sábado, 16 de abril de 2016

Alcalde de Recoleta le responde a Copano por polémica columna sobre Israel

 
Alcalde de Recoleta le responde a Copano por polémica columna sobre Israel
 
Daniel Jadue. Alcalde de Recoleta, Arquitecto y Sociólogo

“La primera media verdad es que su visita a Israel no fue motivada por el interés de conocer la realidad, sino por una invitación de la comunidad sionista de Chile, quien financió su viaje y estadía y coordinó su agenda con el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, que definió el programa de reuniones e interlocutores de quienes recibiría información”, dice Daniel Jadue.

En su columna de ayer, Nicolás Copano ha sorprendido a muchos de sus seguidores, pues no sólo ha actuado faltando a la ética periodística, sino que también ha optado por contar una verdad a medias. Se suma así, a una lista de políticos, periodistas y personalidades chilenas que, para decirlo elegantemente, han recibido una inducción breve pero intensa y abundante, para asumir de forma plena la defensa del terrorismo de Estado, la ocupación ilegal y el apartheid israelí. La primera media verdad es que su visita a Israel no fue motivada por el interés de conocer la realidad, sino por una invitación de la comunidad sionista de Chile, quien financió su viaje y estadía y coordinó su agenda con el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, que definió el programa de reuniones e interlocutores de quienes recibiría información.

Dice haber visitado Palestina, pero omite que siempre fue en visitas guiadas por agentes israelíes y que ni siquiera hizo el más mínimo intento por tomar contacto con alguna fuente palestina de similar jerarquía a aquellas con las que se reunió en la potencia ocupante y por las que fue agasajado abundantemente. Afirma haber visto camiones ingresando a Gaza y pone en el centro de las razones que explicarían el sufrimiento de la población palestina de dicho territorio, en una supuesta corrupción de sus líderes, como si la ocupación de más de 60 años, la política de exterminio físico y político llevada a cabo por Israel, las invasiones sistemáticas y los bombardeos indiscriminados sobe la población civil y la infraestructura de primera necesidad, además del cerco que la potencia ocupante mantiene hasta hoy, fueran sólo un detalle sin importancia.

Pone énfasis en los ataques con cuchillos, que nadie puede defender ni aceptar, como si este fuera el origen del problema y uno de los obstáculos principales para arribar a una paz justa y duradera, actuando igual como en Chile lo hacen los que piensan que la violencia en la Araucanía nace con los atentados de los últimos años y llega a su punto más álgido con el atentado y posterior asesinato, inaceptable y condenable por cierto, de los Luchsinger y no con la expoliación y el genocidio del pueblo Mapuche a manos del Estado chileno llevado a cabo de manera impune en los últimos siglos.

Casi al borde de las lágrimas, nos cuenta cómo un amigo le regaló una fracción de un misil caído desde Gaza. Me queda claro. En su visita a Gaza nadie debe haber tenido oportunidad de regalarle más que escombros. Lo más revelador, en todo caso, es que para Copano, el aviador que lanza sus bombas sobre Gaza, proveniente desde la potencia ocupante, masacrando a miles de inocentes incluidos niños, mujeres y ancianos, es una víctima idéntica a los que él mismo masacra. Si no entendemos esto, para Copano, simplemente, no vemos la realidad y estamos sesgados por el odio.

En su travesía no tuvo oportunidad de ver los asentamientos ilegales poblados de colonos armados hasta los dientes. Tampoco vio el muro de segregación que divide y separa territorios, ciudades y barrios palestinos, bajo ocupación ilegal. Sus visitas guiadas tampoco incorporaron las cárceles israelíes, llenas de prisioneros políticos palestinos incluidos miles de niños menores de edad, encarcelados por resistir y tirar piedras al ejército de ocupación. Esas son invenciones de la prensa rosa occidental gobernada por el fundamentalismo musulmán. No puedo dejar de recordar cuando en septiembre de 1973 la dictadura chilena decidió invitar a la prensa extranjera al Estadio Nacional, que había sido convertido en un campo de concentración. En la ocasión, los periodistas huéspedes recibieron información sobre la maravillosa “dieta” que entregaban a los prisioneros y el excelente trato que se les daba a los “terroristas” que habían puesto en peligro el destino de la Patria. Detrás de esa conferencia de prensa, se escondían el hambre, las torturas, las golpizas, las violaciones y los asesinatos que sufrían los prisioneros del Nacional.

