de Chile, ahora el protagonista no es un Zúñiga adolescente, sino un fotógrafo que se enfrenta a la inoperancia y oscuridad de las autoridades locales luego de la desaparición de varias chicas.
-¿Creés que hay hoy en América Latina una poética, estilo o temática común?
-No estoy seguro de que haya una poética que una a esta generación. Quizá habría que pensar también de qué generación hablamos. ¿Los que nacieron en los años 70? ¿Los que nacieron en los años 80? ¿Los que empezamos a publicar después de 2000? Ahora, más allá de esas precisiones, me parece que si pensamos en la gente que empezó a publicar hace diez años, pues me gusta que los proyectos sean muy diversos, que cueste encasillarlos o etiquetarlos. Me gusta que Valeria Luiselli comenzara publicando un libro de ensayos, o que Alejandro Zambra se arriesgara con un libro inclasificable como Facsímil, o que muchos de los mejores libros publicados por estos autores sean conjuntos de cuentos (pienso en escritores como Mariana Enríquez, Federico Falco, Alejandra Costamagna, Rodrigo Hasbún, Samanta Schweblin, Juan Pablo Roncone, Luis Negrón, por citar algunos), o que apuesten por lo autobiográfico y lo hagan con talento (como ocurre en los libros de Mauro Libertella) o que decidan arriesgarse en cada libro y evitar la repetición (Juan Cárdenas y Yuri Herrera son ejemplos de ese riesgo), o que transiten con libertad por los géneros, como Gonzalo Maier. Supongo que me siento afín a esos proyectos, a la idea de escribir los libros que queremos escribir y no los que nos impone alguien (el mercado, la crítica, los editores).
-¿Sos escritor por accidente, vocación o fatalidad? En cualquier caso, ¿por qué sos escritor?
-Digamos que por casualidad: un día me puse a leer y después me dieron ganas de escribir, y aquí estamos.
-¿Qué autores influyen en tu obra?
-Pienso en algunos libros que me han impactado en los últimos años: los cuentos de Hebe Uhart, Juan José Morosoli y Miguel Briante; los ensayos y novelas de Natalia Ginzburg; La promesa del alba, de Romain Gary; Stoner, de John Williams; los poemas de Tamara Kamenszain y de Susana Thénon; Música prosaica, de Marcelo Cohen; 2666, de Bolaño; El desierto y su semilla, de Barón Biza; La belleza del marido, de Anne Carson; Manual del distraído, de Alejandro Rossi; Historia de una absolución familiar, de Germán Marín.
-Cuál es tu relación con lo "latinoamericano"?
-Creo que una parte importante de mi formación como lector está marcada por lo latinoamericano: en un comienzo el boom y luego los que están a la orilla del boom (Ribeyro, Onetti, Rulfo, Lispector, Ibargüengoitia, Levrero). Creo que desde ahí me vinculo con lo latinoamericano: a través del lenguaje.
-¿Qué es la escritura y qué es la literatura para vos, si es que hay alguna diferencia entre ellos?
-Para mí, la literatura es un lugar de absoluto goce. Cuando escribo y sobre todo cuando leo, realmente soy muy feliz. Suena un poco ingenuo, pero nada.
-Mayormente, ¿de dónde han salido las ideas para tus novelas o cuentos?
-De algunas cosas que he vivido, de cosas que he escuchado o visto o leído, imágenes que aparecen de pronto y que producen un efecto en uno difícil de explicar, pero que terminan desembocando en la escritura.
-¿Creés en la inspiración o en el trabajo?
-En el trabajo, sobre todo, y en la paciencia para esperar a que aparezca eso que se supone que se llama inspiración.
-¿Cómo es tu carácter, tu manera de hablar, tus modos sociales, tus fobias?
-Es una pregunta difícil. Diría que me gusta mucho más -muchísimo más- escuchar que hablar, y supongo que eso me define. Creo.

