domingo, 1 de febrero de 2015

El destino de un abortista


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Video CNN Paola Dragnic 

Debate: Despenalización del aborto

Mientras parlamentarios y el gobierno presentan proyectos para despenalizar el aborto en ciertos casos, en Punta Arenas, Luis Francisco Concha es el único chileno que cumple condena exclusivamente por este delito. A sus 77 años, dice haber realizado cientos de procedimientos y que lo ha hecho sólo por convicción, aunque recibía dinero a cambio. Su misión autoencomendada de garantizarles su derecho de elegir a las mujeres le ha costado caro. Además de la condena de la justicia, ha recibido la de su familia.

Al caminar por los pasillos interiores de la cárcel de Punta Arenas todavía se sienten en el fondo de la garganta las lacrimógenas lanzadas horas antes para dispersar una riña. Los funcionarios de Gendarmería circulan con los ojos llorosos y caen en bruscos estallidos de tos. El aire se mantiene enrarecido hasta entrar al módulo donde Luis Francisco Concha Peña, de 77 años, lleva horas esperando.

“Conchita” -como es conocido en la ciudad- aparece vestido de camisa blanca, con chaqueta y pantalón negro. La tenida formal pierde coherencia a la altura de los tobillos, donde se le ven calcetas blancas y zapatillas deportivas. Desde lejos se le nota una cojera en la pierna derecha por una antigua lesión en la rodilla. En su camino hasta la salita algunos gendarmes le dicen que está famoso desde que salió en televisión. “Cada reo que pasa me saluda. Me dicen ‘qué bueno que no metiste a nadie, que apechugaste tú solo nomás’. Así es Concha, dice las cosas como son”, comenta.

Este viejo enfermero e infante de marina puede hablar de sí mismo en tercera persona debido a su nuevo estatus de celebridad intracarcelaria. La fama se debe a una estadística recientemente revelada por Gendarmería: de las seis personas que actualmente cumplen condena en la cárcel por aborto en el país, Concha es el único que está ahí sólo por ese delito. Los otros cinco suman otros ilícitos, como abuso sexual, violación u homicidio.

Concha entra en la salita y se sienta. Después de más de una hora en la que hablará de su larga carrera como realizador de abortos, terminará diciendo que está tranquilo y no se arrepiente de nada. Que cuando reza cada noche confirma que Dios lo puso allí -tras las rejas- para cumplir una misión.

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Las cabañas de Turismo Willitu están ubicadas en Paraguaya 340, a unos metros de la esquina con Avenida España, una de las calles principales de Punta Arenas. Luis Francisco Concha llegó hasta allá cerca de las 17 horas del 28 de octubre de 2012, después de realizar un largo viaje en bus desde Viña del Mar. Vestía formal, con abrigo, sombrero, zapatos lustrados y un maletín. Allí se encontró con Pamela Levicoy, técnico paramédico de 31 años. Ambos entraron juntos a la oficina. Los atendió el hijo de la dueña, el estudiante Gonzalo Gallardo. Concha firmó el contrato y Levicoy pagó la cabaña que un par de días antes había reservado. Se les asignó la número 3. Antes de entrar, mencionaron que él le iba a realizar un tratamiento facial.

Dos días después, el 30 de octubre, la dueña del recinto, Ivette David, entró a la cabaña número 3 para hacer el aseo. Eran las 10.30 de la mañana. Al entrar le llamó la atención una mancha rojiza en el cubrecama. Lo realmente impactante estaba en el baño. Sobre el lavamanos encontró dos implementos: una pinza larga y un espéculo, instrumento usado para revisar cavidades corporales. Ambos tenían manchas de sangre. Los recogió usando una bolsa de nailon y los dejó sobre la mesa de la cocina. Inmediatamente después llamó a Carabineros. Al rato, su hijo recibió una llamada de Levicoy. Ella le refirió que su compañero había olvidado unas cosas y que pasaría a buscarlas en la tarde.

Cuando Concha volvió a las cabañas se encontró con Carabineros y la PDI. Quedó detenido y fue trasladado a un cuartel policial. El subcomisario Francisco Díaz le tomó declaración. En un principio, reafirmó que sólo se trataba de un tratamiento facial, pero luego dijo la verdad: había viajado a hacer un aborto. “Después que se le mostraron los antecedentes que se habían incautado, incluidos los elementos que estaban en la cabaña, reconoció que efectivamente se dedicaba a esto”, recuerda el fiscal Fernando Dobson.

