domingo, 3 de abril de 2016

Aunque cambien de escenario, las historias de Andersen nos siguen hablando.




 
Aunque cambien de escenario, las historias 
de Andersen nos siguen hablando.
Sara Morante y Marta Vicente: ilustradoras de Andersen
La argentina Marta Vicente y la española Sara Morante han ilustrado relatos de Hans Christian Andersen. Pero ambas de manera muy diferente. Morante, para Los zapatos rojos, optó por ser fiel a la realidad histórica del cuento de 1845; Vicente, en cambio, en El Patito Feo, situó la narración en un escenario urbano moderno. Lo que ambas tienen en común es que respetaron, sin resúmenes ni adaptaciones, las narraciones originales. En esta conversación nos explican por qué las historias de Andersen nos sigue hablando.
 
La editorial Impedimenta se caracteriza por sus cuidadas ediciones. Se ve en los Zapatos rojos, un cuento de Andersen traducido directamente del danés por Enrique Bernárdez e ilustrado por la española Sara Morante. La historia es conocida: Karen, una delicada niña miserable, es condenada a bailar por sus pecados; fatalidad que comienza con unos inocentes zapatos rojos. Usando blanco, rojo y negro, Morante ilustra este relato combinando ternura con oscuridad.
 
Muchos de los cuentos de Andersen son suavizados en nuevas versiones. ¿Cuál es el valor de rescatar los cuentos tal como fueron escritos por Andersen, como es el caso de “Los zapatos rojos”?

Los zapatos rojos es un cuento que escribió Andersen y, en mi opinión, se deben respetar sus palabras y su historia tal y como él las concibió. Está escrito en un lenguaje que se comprende perfectamente por grandes y pequeños, por lo que tampoco hay necesidad de resumir o modificar la historia. En cuanto a suavizarla, estoy totalmente en contra de estos finales edulcorados. Cuando la gente de la editorial Impedimenta y yo comenzamos a plantear este proyecto, tuve en mente las palabras de Bruno Bettelheim en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas; decía Bettleheim que estos cuentos clásicos dejan un poso de experiencia o conocimiento que más adelante ayudará a los niños a saber reconocer ciertas situaciones y enfrentarse a la vida. Me pareció que tenía mucho sentido.
Al margen de la utilidad de los cuentos clásicos, está la parte histórica de estos cuentos; en concreto, los de Andersen. ¿Cuánta verdad había en el cuento La niña de los fósforos? Alguien me comentó que Andersen se inspiró en los niños rusos que vendían cerillas mojadas en la nieve. También escuché que la historia de Hansel y Gretel, de los hermanos Grimm, era habitual en familias pobres que no podían mantener a sus hijos. Hay realidad en esos cuentos; no se debería edulcorar la historia.
 
Pareciera que te informaste bastante sobre la época en que fue escrito este relato, al juzgar por la indumentaria, los coches y hasta las casas de las ilustraciones.

Tardé cinco meses en ilustrar este libro, las primeras semanas las dediqué a buscar información sobre cómo era la Dinamarca de 1845, que fue el año en el que se publicó este cuento. Busqué imágenes de hogares daneses, vestimenta, datos sobre la sociedad, el arte y los sucesos más destacados de aquel período. También investigué sobre la religión luterana, ya que consideré que, para comprender el destino de la protagonista del cuento, la niña Karen, era importante conocer la cultura religiosa de Andersen.

Hay realidad en los cuentos de Andersen; no se debería edulcorar la historia.

En alguna de mis ilustraciones aparece reproducido alguno de los lienzos más característicos de la Golden Age danesa, decorando las paredes junto a un Martín Lutero escandalizado y a Hans Christian Andersen que mira de forma reprobatoria. Como muestra de esta labor de documentación, en las ilustraciones aparecen la reina y la princesa contemporáneas de la protagonista del cuento. Pude haberlo llevado al siglo XX o XXI, pero mantener el rigor histórico es muy interesante para la historia, y le añade dificultad a mi trabajo, y, por ende, supone un reto para mí. Además, he de decir que aprendí mucho sobre la cultura danesa, y eso me ayudó a interiorizar mejor la historia y poder viajar al lugar y a la época en la que sucede la historia.

Este es un relato con un toque bastante siniestro, ¿te acomodó ilustrarlo?
 