Ana Paula Maia(Brasil, 1977)
Tal vez uno pasa por delante de De ganados y de hombres y sigue de largo como si nada. Pero si por algún motivo uno confía y lo abre, el resto del camino está resuelto. Publicada en español por Eterna Cadencia, la novela de Ana Paula Maia es el retrato de una serie de personajes difíciles de pensar literariamente. Gente que habla poco y presumiblemente mal pero que, en la narración de Maia, son el único universo posible. Ambientada en una especie de matadero, el protagonista es un "aturdidor", un especialista en dar el golpe que deja inconsciente al ganado antes de que lo maten. Pero un día las vacas empiezan a actuar distinto y estos personajes incapaces de normalidad intentan resolver -o entender- el misterio que los rodea.

-¿Cuál es tu relación con lo latinoamericano?

-Ahora siento que tengo una relación con Latinoamérica y eso es muy importante para mí. Estamos muy cerca y al mismo tiempo, distantes, lo que lamento profundamente. Me interesan mucho el cine y la literatura argentina, y el cine mexicano también.

-¿De dónde han salido las ideas para tus novelas o cuentos?

-De caminar por el mundo, de pensar el mundo que está, muchas veces, lejos de mí. No siempre me refiero al espacio geográfico. Hablo de distancias sociales. Tengo un interés particular por tipos embrutecidos, por historias en las cuales no es simple detectar alguna forma literaria que las exprese.

-¿Aportás a la obra colectiva de una generación o no creés que haya hoy en Latinoamérica una poética, estilo o temática común?

-No creo que haya un estilo o temática común en Latinoamérica. Además, no siento que los escritores estén haciendo o siguiendo una corriente. Me parece que es el reflejo de esta generación, para la que hay múltiples influencias e referencias.

-Si tu obra fuera la de alguien más y no la tuya, ¿qué dirías de ella?

-Diría que es una obra mordaz, directa y económica.

-¿Sos escritora por accidente, vocación o fatalidad? En cualquier caso, ¿por qué sos escritora?

-Un poco de cada, pienso. Nos es fácil saber cómo una persona se convierte en escritor. Pero yo sé que necesito pensar el mundo a través de la escritura. Y con esa reflexión y escritura hago la literatura. A mí me gusta el poder de las palabras y todas las cosas que son posibles de crear con ellas.

-¿Qué autores influyen en tu obra?

-Nelson Rodrigues, que es un dramaturgo brasileño; Dostoiévski, John Fante, entre otros.

-¿Qué es la escritura y qué es la literatura para vos, si es que hay alguna diferencia entre ellos?

-Para mi escribir es importante, pero no siempre que escribo estoy haciendo literatura. Los procedimientos son diferentes, hay mucho más detrás, un conjunto de factores muy importantes que convertirán esa escritura en literatura.

-¿Creés en la inspiración o en el trabajo?

-Creo un poco en cada cosa. Es necesaria la inspiración, pero la disciplina es un componente indispensable para organizar las ideas y permitir que se genere esa inspiración.

-¿Cómo es tu carácter?

-Hablo con suavidad y firmeza. Me gusta mucho escuchar a los otros. Conocer a los otros. Estar en lugares lejos de mi casa. En otras partes. Soy un poco frenética, pero me canso rápidamente. Pienso que tengo un carácter bueno, pero no todas las personas piensan lo mismo. Soy muy amiga, leal. A veces soy un poco tímida, pero en general no. No me gusta cuando hay muchas personas reunidas, digo, centenas. Me hace mal. Me gusta hacer bromas y es común verme sonriendo.

