El escenario de “La Batalla de Ideas”
Por Juan Valdés Paz*
2016-06-27 Cuba Posible, a petición del autor, reproduce de manera
íntegra el texto publicado por Juan Valdez Paz, Premio Nacional de
Ciencias Sociales, en el portal digital Progreso Semanal.
Los
científicos sociales cubanos vienen advirtiendo en las últimas décadas
acerca de los cambios observables en la sociedad cubana inducidos por la
crisis de los noventa, las estrategias implementadas para salir de la
crisis y los procesos de reformas en curso. Entre estos cambios se
destacan los referidos a la estructura social –demográfica, socio
clasista, ocupacional, de ingreso, de estatus, etc.-, a la instauración
de un mayor patrón de desigualdad y al incremento de la población en
situación de riesgo.
Vale agregar que a pesar de las políticas de
recuperación implementadas y de los avances logrados en una u otra
esfera, muchas de las condiciones externas e internas de la crisis y
muchos de sus efectos, se han extendido en el tiempo y la recuperación
socioeconómica es hasta hoy una tarea inacabada.
Sobre este
escenario se ha planteado el tema del “cambio de mentalidad”. Por una
parte, como el cambio requerido por la dirección política frente a las
tendencias burocráticas y centralizadoras del funcionariado, las que
dificultan el avance de las políticas de reformas; y por el otro, como
los cambios –espontáneos o inducidos- ocurridos en la subjetividad y
conducta de diversos sectores de la población. Algunos de estos últimos
cambios podríamos resumirlos como sigue:
• A pesar de que la
estructura de valores dominante en la población muestra la primacía de
valores patrios, humanistas y de solidaridad, se aprecia un corrimiento
en favor de valores particulares como el éxito personal, el compromiso
con la familia y la superación de los efectos de la crisis “por cuenta
propia”. El imaginario predominante hasta los años ochenta de que la
suerte común estaba ligada al progreso de la nación y que la suerte del
país era la locomotora que tiraba del conjunto de la población, se ha
modificado. De hecho, grupos en situación ventajosa o con recursos
materiales o intelectuales, han pasado a estrategias individuales de
recuperación aisladas de la suerte del país. La emergencia de un sector
privado de la economía y el auge de las relaciones
monetario-mercantiles, refuerzan esta tendencia hacia estrategias
individuales de superación de los efectos de la crisis y propósitos de
alcanzar un más rápido ascenso social.
• La crisis de los años
noventa ha sido identificada, interesadamente, como una crisis del
sector estatal de la economía lo que ha dado lugar a un imaginario de lo
privado como la esfera de la eficiencia y el progreso individual. La
gestión individual exitosa y los procesos de desestatización en curso,
vigorizan este imaginario.
• Los cambios políticos promovidos
desde los años noventa –reformas constitucionales, nueva ley electoral,
creación de los Consejos Populares, cambios en el liderazgo, consultas
públicas, etc.- han sido insuficientes para propiciar una mayor
participación de la población en los asuntos públicos, particularmente
entre los jóvenes. Los valores cívicos han tendido a sustituirse por la
anomia política de sectores de la población. La necesidad de nuevas
reformas políticas que favorezcan una mejor representación y mayor
participación de la población y sobre todo, la falta de una sucesión
política generacional, fortalecen esta tendencia a la creciente
despolitización y menor activismo de la población.
• A pesar
de la hazaña de sobrevivir a la crisis de los años noventa y de la
rápida recuperación ampliada de la política social de la Revolución,
componente fundamental del modelo de bienestar de los cubanos, la
dilación en la recuperación socio económica, así como la desaceleración
del desarrollo del país han propiciado un imaginario anti socialista que
se mueve desde valores socialdemócratas hasta valores liberales. El
imaginario relacionado con las experiencias asiáticas de “socialismo de
mercado”, la emergencia de una sociedad de la información dominada por
la cultura burguesa, el consumismo del american way of life, así como
una mayor exposición a los medias externos, sustentan estos valores.