Los cuatro primeros libros que ilustré —Los zapatos rojos es el número cuatro— tenían un aire muy oscuro, gótico y turbio. Despúes de eso necesitaba un soplo de aire fresco. Fue entonces cuando me propusieron ilustrar Xingú, de Edith Warthon, y recibí esa propuesta con los brazos abiertos, porque era una historia llena de color y sentido del humor. Ahora intento ilustrar temas más variados y más amables, pero me sigue fascinando lo siniestro. De hecho, el próximo libro que voy a ilustrar, La novia del lobo, de Aino Kallas, vuelve a llevarme a bosques siniestros y senderos llenos de zarzas espinosas.

La relación de la artista argentina Marta Vicente con Hans Cristian Andersen es estrecha. Ilustró los cuentos El Patito Feo (Océano) —que le tomó 5 años— y Pulgarcita (FCE), y el año 2005 participó de una muestra en homenaje a Andersen, en Munich, celebrando su bicentenario. Como artista, ha desarrollado una obra bastante particular. Sobre su estilo, nos explica: “Yo estaría dentro del surrealismo pop o también realismo mágico o Lobrow, esa denominación que nació en Estados Unidos para identificar nuevas corrientes de la figuración que se nutren de otras fuentes como la iconografía religiosa popular y lo macabro, que resurgió a través de las historias ilustradas de Gorey y continuadas por Tim Burton”.
¿Por qué elegiste ilustrar Pulgarcita y El patito feo?

El patito feo es uno de los primeros cuentos que escuchas o que lees en tu infancia. Es un clásico y en realidad la historia más me conmovió cuando leí la biografía de Andersen. Sentí que era un cuento autobiográfico. El quería ser bailarín y su físico no lo ayudaba. Supongo que sufriría mucho con eso. El dolor de sentirse diferente, todos los que desarrollamos una vocación artística hemos sentido, en algún momento, esa sensación de ajenidad, de ser un extraño.

Y lo que más me atrajo de estos relatos es que aunque esté presente el mensaje moralizador como en muchos cuentos clásicos, está también el sentimiento profundo de Andersen, su propia mirada, sus traumas y complejos .Somos muchos los que nos sentimos identificados ¿Quien no ha se ha sentido un patito feo en alguna ocasión?

Pulgarcita, esa frágil niña diminuta, es el reflejo de nuestro interior y los peligros de nuestra alma a quedar en la oscuridad encerrada en lo más profundo de la psique. Es un cuento muy simbólico que cada vez que lo releo le encuentro un enfoque distinto.
 
Las historias de Andersen han sido ilustradas muchas veces, ¿es un desafío enfrentarse a ellas con todos esos referentes? Tú pareces querer darles una nueva mirada. En el caso del Patito feo, por ejemplo, llevas la historia a un escenario actual.
Siempre que uno se propone ilustrar un libro es un desafío, acompañar las palabras y dar una mirada diferente y no servil, es difícil.

Yo no estoy segura de lograrlo siempre, Pero no creo que si algo se ilustró magníficamente cientos de veces a lo largo de muchos años sea un impedimento para encontrar tu propia visión del cuento. Esas imágenes están dentro tuyo, hay que rescatarlas, como a Pulgarcita. ¿Y como se logra después de ver tantos buenos ilustradores que pudieron hacerlo? Creo que con humildad y no buscando solo originalidad. Como decía Picasso: que no te crezcan alas de gigante que te impidan caminar.

A veces nos resulta más fácil ir con todos los patos del corral que escuchar al cisne que llevamos dentro.

La elección de colocar al Patito Feo en un escenario urbano creo que es porque las ciudades inmensas son excluyentes, no integradoras, hay muchos sectores marginados, por la pobreza, el color de piel, el idioma, las costumbres. Muchas madres solas y muchos niños que sienten que pueden hacer algo más, pero no tienen los medios para orientar su vida hacia algo creativo. A veces nos resulta más fácil ir con todos los patos del corral que escuchar al cisne que llevamos dentro. Cisne cuyo sentido simbólico es la transformación interior, lograr ser lo que hay que ser, sin dejarse arrastrar por la mediocridad que te rodea y luchar contra viento y marea para lograrlo. Es eso lo que está latiendo en el cuento de Andersen .

Aunque cambien de escenario, las historias de Andersen nos siguen hablando.

Eso es porque Andersen nos habla con el corazón y sus sufrimientos son los de todos nosotros. Sus cuentos contienen pautas que reflejan tanto las preocupaciones del hombre como sus impulsos primarios .Creo que son parte del inconsciente colectivo de la raza humana. Contienen datos que nos son imprescindibles para el conocimiento profundo de uno mismo. Nuestro inconsciente se conecta de una manera directa con los símbolos de los relatos, porque no apuntan a nuestro lado racional, sino a los sustratos más desconocidos de la psique.
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