Jeremías Gamboa

(Perú, 1975)

En España una reseña de su primera y única novela, Contarlo todo, se tituló "el nuevo boom". La alusión, más que al estilo de Gamboa, hace referencia a que Mario Vargas Llosa es uno de sus padrinos. El Nobel leyó su primer libro de cuentos, Punto de fuga (cuya portada es una foto de Buenos Aires), y fue muy alentador en su devolución; luego, al leer la novela, se la presentó a la famosa editora Carmen Balcells: "Tienes que leer esto". Ésta es la información que precede al autor, pero su obra de algún modo nada tiene que ver con el boom. En Perú tanta pompa le jugó en contra: si bien Contarlo todo fue un best seller, también despertó un ejército de haters personales, gente que empezó a odiarlo porque sí. ¿Qué es lo "todo" que cuenta en la novela? No todo, no, pero sí una historia de ficción. O relativamente. La primera parte está basada en la experiencia literaria del protagonista, un muchacho que sin más se pone a contar su historia. La segunda parte es ese relato concentrado en el amor, el sexo, la amistad, los grandes descubrimientos de la vida. Hay mucho de la biografía del autor, pero él mismo se encargó de escindir vida y obra, alejándose de esa reproducción incesante de autoficción.

-Si tu obra fuera la de alguien más y no la tuya, ¿qué dirías de ella?

-Es difícil responder. Creo que diría que es un trabajo que ha aprovechado al máximo el de otros escritores por plasmar una experiencia específica. Es una narrativa realista que da cuenta de asuntos como el sentido de pertenencia, la búsqueda de un lugar en el mundo, los lazos de amistad y familia, y cierta condición migrante que torna áspera y tensa la relación de los personajes con la ciudad.

-¿Sos escritor por accidente, vocación o fatalidad? En cualquier caso, ¿por qué sos escritor?

-Imagino que "Contarlo todo" es un intento por responder esa pregunta. Descartaría fatalidad. Diría que la vocación fue producto de una cadena de felices accidentes y una predisposición interior.

-¿Te sentís afín a alguna corriente de escritores actual?

-Me siento un escritor actual, parte de una generación que explora la literatura con una amplitud de intereses y de recursos poco frecuente en la literatura en nuestro idioma. Dentro de esa generación me siento cercano a algunos autores de mi edad que hacen una literatura frontal de asuntos que no se quedan en la preocupación por lo "latinoamericano" o lo "nacional"; que se acercan con bastante libertad a asuntos como la familia, la identidad personal y los vínculos emocionales.

-¿Qué autores influyen en tu obra?

-Muchos. Puedo nombrar tres que han sido fundamentales en momentos diferentes de mi formación: Mario Vargas Llosa en el inicio de todo, luego Philip Roth y de un tiempo a esta parte V.S. Naipaul. Junto a ellos hay muchísimos más.

-¿Cuál es tu relación con lo "latinoamericano"?

-No me preocupa demasiado lo "latinoamericano" ni nombrar Latinoamérica. Me parece que el discurso periodístico lo hace mucho mejor y que la narrativa de ficción se puede abocar a otras cosas. No me preocupa el tema porque soy latinoamericano. Está dado en todo lo que escriba.

-¿Qué es la escritura y qué es la literatura para vos, si es que hay alguna diferencia entre ellos?

-La escritura es el trabajo, el proceso a través del cual el lenguaje se pone en tensión frente a lo que aún no ha sido nombrado. La literatura es el conocimiento o análisis del resultado de esas luchas solitarias y específicas de ciertas personas con el lenguaje y la realidad. Me interesa menos que la escritura. Me interesa que lo que escriba no parezca literatura en el sentido de que no parezca escrita, pero que lo sea.

-Mayormente, ¿de dónde han salido las ideas para tus novelas o cuentos?

De la experiencia. De lo cosas que he vivido, que he visto o que me han contado. Y de los libros que he leído y me han permitido darle forma a los materiales y a echar a andar la máquina de la imaginación narrativa que trastoca y altera todo.

-¿Creés en la inspiración o en el trabajo?

-En el trabajo que te permite alcanzar el estado de "conexión". No lo llamaría inspiración sino "conexión". Y esa conexión, ese vínculo con lo que escribes y con lo que nombra lo que escribes solo se consigue trabajando.