Hoy, el enfermero reconoce que las pinzas y el espéculo eran suyos, una situación que su defensa puso en entredicho durante el juicio oral, pues no se encontraron sus huellas. “Yo iba a hacer el aborto, pero no lo hice. Si me condenaron, fue por la intención, que sí la tenía”, admite.

Mientras Concha quedaba detenido, Pamela Levicoy también fue contactada por la PDI. Ella aceptó practicarse exámenes y se hizo una ecografía a las 18.25 horas. El feto de 17 semanas estaba vivo y no había rastro de “maniobras invasivas”, según lo registrado por el médico Tomás Radonich. Algunas horas más tarde, en la madrugada del 31 de octubre, el escenario era muy distinto. Había sangramiento y pérdida de líquido amniótico, porque el huevo se había roto. El aborto estaba en desarrollo.

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Luis Francisco Concha fue el segundo hijo de Luis Alberto Concha Navarro y María Guillermina Peña. Nació el 10 de mayo de 1937 en Viña del Mar. Su familia siempre vivió en el sector de Recreo y fue en esas calles donde pasó su juventud corriendo descalzo detrás de una pelota o de otros niños. Su padre, quien manejaba ambulancias en el hospital y llegó a ser chofer del doctor Gustavo Fricke, desde chico lo obligó a realizar tareas pesadas, como traer leña de los cerros en una carreta. Sus hermanos Salustio y Luis lo ayudaban en la tarea.

La idea de ser una persona importante en su comunidad la adquirió en su paso por los scouts, después de cumplir los 10 años. En una ocasión, su madre le entregó un paquete de ropa limpia que le lavaba a un almirante de la Armada y le pidió entregarla. Vestido con su uniforme scout, se presentó en la casa del almirante. “Conchita” le cayó en gracia inmediatamente. “Me empezó a regalar revistas y libros. También me daba consejos. Fue él quien me dijo que algún día yo sería una persona útil para los demás”, recuerda.

A partir de entonces soñó con ser marino y se enroló apenas cumplió 17 años. Un día, un teniente lo vio riéndose en una formación y lo mandó castigado a correr al estadio. El físico forjado bajando leña de los cerros lo hizo destacar en todas las actividades físicas. Sus triunfos en atletismo le valieron el premio de poder elegir su especialidad. Así llegó al pabellón de operaciones en 1954. “Yo me decía ‘estoy perdido aquí’, pero aprendí los nombres de los instrumentos y todo eso me sirvió acá en Punta Arenas”, explica.

De acuerdo a un certificado de la Academia Politécnica Naval de la Armada, Concha obtuvo el título de técnico de nivel superior en enfermería. Esa sería su misión como infante de marina por la mayoría de sus 27 años en la institución.

En 1958, Concha pidió el traslado a Punta Arenas al vicealmirante Leopoldo Fontaine, quien lo ubicaba por sus logros deportivos. Quería dejar atrás a tres hijas de las que no se hizo cargo e irse lejos de su hermana mayor, Lucy, quien, según él, siempre fue problemática. El sentimiento es recíproco: “No tengo nada que ver con él. Mi hermano está muerto para mí. Es una vergüenza para la familia”.

Fue en el Regimiento Cochrane de Punta Arenas, en los años del inicio de la tensión con Argentina por el conflicto del Beagle, cuando comenzó a realizar abortos. Los conocimientos teóricos los había aprendido en Viña, pero fue en el sur donde encontró las razones para aplicarlos. “En esa época llegaron miles de uniformados a la zona y se pusieron a pololear con las niñas de acá. Muchas quedaron embarazadas y las mamás no sabían qué hacer, hasta que alguien les dijo: ‘Hablen con el enfermero’. Así, Concha comienza a utilizar gran cantidad de inyecciones para que les venga la menstruación”, dice.

Desde entonces calcula haber realizado cientos de procedimientos o, como él lo entiende, “solucionado muchos problemas”. “La mujer fue hecha para tener guaguas, no para abortarlas, pero las circunstancias -o el drama, como le digo yo- las obligan al aborto. La sociedad obliga a abortar”, indica el enfermero.

De la primera vez que terminó un embarazo ya no se acuerda nada, aunque en expedientes judiciales consta en sus propias declaraciones que su primer aborto lo hizo en 1955 a una prostituta de Valparaíso. De ahí en adelante arreglaría los atrasos de las niñas que se lo pidieran. “Es mi filosofía, que puede ser violenta, pero así es. No es justo que una niñita que no tiene las comodidades, que no puede ir a una clínica de dos millones, no tenga el mismo derecho. ¿Cómo podemos ser tan hipócritas?”, explica Concha. Era su modo especial de sentirse útil.

