En 2012 estallaron casos de abuso sexual que propagaron el pánico en el ambiente escolar: 500 colegios fueron investigados. Las esquirlas llegaron hasta Matías Bravo, entonces estudiante en práctica del Dunalastair, que fue condenado y encarcelado por abusar de S., el sobrino del abogado Mario Schilling. Este es un intento por descifrar esta historia; un caso sembrado de dudas.
Por Sabine Drysdale Noviembre 27, 2015
Agosto de 2015. Mediodía. Penitenciaría de Santiago. El olor es punzante, a comida. Un gendarme lo llama por altoparlante. Matías Bravo (25), moreno, crespo, chaqueta roja deportiva, aparece entre los gritos de los internos, camina hacia una sala de murallas sucias y muebles en ruinas, se sienta. “Ya llevo más de dos años acá adentro, entonces me lo he planteado muchas veces. ¿Si es que me arrepiento de haber sido profe? Pude haber repetido un ramo y atrasarme un semestre; por qué no carreteé...”. El profesor de Educación Física fue condenado a cinco años y un día por abusar sexualmente de S., un alumno de prekínder, cuando hacía su práctica profesional en el Dunalastair. Nunca más podrá trabajar con menores; su nombre quedó estampado en el registro de pedófilos.
VIDAS PARALELAS
Marzo de 2012: S., de cuatro años, entra a prekínder. Más tarde, V., su madre, declara ante la Fiscalía que a las pocas semanas empezó a mostrar rechazo para ir al colegio. M., la nana, declaró ante la PDI que el niño, que partió siendo “tierno, tranquilo y amoroso”, comenzó a cambiar en los meses de abril y mayo de 2012. Que se puso agresivo y con conductas sexualizadas. Que le mostraba los genitales, que se ponía la ropa interior de su hermana, que le dijo a ella en una ocasión: “Tócame el pilín”. Que ella alertó de todo esto a la madre, pero la madre pensó que era algo natural para la edad.
En el colegio también se preocuparon. Las profesoras advirtieron que no se concentraba y era distraído. Fue visto por sicólogos, fonoaudiólogos, psicopedagogos y le contrataron una profesora particular. Pero los padres le tomaron el peso a estos cambios varios meses más tarde, el domingo 21 de octubre, cuando en un almuerzo familiar lo sorprendieron sacándose fotos desnudo con sus primos. Al día siguiente, la madre fue a hablar al colegio y S. se quedó en casa. Había razones para que V. estuviese alarmada: el 10 de octubre el rector había enviado una circular informando que había un presunto caso al interior del colegio. Y ya habían estallado en la prensa los casos Cumbres, Apoquindo, Hijitus de la Aurora, Colegio Alemán, Mater Purissima, Osito Panda, Sunflowers Garden, Colegio Latinoamericano de Integración, Colegio Mariano de Schoenstatt, y luego vendría el Altamira. Detrás de todos estos casos —salvo el Apoquindo— estaba el mismo abogado querellante: Mario Schilling, tío de S.
En el texto, Schilling reitera que las conductas sospechosas comenzaron en marzo (cuando Bravo aún no entraba a trabajar al colegio). Toma las frases textuales que la profesora escribió en los dibujos de S., pero les modifica el nombre. Donde decía “Míster Andrés”, Schilling escribe “Míster Matías”.
