Considerado una de las especies menos conocidas, el gato andino es el más amenazado de los felinos en América. Científicos de Argentina, Bolivia, Perú y Chile trabajan en conjunto para intentar salvar a esta enigmática especie. Evelyn Pfeiffer www.florayfauna.cl
LOS GATOS monteses eran considerados por los pueblos altiplánicos como animales sagrados. Uno de ellos, el gato andino (Leopardus jacobita), es codiciado por comunidades indígenas hasta hoy para usar su piel en ceremonias en las que se pide por la fertilidad del ganado o donde se da inicio a la época de siembra o cosecha. Los lugareños lo conocen como “titi”, “titimisi” o “titiphisi” en zonas de habla aymara y como “oskhollo” en zonas de habla quechua. Pero ¿quién es este felino tan importante para estas culturas desde hace siglos y casi anónimo para el resto de los chilenos?
El gato andino se encuentra en las regiones altas de la Cordillera de los Andes de Argentina, Bolivia, Chile y Perú, entre los 3 mil y 4.400 metros de altura. Sin base científica alguna, se calculaba su población en unos dos mil ejemplares, pero lo cierto es que aún nadie puede dar una cifra concreta. “Aventurar un número de ejemplares es imposible. Todavía no se han hecho estimaciones de densidades de individuos y cada año encontramos nuevos registros en sectores donde no se sabía que existían. Los primeros estudios que estamos realizando de ámbitos de hogar podrán ayudar a responder preguntas como esta”, cuenta Nicolás Lagos, representante en Chile de la Alianza Gato Andino (AGA).
Pese a que el naturalista alemán Rodulfo Philippi lo describió en los cerros de La Dehesa en 1891, hoy este felino está desterrado en una zona del altiplano, lo que da cuenta, según los expertos, de cómo su número ha ido a la baja. ¿Por qué disminuyó la población? Hay varias teorías. Una de ellas es que su distribución está naturalmente fragmentada, debido principalmente a las características de su hábitat: montañas, grandes extensiones de salares, bofedales, etc. Otra razón es la escasez de alimento. “Es probable que la chinchilla haya sido un componente importante de su dieta y que la caza indiscriminada de estos roedores por su piel, que causó extinciones locales, sea uno de los factores que han provocado la disminución de las poblaciones”, dice Agustín Iriarte, experto en felinos y gerente de Flora & Fauna Chile Limitada (www.florayfauna.cl). Si a eso se le suma el acecho de los seres humanos y la competencia con el gato de las Pampas (Leopardus colocolo), virtualmente se ha acorralado a este felino en las cimas más altas.
Lo que se está haciendo
Recién en 1998 comenzaron los primeros estudios y acciones para conservar este felino. En 2005, biólogos dedicados a la conservación y educadores de Argentina, Bolivia, Perú y Chile crearon la Alianza Gato Andino (AGA) para estudiar a este pequeño animal: cuál es su densidad poblacional, su distribución, qué come y cómo interactúa con otras especies. Con estos datos se podría saber por qué está desapareciendo y realizar acciones concretas para su conservación.
Lo primero que se hizo fue crear un plan estratégico de trabajo (el primero que se realiza para felinos en Sudamérica) para priorizar las acciones de investigación y conservación en los cuatro países. Comenzaron identificando cráneos, pieles y animales embalsamados que había en casas de distintas comunidades. En paralelo estudiaron las pocas señales que había en terreno, como huellas, heces y pieles, para realizar un estudio de genética poblacional y contar con un mapa fidedigno de la distribución de la especie.
Actualmente, se trabaja con trampas-cámaras para estimar la abundancia de ejemplares y la densidad de la población. En 2007 apenas había cuatro fotos de estos animales y gracias a cámaras que funcionan con sensores de movimiento, comenzaron a aparecer cientos de imágenes que están confirmando la presencia de animales en diferentes sectores donde no existían registros. Un ejemplo fue en octubre de 2012, cuando las trampas-cámaras dieron pruebas de ejemplares en la Región de Tarapacá, en los Parques Nacionales Salar de Huasco y Volcán Isluga, donde no se tenía evidencia de su presencia.
Otro método usado son los radio collares. La gran dificultad para utilizarlos es que primero se debe capturar el animal, tarea nada fácil considerando la geografía y clima de su hábitat y la escasa presencia del animal. Para capturarlos se instalan trampas con cebos de comida y olfativos y comienza la larga espera. Si el gato entra a la jaula se activa un sensor y empieza el operativo para ir en su búsqueda.
Después de cientos de fracasos, el éxito llegó en 2004 con la primera captura de un ejemplar y puesta de radio collar en el suroeste de Bolivia. Lamentablemente el animal murió a los pocos meses. El año pasado se logró capturar un segundo ejemplar en Argentina, que hasta la fecha se sigue monitoreando. ¿Su nombre? Vichacha, una hembra que incluso se ha dejado fotografiar con su collar por las trampas-cámaras. Un paso importante para empezar a determinar los patrones de actividad (por ejemplo, si es activo de día o noche) y el movimiento y uso del espacio/hábitat (cómo y dónde se desplazan).
Junto a las investigaciones, se está haciendo un fuerte énfasis en el área educación, con campañas en colegios y capacitación en las comunidades locales. La idea es terminar con las prácticas de su uso en rituales indígenas y que este felino se empiece a ver como un actor importante dentro del ecosistema y no como un amuleto.
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