Margarita García Robayo

(Colombia, 1980)

Su último libro de cuentos, Cosas peores (Seix Barral), ganó el Premio Literario Casa de las Américas. Sin embargo, la conocemos en Argentina desde la novela Lo que no aprendí. Vive en Buenos Aires desde hace unos años y su tono fue, poco a poco, aporteñándose. No tanto su escritura, que de sutil por momentos se asemeja a un lenguaje sin patria. Algo así: una caribeña con el acento lavado que vive, como decía Borges, en la ciudad más europea del mundo.

-¿Qué autores influyen en tu obra?

-Muchos y variados. Desde Juan Rulfo hasta John Green. También me influyen películas, canciones, series, obras de arte. Soy permeable, pero también estoy convencida de que hay un momento en el que construyes una voz propia, esa especie de huella personal e intransferible, que hace que algo sea tuyo y sólo tuyo. En ese momento, el bagaje que traigas, las lecturas, las influencias, tu propia historia, pasan a ser un simple telón de fondo.

-¿Cuál es tu relación con lo latinoamericano?

-Latinoamérica es el territorio que más me interesa en términos narrativos. No suelo nominar los lugares donde ocurren mis historias, pero es fácil deducir que se trata de geografías periféricas, incómodas, caldos de cultivo para el resentimiento, la subversión, la fuga.
-¿Qué es la escritura y qué es la literatura para vos, si es que hay alguna diferencia entre ellos?
-La literatura es el arte supremo. Me parece que todo está ahí, que nada se le escapa. La escritura, para mi, es necesidad y, en un punto no siempre consciente, la ambición y la soberbia de querer inscribirme en el mundo a través de la literatura.
-¿Creés que aportás a la obra colectiva de una generación o no considerás que haya hoy en latinoamérica una poética, estilo o temática común?
-No creo que se pueda hacer eso de una manera muy consciente -quiero decir: "aportar a la obra colectiva de una generación"-. Escribo según mis necesidades temáticas y estéticas y es probable que -dado que la materia prima es, en buena medida, el tiempo que nos toca transitar- el resultado pueda inscribirse en algún tipo de expresión generacional.
-Si tu obra fuera la de alguien más y no la tuya, ¿qué dirías de ella?
-Que podría haberla escrito yo.
-¿Sos escritora por accidente, vocación o fatalidad? En cualquier caso, ¿por qué sos escritora?
-Me interesa la escritura como modo de comunicarse con el mundo. En ese sentido diría que soy escritora por necesidad. No encuentro otro modo más eficiente y placentero de mostrar lo que miro.
-Mayormente, ¿de dónde han salido las ideas para tus novelas o cuentos?
-De imágenes sueltas y de escenas puntuales que se fijan en mi cabeza y transito con ellas permanentemente, como un tormento, hasta que consigo encajarlas en una estructura, en general, narrativa.
-¿Creés en la inspiración o en el trabajo?
-Ambos. El trabajo, en todo caso, como un medio para encausar aquello que te viene "obsesionando" y necesitas poner afuera. Pero el trabajo en sí mismo (o sea, sentarse para realizar una actividad programada, rutinaria, muchas veces esforzada, como lo puede ser escribir) no me produce ningún respeto. Es más, tiendo a pensar que está sobrestimado.
-Si pudieras describir cómo sos como persona en pocas líneas, ¿qué dirías?
-Qué difícil, ¿qué te puedo decir? Lo único fáctico acá es que hablo con acento -ya algo lavado- caribeño. Lo demás es muy opinable. A ver, te puedo decir lo que me gusta y lo que no, y a partir de ahí puede que surjan algunos rasgos de carácter: me gusta el silencio, me gusta estar en mi casa, jugar con mi hijo, comer bien -mi marido es un gran cocinero-, o sea, puede decirse que tengo todo lo que me gusta, salvo el silencio, dentro de casa.
No me gusta el calor en la intemperie -sí bajo techo, con grandes ventiladores-, ni el sol, ni los mosquitos, ni las redes sociales.

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