Schilling era entonces apoderado del Dunalastair y antes lo había sido del Hijitus, donde hizo a sus propios hijos declarar como víctimas de abuso, testimonios que fueron desechados y el imputado, el profesor de computación, absuelto tras pasar un año y medio en prisión. Schilling, con un perfil de “experto en abusos”, sembraba pánico a través de la prensa y las redes sociales. Tuiteó: “Madres de niños del Dunalastair revisen sintomatología de abuso sexual en sus niños por favor. RT”. También invitó a los apoderados a una charla en el Estadio Palestino, donde se ofreció como abogado para querellarse en masa, lo mismo que había hecho en el Hijitus, donde consiguió 77 clientes. Ese lunes que S. faltó al colegio, la nana lo hizo dibujar. Trazó una figura humana y le rayó la cara. Dijo que era el profesor de gimnasia y que era malo. “Es míster Andrés”, dice. La madre se inquieta y le pide a R., la profesora particular, que indague más. Con ella hizo nuevos dibujos: una figura humana con cilindros amarillos. S. dijo y ella escribió: “Míster Andrés comiendo bananas. Le gusta sacarle fotos a su pirula. Le tocaba la pirula y decía tócala otra vez. Si contaba perdía el turno de quedarme con la mamá o el papá. Era un secreto”. Dibujó una figura humana con el cuerpo redondo: “Miss Magdalena. Está enojada porque no le gusta que juegue con míster Andrés. Me decía, no, no juegues a la pirula. Yo le decía que era sólo un rato”.
La segunda práctica
En marzo de 2012, Matías Bravo empezaba el último año de Pedagogía en Educación Física en la Universidad Andrés Bello. Tuvo un primer semestre intenso, siete ramos y una práctica en el Club Providencia. El 30 de julio, entró a hacer una segunda práctica en el Dunalastair. Había llegado recomendado por Jaime Fillol, el jefe de carrera. “Era un buen modelo de profesor: no reprobó ningún curso, no era conflictivo, le gustaba el deporte”, dice Fillol. Las primeras dos semanas fueron sólo de observación y luego trabajó 45 minutos diarios en el patio central del colegio, bajo la supervisión de la profesora titular, con un grupo en el que participaba S. Aunque —y esto fue clave para su condena— hubo unos días, cuando practicaban los bailes patrios, que Bravo se quedó a cargo. “Nunca estaba solo, estaba todo el staff de deportes en el mismo patio practicando”, dice Bravo.
El ambiente en el Dunalastair de súbito se ensombreció. “Vi que mi profe guía estaba llorando en la sala de deportes. Me impactó. Mis compañeros de la práctica me dijeron que habían acusado a un profesor de abuso. Estábamos en el patio, mirándonos las caras, preocupados, pensando cuándo pasó eso”, dice Bravo. Al regreso de vacaciones de septiembre, los sacaron del preescolar y los trasladaron a la básica, hasta que la universidad dio la práctica por terminada el 20 de octubre. Bravo alcanzó a trabajar 20 días con el grupo de S.. Su práctica recibió nota siete y el comentario “Alumno con gran vocación pedagógica, empático y acogedor”.
LA IDENTIDAD CONFUSA
El martes 22 de octubre, al día siguiente de haber hecho los dibujos, los padres le pasaron a la profesora particular un iPad con fotos de las actividades de fiestas patrias, para que S. identificara al agresor. “Se detuvo en una, en que indicó que era Míster Andrés, y luego en otra había un hombre en segundo plano, a quien también indicó como Míster Andrés”, declaró la profesora ante la Fiscalía en diciembre de 2012. Sin embargo, tres meses después, agregó detalles distintos: que hay un joven con buzo azul al que identificó como míster Andrés, pero le dijo que con él no había jugado a la pirula. Agrandó con sus dedos el rostro difuso de la persona en segundo plano, de buzo negro, y acusa a ese. “Mi impresión es que S. identifica físicamente al sujeto que le hizo esto, aunque lo haya llamado Andrés. Ignoro si el sujeto se cambiaba el nombre porque cuando hablé con los padres, me dijeron que ese sujeto de buzo negro era Matías”, declaró. Sin embargo S. no dio el nombre de “Míster Matías”, sino hasta una semana después. Entonces, la madre le preguntó: ¿por qué tienes esa confusión?