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El feto, de sexo masculino, alcanzó a crecer hasta los 18 centímetros de longitud y llegó a pesar 125 gramos. Tenía brazos, piernas y una cabeza normal, con ojos, párpados y fosas nasales bien definidas. Así lo describió el perito médico legal y ginecoobstetra Javier Muñoz en su informe, después de haberlo recibido en un frasco con formalina, enviado desde el Hospital Clínico Magallanes.

La madre, Pamela Levicoy, finalmente había abortado el 19 de noviembre de 2012, 20 días después de sus primeras complicaciones. Los médicos determinaron que el Latido Cardíaco Fetal (LCF) era negativo y le inyectaron un dilatador para poder retirar los restos. De acuerdo al doctor Muñoz, quien había visto a Levicoy en la Unidad de Ginecología durante los días previos, la muerte del feto era consistente con un huevo roto. Este problema se podía atribuir a una infección o a agentes externos.

Aunque la mujer nunca mencionó nada de maniobras abortivas, las autoridades del hospital supieron y el 29 de noviembre enviaron un oficio a fiscalía, dando cuenta de una muerte “por huevo roto secundario por maniobras abortivas de terceros”. A esas alturas, Luis Concha había sido liberado y estaba de regreso en Viña del Mar.

Pasaron siete meses antes de que el fiscal Dobson lo hiciera regresar. En mayo de 2013, Concha estaba de vuelta en Punta Arenas para ser formalizado. Había nuevas pruebas, como las muestras de ADN obtenidas de los instrumentos encontrados en la cabaña, que en un 99,999% correspondían a Pamela Levicoy y un depósito de $ 70 mil hecho por ella en la cuenta corriente de Concha, suficiente para pagar el bus. El trato incluía el pago total de $ 170 mil por todo el servicio.

Leopoldo Vallejos, de la Defensoría de Punta Arenas, asumió la representación de Concha y le instruyó que guardara silencio. Así se mantuvo hasta el juicio oral. Su estrategia buscaba sembrar la duda entre los jueces respecto del período de tiempo entre la primera consulta del 30 de octubre, cuando el feto estaba supuestamente intacto, y la visita de urgencia de la madrugada del 31, cuando ya había sangramiento profuso.

“El aborto fue 20 días después y ella trabajaba en la salud, por lo que tenía acceso a fármacos. Como coimputada tenía derecho a silencio, así que no pudimos interrogarla. Me parece que el tribunal omitió algunas cosas y está bien, son humanos, son impresionables”, plantea el defensor, quien sí tuvo éxito en descartar la agravante de “aborto calificado”, al convencer a dos de los tres jueces de que Concha nunca fue un facultativo de la salud, una condición reservada para personas con estudios universitarios.

Dobson replica que el daño al feto estaba claro en la ecografía de la primera consulta, pero que fue obviado por los médicos. Además, asegura que la defensa buscó un juicio abreviado -implica reconocer responsabilidad- que le fue negado por las seis condenas previas por aborto. Finalmente, el 5 de octubre, la Segunda Sala del Tribunal Oral en lo Penal de Punta Arenas condenó a Concha a 818 días de presidio menor en su grado medio, sin concederle ningún beneficio.

“Es cierto que hay un debate respecto de si el aborto es aceptable en ciertos casos, pero este tipo no hacía ningún distingo. Si le pagaban, aunque fuera cifras exiguas, lo hacía. No era un tema moral o ético, sino que se trataba de lucrar”, opina Dobson.

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El matrimonio de Concha se desmoronó a comienzos de los 80, cuando su esposa, Orieta Perkic, supo de los abortos. La relación se tornó violenta. “El era una gran persona, pero ella se enojó mucho cuando supo ese asunto. No quería que nadie volviera a hablarle, pero él seguía yendo a ponerle inyecciones a mi mamá cuando se enfermaba”, cuenta su ex cuñado, Victorio Perkic. La sorpresa fue grande entre la familia, pero entonces algunos comenzaron a entender de dónde venía el dinero de algunos lujos que se daba. “No sabíamos de dónde sacaba tanta plata”, dice una cercana. El refuta que lo hiciera por dinero: “Yo nunca tuve intenciones de hacerme millonario con esta cuestión. Siempre atendía de forma gratuita”.

En 1981, Concha se acogió a un retiro anticipado, cuando un conscripto lo acusó de hacer un aborto a una aspirante a la marina. La justicia le siguió la pista desde entonces. En octubre de 1982, el Primer Juzgado del Crimen de Punta Arenas lo condenó a 810 días de cárcel por aborto y cuasidelito de homicidio de Eliana Osorio Osorio, de 18 años, quien murió de septicemia por un procedimiento mal realizado. Varias antiguas clientas del “Coyoya” -uno de los apodos registrados por la policía- testificaron en su contra. “Una vez le encontré un feto en el velador”, dijo María Luisa Unquén, una ex pareja.