Luego del episodio, hubo periodistas que decidieron seguir investigando hasta encontrar la verdad. También hubo quienes decidieron quedarse con lo que les mostró la dictadura y terminaron haciéndole propaganda a la misma, para encontrarse años después, con la barbarie que ellos mismos habían ayudado a ocultar afirmando que no sabían. Hoy podemos imaginarnos en qué grupo podría haber estado Copano. Claramente no hubiera arriesgado su vida para conocer la verdad y quizá no hubiera resistido una invitación tan interesante, con todo pagado por supuesto. Quizá hubiera sido un feliz huésped de la dictadura.
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Hace una semana visité Israel y Palestina. Estuve en Medio Oriente interesado no sólo en el hecho que hace 2.000 años discutimos del tema, sino por la inquietud que me generaba cuánto influía cruzar la cordillera y ver que había otra perspectiva en los diarios. Por eso, estar ahí es alucinante. Es la cuna de nuestra cultura. Es entender y conversar, cosa que nos falta bastante de estos lados.

El primer punto sobre el debate Israel-Palestina no se puede reducir a un partido, no es como si fuera un superclásico de fútbol y mucho menos pensar que el Daesh es la final. Esto es mucho más complejo. Como me dijo un experto en negociaciones: "Estamos frente a un problema de dos víctimas y un error es decirle a la otra que no lo es, porque dobla la victimizacion, lo cual no conduce a nada". Y es cierto, porque -por lo demás- trae en estos tiempos de redes sociales una trampa cultural anexa: unos pueden exhibir a los muertos con orgullo -e incluso hasta transformarlos en un meme digital que impone una sensación sin contexto- y los otros se esfuerzan por esconderlos porque -a nuestra manera- en Israel (y en todo Occidente) vaporizamos mediáticamente a nuestros muertos. Escondemos las fotos de sus cadáveres.

Uno no los puede juzgar. A ninguno. Al dolor no se le puede juzgar. Por eso estoy de acuerdo en la teoría de las dos víctimas. Porque si el debate se pasa al campo emocional, a la primera los buenos serían los que parecen buenos y no necesariamente los que de verdad lo son. Yo mismo me vi enfrentado a preguntar por la vehemencia de los argumentos a favor de Hamas: "Vamos, si estos van y le dan con el Hamas, debe ser por algo". Y no, el Hamas es efectivamente un retroceso incluso para su pueblo.

Porque mientras hay pobres palestinos en Gaza que se mueren de hambre, hay un grupito corrupto que se la lleva con pala y cuatro esposas por pack. Incluso me atrevo a decir que hay dos Palestina, y una de esas es la que hay que cuidar. Y si una solución es el divorcio (isla artificial de importaciones incluida como algunos plantean) que no te extrañe que hay varios que se pasarían al otro lado del muro. Estoy seguro: Israel es una nación próspera y organizada y no los van a borrar, aunque fantaseen con eso los nazis alocados.

No puede ser que con la cantidad de recursos inyectados (yo vi los camioncitos cruzando a Gaza, no me la cuentan) la mejor educación de Palestina la tengan donde hay funcionarios de la ONU. Hay alguien que les está robando y parece que lleva turbante y no un kippa como se impone desde el prejuicio. Cuando aterricé en Israel prendí el televisor del hotel y en un programa de humor tipo “The Daily Show” salía un móvil falso desde Bruselas en plan chiste donde estaban dos tipos vendados y heridos. Y es obvio: las explosiones allá (o los incidentes) son como nuestros temblores. La vida es así, nomás.

Por eso es interesante conversar con la calle en Tel Aviv, en Ramallah, en el lugar de los hechos. Ir a una barbería de inmigrantes multicultural. Dialogar con la calle, la academia, la política. Como soy ateo y vi Jerusalén como un Disney de la religión, puedo decir algo sin tanta emoción. Digamos la firme: acá no cuentan todo. Ya van más de 160 acuchillados israelíes desde octubre. ¡160.! Y no es un titular grande en Chile, porque para eso podemos poner la foto del soldado apuntándole a un acuchillador y sacar muchas veces de contexto lo que pasó ahí. Eso es más brutal que todo. Que sólo exista una historia no ayuda a nadie.

Mientras unos ven todo como un partido crece el islamofascismo al cual estamos obligados a ponerle orden antes que nuestras mujeres sean víctimas de ser máquinas expendedoras de bebés y nuestros muchachos productores de familias para recibir sueldos de extremismos viejos. Por eso hay que trabajar en corregir y buscar un proyecto de integración real para que la tercera generación de hijos de inmigrantes no piense que la solución está en el Estado Islámico ni en ninguna estructura identitaria separatista que a Hitler le daría orgullo.

Estamos obligados a hacer algo en nuestras conversaciones. Cuando me fui de Israel, un amigo me dijo: "Mira, yo no trabajo en los milicos, soy chileno y soy judío y quiero regalarte esto". Era un pedazo de un misil. Le cayó en la puerta de la casa. Mi amigo no sólo es judío, no sólo vive en Israel, es también una persona. Una persona que está aburrida de que a él, igual como a la mayoría laica de ese país sigan tratándolo en los comentarios de Emol con los mismos términos con los que intentaron llevar a sus abuelos a una cámara de gas.

Pensemos más. Hablemos mejor. Esto no es un superclásico. Es sobre personas.

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