Míster Andrés es profesor de Educación Física y nunca le hizo clases a S. Qué Pasa tuvo acceso a retratos de él y de Bravo de esa época y tienen un gran parecido físico. La forma de la cara ovalada, la tez oscura, el pelo negro con rulos. El 29 de octubre de 2012, Mario Schilling presenta una querella en favor de su sobrino y en contra de míster Matías “por los delitos de violación impropia, abuso sexual infantil reiterado y producción de material pornográfico”. En el texto, Schilling reitera que las conductas sospechosas comenzaron en marzo (cuando Bravo aún no entraba a trabajar al colegio), y se toma ciertas libertades para sustentar la acusación: toma las frases textuales que la profesora particular escribió en los dibujos de S., pero les modifica el nombre. Donde decía “Míster Andrés”, Schilling escribe “Míster Matías”.
Tras la querella, S. declara por primera vez ante la Fiscalía y da nuevos detalles. Dice: “La pirula era de este color claro, así (y muestra una tiza de color damasco). Yo le daba besos en la pirula. Yo le mordía para que le salga sangre. La Miss Marda me vio y dijo: basta, que no juegues más a ese juego”. Matías Bravo no se enteró de que había una querella en su contra hasta seis meses después de la denuncia, cuando fue detenido y formalizado. Sin sospechar en lo que estaba envuelto, se había titulado, trabajaba en el Estadio Israelita, ahorraba para comprarse un departamento y empezaba a salir con una joven. La defensa contactó al profesor alemán Günter Köhnken, inventor del método de análisis de credibilidad de testimonio que usó la parte querellante, para una metapericia. Su informe fue lapidario. A petición de los querellantes, la metapericia fue rechazada como prueba por el tribunal.
Mientras tanto, el Ministerio Público le había encargado a Rossana Grez las pericias sicológicas de credibilidad del testimonio; ante la ausencia de testigos de los abusos, las revelaciones de S. son la principal prueba en el juicio. Los querellantes enviaron a su propio perito, Patricia Condemarín, como oyente a una de las entrevistas y accedió a los videos de las otras dos. Ese privilegio no lo tuvo la defensa, que denuncia que tampoco accedió a los videos y sólo le fueron entregados los audios incompletos.
Rossana Grez señaló en su informe que S. “no entregó relato asociado a los hechos que se investigan”. Pero da una hipótesis: el trauma del abuso se lo impidió. La perito Condemarín concluyó que sí presenta un relato creíble de abuso. La defensa contactó al profesor alemán Günter Köhnken, de la Universidad de Kiel, inventor del método de análisis de credibilidad de testimonio SVA que usaron Grez y Condemarín, para una metapericia. Su informe fue lapidario: dice que no hay relato, que no se puede desechar la hipótesis de que la declaración no se base en experiencias reales, se refiere al testimonio, en partes, como fantasioso, dice que es imposible concluir que la declaración sea válida y creíble y fustiga a las sicólogas Grez y Condemarín por tener un razonamiento ilógico y un total desconocimiento de la metodología SVA.
Sin embargo, a petición de los querellantes, la metapericia fue rechazada como prueba por el tribunal y tampoco se permitió que Köhnken declarara en el juicio con el argumento de que había “sobreabundancia de pericias”.Las transcripciones de las entrevistas a S. son un material difícil de digerir. Se muestra como un niño extremadamente inquieto, dice incoherencias, le cuesta recordar hechos recientes y mezcla situaciones que podrían ser reales con otras que sólo pueden ser fruto de su imaginación. Dice que Miss Magdalena —su profesora de gimnasia, que entonces presentaba un avanzado embarazo— se subía por una escalera al techo de la bodega, miraba los abusos y luego lo retaba. Ella, a tres años del caso, aún sigue con secuelas sicológicas por haberse visto envuelta en estas declaraciones que la sitúan como cómplice. Dejó la docencia y se mudó fuera de Santiago. S. también dice que su amigo A. presenciaba los abusos, pero A. declaró ante la Fiscalía y no señaló nada de esa naturaleza. También dice que su “enemigo” estaba ahí mirándolo todo. Cuando Grez le pregunta quién es, da el nombre de su padre. Cuando le pregunta qué ropa tenía puesta cuando el míster le sacaba fotos, contesta: “ropa de piloto”.