Incluso, Amanda Vivar, su cónyuge hasta la actualidad, prestó testimonio. “Siempre le reproché lo que hacía, pero me decía que era para ayudar a niñas pobres”, manifestó.

Sobre aquel hecho, el más grave de su carrera como abortista, reconoce sólo una participación secundaria. “Ella venía con complicaciones de un procedimiento anterior”, argumenta. En aquella ocasión pagó, además, la suma de $ 16 mil de indemnización a la familia de Osorio.

Después vendrían otros cinco procesos por aborto, por los cuales alcanzaría un total de 5.523 días de presidio, que no ha cumplido íntegramente debido a diversos beneficios. En su prontuario también aparece una condena por apropiación indebida de armamento en 1969 -cuando aún estaba en la Armada- y otra por hurto simple, que data de noviembre de 2006.

En lo que el describe como su lucha por los derechos de las mujeres, Concha ha terminando dañando su propia relación con las mujeres de su vida. Sus reiteradas condenas lo distanciaron de las dos hijas de su matrimonio con Perkic, Rossana e Ivette. Curiosamente, ambas se dedicaron a la salud, igual que su padre: la primera es matrona en Osorno y la segunda es médico en Buenos Aires. Ambas declinaron hablar con Reportajes.

Hacia principios de los años 90, Concha volvió a Viña del Mar con Vivar y las tres niñas que tuvieron juntos: Claudia, Gabriela y Esmy. Ninguna de ellas quiso referirse a la situación de su padre. Hasta antes del incidente vivían juntos en Recreo, en la casa de Guillermina Peña, la madre de Concha. El recuerda que fue precisamente su mamá la que le dijo que hiciera el último trabajo: “Ella recibió la llamada telefónica y me dijo ‘no se vaya a matar esta niñita’, así que para allá fui”.

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Concha piensa que ser abortista era algo inevitable, que venía marcado desde antes de nacer. Su madre trató de terminar el embarazo cuando lo estaba esperando a él, pues había sufrido fuertes hemorragias al tener a su hermana mayor y los médicos habían advertido del peligro que corría su vida en caso de dar a luz muy pronto. Sin embargo, el niño resistió y nació en la calle, cuando Guillermina Peña trataba de llegar al hospital de Viña del Mar.

A pesar de que se considera un filósofo y “los filósofos practican su filosofía hasta la muerte”, dice que no volverá a hacer abortos cuando salga de la cárcel, entre agosto y septiembre de este año. No quiere hacerle más daño a su familia y sabe que habrá otros para continuar su trabajo, con o sin nueva legislación sobre el tema. “Tendré que decirle a mi madre que no puedo seguir, aunque me lo pidan”, señala Concha, sin saber todavía que ella falleció hace un par de semanas, a los 99 años de edad.

Aunque las iglesias cristianas condenan el aborto, Concha sigue siendo un hombre de fe. “Dios, Tú sabes por qué haces las cosas”, repite por las noches. Hace algunas semanas, le salvó la vida a un reo que se intentaba colgar en el baño. Le halló sentido de inmediato: era su destino estar ahí.

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MIENTRAS TANTO, EN LA OTRA ORILLA... 