• El predominio de los valores patrios no ha dejado de acompañarse
de manifestaciones de debilitamiento de la identidad y la cultura
nacional, tales como la subestimación o falseamiento de la memoria
histórica, la sobrestimación de lo foráneo, la irreverencia frente a los
símbolos nacionales, la penetración de corrientes culturales
neocoloniales, etc. El debilitamiento de la actividad educativa en el
país, el agotamiento del discurso hegemónico y las deficiencias de los
medios de comunicación social, han propiciado el incremento de estas
manifestaciones y de su permisibilidad entre la población.
•
No obstante los altos niveles de instrucción alcanzados por la
población, del creciente acceso de esta a la información y de su mayor
desarrollo cultural, los patrones de disciplina social y laboral, así
como de buenas costumbres, se han visto seriamente afectados por
tendencias a la indisciplina social y al deterioro de las normas de
convivencia. La debilidad de las autoridades para exigir el cumplimiento
de las normas de conducta legalmente establecidas, así como la
pasividad de la población frente a conductas impropias, han contribuido a
este deterioro.
A las condiciones antes descritas del escenario
nacional se agregan ahora las derivadas de la “normalización” de
relaciones entre Estados Unidos y Cuba. La estrategia declarada del
Gobierno norteamericano y sus seguidores, de subvertir al régimen
revolucionario por otros medios incluye, además de la promoción de unos
actores sobre otros –emprendedores, clase media, jóvenes, negros, etc.-
una dimensión ideológico cultural orientada a modificar la estructura de
valores dominantes en favor de aquellos que expresan su corrimiento
hacia una sociedad más individualista y competitiva.
Puesto que
la sociedad cubana actual es otra y no volverá a ser la que fue,
conocida la situación y las tendencias presentes en ella, declaradas las
intenciones de los adversarios del proyecto de nación y de sociedad
promovido por la Revolución y planteado el desafío de instaurar y
sustentar en la población una mentalidad comprometida con los valores
que sustentan tales proyectos; la reorientación de los cambios que
acaecen en la ideología y la cultura de los distintos sectores de la
población demanda: una estrategia específica y políticas públicas que
superen las condiciones que lastran su desarrollo; y una “batalla de
ideas” dirigida a preservar la estructura de valores promovidos por la
Revolución. Lo anterior supone, entre otras:
• Discernir los rasgos que asumirá la nueva sociedad cubana, así como los sujetos y actores que la caracterizarán.
• Concluir la superación de los efectos de la crisis e iniciar un nuevo ciclo de desarrollo.
• Mantener un mínimo patrón de desigualdad en la sociedad cubana y suprimir toda manifestación de pobreza o marginalidad.
• Implementar exitosamente las reformas en curso, así como
extenderlas al sistema político, civil y comunicacional. Explicitar en
todo proyecto de reformas sus salvaguardas socialistas.
• Elevar la eficiencia de las instituciones y el orden institucional del socialismo cubano.
• Encontrar el adecuado equilibrio entre educación personal y
coerción social con vista al auto disciplinamiento de la población.
• Completar la sucesión política y generacional.
• Preservar el consenso mayoritario. Actualizar el discurso hegemónico de la Revolución.
• Orientar todas las capacidades materiales e intelectuales de la
Revolución a la instauración y consolidación de la estructura de valores
surgida de las luchas revolucionarias de nuestro pueblo.
Realidad social y mentalidad tienen una relación circular de
causa-efecto; la sociedad realmente existente propende a una mentalidad
que la preserve; y la mentalidad dominante tiene que cambiar para
favorecer el cambio social. En general, el imaginario de la gente puede
favorecer o dificultar la preservación de la sociedad alcanzada y
también, los cambios necesarios. En particular, son los valores que
sustentan las personas los que permiten que la sociedad “realmente
existente”, se preserve o cambie, sea siempre más justa.
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