El abogado querellante, Matías Balmaceda (Schilling fue alejado de la causa), dice a Qué Pasa que es natural que aparezcan este tipo de incoherencias. “Que un niño diga frente a una situación eventual de abuso que estaba ahí un referente de protección, que para él es Miss Magdalena, no significa que haya estado. Es quien a él, quizás, le hubiera gustado que estuviera para defenderlo. Tan absurdo como poner a su papá presente. Lo relevante para el tribunal es que él reconoce a una persona en un hecho unívoco de abuso y que no cambia nunca su relato y que es que míster Matías le introducía el pene en la boca. Además, él da sensaciones de asco, de color, de tamaño que cualquier sicólogo sabe que es imposible que un niño reproduzca si es que no hubiese ocurrido”, explica. Desde la cárcel, Bravo tiene otra mirada: “Los sicólogos pareciera que tienen un poder sobrenatural para decir esto es mentira y esto es verdad. El niño dijo cada cosa... El niño no se sabía ni mi nombre”. El pene de Matías Bravo fue periciado. El informe del médico forense Leonardo González Wilhelm concluye que no hay marcas atribuibles a una mordedura. La prueba, sin embargo no fue presentada en el juicio. “No la mostramos porque se abría el tema de la violación y era muy arriesgado. Lo podrían haber condenado a 15 años”, dice Alejandra Bruna, tía de Bravo.
Pero fue absuelto de ese delito y el de producción de pornografía infantil. El tribunal sólo le creyó a S. cuando habló de abusos. Según el fallo unánime, estos sucedieron más de una vez, “en días no determinados entre el 30 de julio y el 13 de septiembre del año 2012”. Si bien la querella y las primeras declaraciones de la nana y la madre dicen que las conductas erotizadas habían empezado entre abril y mayo de 2012, la nana rectificó las fechas varios meses más tarde en una nueva declaración, donde señaló que todo empezó después de vacaciones de invierno. Los abusos, dice el tribunal, sucedieron en una bodega que quedaba en el patio, a pocos metros de las salas de clases. Según fuentes del Dunalastair era como un clóset, sin ventanas ni luz eléctrica, atiborrada de pelotas, colchonetas, donde apenas cabía alguien. Ahí, dijo S. jugaba con Bravo al “juego de la pirula”, que describe como una “pinta” donde hay que pillar al otro.
El “sitio del suceso” nunca pudo ser periciado por la defensa, ni realizar una reconstitución de escena, ya que el colegio la demolió al finalizar el año escolar 2012, mucho antes de la formalización. Y lo hizo debido a las denuncias y con el permiso de la Fiscalía, según las palabras de la directora Mariella Luci en la carpeta investigativa. La familia de S. no interpuso demandas civiles contra el colegio. Según fuentes calificadas, llegaron a un acuerdo privado que alcanzaría $ 80 millones. S. fue sometido a una rueda de reconocimiento tras un vidrio ahumado. Bravo y míster Andrés estuvieron presentes. S. reconoció a Bravo y dijo que míster Andrés no estaba. “No, él es bueno”, señaló. “Míster Andrés tenía rulos, como Matías, pero ese día apareció con el pelo corto”, dice Patricia Silva, tía de Bravo. Las fotografías de la rueda, expuestas en la carpeta, así lo confirman.
En el juicio, S. tuvo que ratificar su testimonio frente al juez Francisco Lanas y a la fiscal Carmen Gloria Guevara. Les habló de la bodega del terror, reiteró que ahí estaban su amigo A. y Miss Magdalena. Le preguntaron por el color del pene de Bravo: color piel. ¿Qué hacía con la pirula?: ponérsela en la mano. ¿Qué más?: nada más. Le insistieron para que diera detalles, pero S. se exasperó y se dio el siguiente diálogo:
Fiscal: Francisco te va a preguntar.