¿Qué significa "inocente" para la derecha milenarista confesional chilena? " Rector de la PUC: "Si hay profesionales de la Red UC que están disponibles para hacer abortos, deberán ir a trabajar a otro lugar" Como un “atentado a la vida de un inocente” definió el rector de la U. Católica, Ignacio Sánchez, los alcances del proyecto de ley que permite despenalizar la interrupción del embarazo. Otro punto que abordó la iniciativa legislativa del gobierno fue que no será aplicable la objeción de conciencia de clínicas y hospitales. “En nuestra Red UC no se harán abortos”, enfatizó. 
¿Qué opina del proyecto del Ejecutivo?
Es una propuesta de aceptar el aborto, es decir, legitimar acciones conducentes a eliminar la vida de un niño en gestación, por decisión materna. Creo que es un atentado a la vida de ese inocente que no tiene voz para opinar. Es un acto discriminatorio que se realiza en una persona que no tiene la posibilidad de defenderse.
¿Es necesaria la iniciativa si ya se practica en el sistema de salud? 
Legislar sobre la interrupción del embarazo por riesgo materno no tiene sentido en nuestro país. Las posibilidades de actuar de acuerdo al correcto acto y decisión médica están presentes en Chile. Si existen casos en que esto no se ha realizado, es un error médico que no debe solucionarse con una ley, sino con formación y acto profesional adecuado. 
La propuesta del gobierno incluye que una mujer violada pueda abortar, ¿cuál es su postura?
La violación es un acto cruel, repudiable, por lo que la mujer debe recibir un apoyo y compañía para poder recuperarse de este vejamen brutal. Sin embargo, no podemos reparar un acto cruel y violento con otro acto similar: es decir, matar a un inocente. La respuesta de la sociedad debe ser el acompañamiento y apoyo de la mujer violada que está embarazada. El Estado debe implementar medidas de prevención de estas situaciones. El aborto no es una opción que demuestre un compromiso y apoyo por parte de la sociedad. 
Usted calificó como “discriminatorio” que en la red pública no se haga un acompañamiento a mujeres con embarazos vulnerables.
Lo reafirmo, se discrimina a las mujeres que no tienen los recursos para optar por programas de acompañamiento en embarazos vulnerables. En los embarazos con malformaciones letales , por ejemplo, el sistema privado tiene programas de apoyo a las familias: les ayudan a soportar y entender mejor el dolor inmenso que se produce en esta situación. Las madres pobres deben tener este mismo acceso. No proveerlo es discriminatorio. La Presidenta ha dicho al firmar el proyecto: ‘No podemos obligar a mujeres que carguen solas con el dolor’, esto es, efectivamente, a lo que apunta este programa: apoyarlas y acompañarlas en el dolor.
Existen médicos en la Red UC Christus que poseen una postura liberal, ¿se les permitirá actuar si lo solicita una paciente?
Los profesionales que trabajan en nuestra universidad adhieren de manera libre e informada a la Declaración de Principios, que explicita de manera clara que el respeto a la vida es un bien mayor y principal en nuestro quehacer médico. Si hay profesionales que están disponibles para realizar abortos, deberán ir a trabajar a otros lugares en donde esta práctica se realice y acepte. En nuestra red UC Christus no se harán abortos, nuestros principios y valores más profundos no van a cambiar por un determinado proyecto de ley. Esto es definitivo.
¿Qué pasará con las atenciones de urgencia a embarazadas en la red? ¿Serán derivadas?
Se deben distinguir dos situaciones muy diferentes. Hoy, y en el futuro, toda embarazada con riesgo vital que requiere una terapia médica la va a recibir, ya que esto es el reflejo de una adecuada conducta médica. Insisto en que esta causal del proyecto es innecesaria. También si se recibe a una mujer con una emergencia producto de un acto de tipo abortivo realizado en su hogar, se va a tratar en nuestro hospital para salvar la vida de la madre. Otra situación diferente es que una madre solicite un aborto sin estar en riesgo vital, o por las causales expuestas de malformación letal o violación. En estos casos, claramente, la derivaremos a otro hospital, pues en nuestra institución no se realizarán estos procedimientos que tienen como objetivo primario eliminar la vida de un inocente." ://www.latercera.com/.../680-615107-9-rector-de-la-puc-si...

Usar la medicina para refrendar una creencia religiosa o convicción de fe es una mariconada y una falta de ética enorme, pues quienes trabajamos en el rubro debemos ser conscientes de la enorme influencia y ascendiente que tenemos sobre nuestros pacientes, dada la infinita asimetría de la información que manejamos y trabajar con un ser humano que acude a nosotros ante una situación que lo angustia, hace que trabajemos en el shock, la crisis, momento en que el ser humano se encuentra terriblemente vulnerable. Las posibilidades de ser unos manipuladores es alta, y claramente condenable. (Escrito y pensado por mi, lo dije y que. Patricio Doñas) Tomado de Paola Dragnic: "Han llegado al correo de Marcelo, varios correos de periodistas que "ofrecen" pautas de mujeres que llevaron a término embarazos muy difíciles y que "lograron" sobrevivir. Mi experiencia ayer en CNN junto a una mujer que llevo a término un embarazo muy difícil y que la bebe murió, fue terrible.
Cual es la ética de médicos que se van a pasear por la TV con pacientes que aún están muy débiles emocionalmente, que relatan hechos mostrando a todas luces un luto sin elaborar, muy patológico y en el que usan el dolor evidente de mujeres para promocionar sus servicios médicos y sus ideologías? Mientras yo estaba con Marcelo contando la experiencia, la pobre mujer andaba con una foto del bebe muerto, diciendo cosas que mostraban a duelo patológico y con un equipo de 6 médicos que ofrecían un servicio llamado "acompañamiento UC" que tiene un costo millonario!"

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