S.: Muéstrale la lista, ¿la trajiste?
Fiscal: ¿Qué cosa?
S.: La lista, ¿la trajiste?
Fiscal: ¿La qué?
S.: La lista.
Juez: ¿Qué lista?
S.: La que hicimos nosotros.
Fiscal: ¿Cuál? ¿Conmigo?
S.: Sí.
Fiscal: No, no me acuerdo.
S.: Está en tu cuaderno.
Fiscal: ¿Qué cuaderno? Acuérdame tú poh, yo no me acuerdo, yo soy viejita ya.
Juez: ¿Qué cuaderno? ¿Me cuentas a mí?
S.: El cuaderno, y dijiste conmigo en tu oficina de las cosas que me hizo el míster.
Fiscal: ¿Habré sido yo o habrá sido otra? Porque tú no entraste en mi oficina, estuvimos en la sala de reuniones, ¿te acuerdas?
S.: Eso.
Juez: Ya, eso era.
(Y el juez cambia abruptamente de tema).
LAS OTRAS DENUNCIAS QUE LA FISCALÍA DESECHÓ
La de S. no fue la primera denuncia de abuso en el Dunalastair. Hubo cuatro más, una contra míster Diego, presentada por el colegio en favor del hijo de una ex profesora el 9 de octubre de 2012, que motivó la carta del rector, y otras tres en noviembre de 2012 y enero de 2013 contra míster Andrés, el mismo que nombra S.. Ninguno fue formalizado, pese a que la evidencia era, a lo menos, parecida a la que se usó contra Bravo: los reconocieron en fotografías, relataron juegos sexuales, las sicólogas que los atendieron, por separado, constataron indicios de abuso. A Bravo le ofrecieron ir a juicio abreviado y obtener su libertad. Tenía que declararse culpable. Se negó. “Cuando te condenan por algo que no hiciste, se te van las esperanzas en todo. Siempre tuve la esperanza de que esto se iba a aclarar, que era imposible que condenaran con esas pruebas”.
Incluso en uno, la misma Fiscalía pidió una pericia al Cavas de la PDI, que refrenda el abuso. A míster Andrés nunca se le tomó declaración. La Fiscalía Oriente señaló a Qué Pasa: “Se tomó la decisión de no perseverar por no haberse reunido antecedentes suficientes para fundar una acusación durante la investigación”. Sin embargo, una alta fuente al interior de la Fiscalía señala: “A la Fiscalía le complicaba abrir otra causa, cuando ya había un condenado por los mismos hechos en el mismo período. La segunda causa siempre es menos creíble que la primera e indica que algo hiciste mal porque no fuiste capaz de vincularlos, entonces no hay ningún incentivo”. La madre que motivó la primera denuncia declaró como testigo en el juicio a pedido de la defensa de Bravo. Hoy se arrepiente profundamente de lo que dijo. “Yo también colaboré para que lo condenaran. Mi hijo me dijo, mamá, no era solamente Míster Diego, y yo del único que tenía una foto, era de Matías y le dije ¿este también? Este, me dijo. Y ahí, en un arrebato, le escribí un mail a la fiscal, tontamente. Matías y Andrés son superparecidos, morenos, crespos. Además, todos creíamos que no podía ser que esto pasara en la bodega de los materiales, si eso queda a vista y paciencia de todo el mundo”, dice.
A Bravo le ofrecieron ir a juicio abreviado y obtener su libertad; tenía que declararse culpable. Se negó. Ahora, sentado en esa sala en ruinas, llora. “Cuando te condenan por algo que no hiciste, se te van las esperanzas en todo. Siempre tuve la esperanza de que esto se iba a aclarar, que era imposible que condenaran con esas pruebas. Tengo cinco años para estar aquí haciendo nada. Lo único que me mantiene en pie es mi familia”.
Su familia está evaluando antecedentes para revisar la sentencia ante la Corte Suprema. Mientras, y para no desquiciarse, Bravo les enseña a los reclusos a jugar vóley, trabaja en la “biblioteca” redactando escritos para sus compañeros y toca guitarra. Le enseñó en la cárcel Julio Lorca, el profesor de música del Altamira, que Schilling acusó de violación y que, tras un año y medio en la cárcel, fue absuelto.
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Mario Schilling fue el abogado querellante en una serie de causas de alta connotación sobre abusos sexuales a menores. Alentó demandas colectivas y desfiló por micrófonos y cámaras de televisión. Hasta fue candidato a diputado con la misma bandera. Pero sus casos más sonados fueron cayendo. Ahora el acusado es él.
Con Romeo tras las rejas en tiempo récord, Schilling dio la apariencia de un abogado diligente. A partir de la mañana siguiente de la detención se paseó por todo tipo de programas de televisión y lanzó las declaraciones que terminaron por hundir el caso.
Y Mario Schilling tuiteó: Hoy decidí dedicar lo que me reste de vida a proteger a los inocentes y perseguir a los pederastas. Cueste lo que cueste. Estén donde estén.
Mario Schilling, el “abogado contra la pederastia”, tiene fecha de nacimiento, la noche del viernes 8 de junio de 2012, cuando recibe en Concepción, donde hacía clases en la Universidad del Desarrollo, una llamada desesperada de su mujer: una compañera de sus hijos en el jardín infantil Hijitus de la Aurora en Vitacura, había denunciado ante la PDI haber sido abusada por el profesor de computación, Juan Manuel Romeo. La denuncia era por tocaciones y acceso carnal vía bucal.
Hasta entonces, el rostro de Schilling era conocido por su trabajo como periodista vocero de la Fiscalía Oriente, pero no como abogado. De hecho, era un penalista con poca experiencia en tribunales. Se tituló en 2007 en la Universidad Mayor (después de estudiar Filosofía en la Universidad de Chile y periodismo en la U. de Las Condes), e inició su práctica privada recién en 2011, sin grandes casos. Para posicionarse había contratado los servicios de la agencia de comunicaciones de Marcelo Trivelli, grabó jingles en la radio y le pagó a Google para que su página saliera bien arriba en las búsquedas.
Pero ese llamado le abrió el mercado que se convirtió en su marca: defensor de los niños abusados. Después de Hijitus vinieron el Cumbres, Colegio Latinoamericano, jardín infantil Sunflowers, Colegio Alemán de Santiago, Colegio Mariano de Schoenstatt, Altamira, Dunalastair y el jardín infantil Osito Panda, entre varios. Y con ellos vinieron los matinales, los noticieros centrales y la fama.
Schilling suspendió las clases y a la mañana siguiente tomó el primer avión de regreso a Santiago. Se contactó con los padres de la víctima, el entonces asesor del Segundo Piso del presidente Sebastián Piñera, José Miguel Izquierdo, y Alejandra Novoa, a quienes no conocía. Esa tarde se reunieron en la casa del abogado, hasta donde fueron llegando en masa el resto de los apoderados del jardín. “Empezó a llegar Pedro, Juan y Diego a mi casa. Izquierdo comentó lo que le había pasado a su hija y los otros dicen ‘mi hijo se ha estado masturbando’, otro dice ‘ahora entiendo por qué mi hijo ahora me quiere dar besos con lengua’ y se empezó a producir una especie de catarsis”, dice Schilling. No habían pasado ni 24 horas desde la denuncia de los Izquierdo, pero en la casa del abogado varios padres se convencieron de que sus hijos también habían sido abusados. La sicosis hizo que actitudes como irritabilidad, pegarle al hermano, orinarse en la cama, tener pesadillas o tocarse cobraran un nuevo y perverso sentido.
Mario Schilling habló de trabajar unidos y ofreció sus servicios legales. Al rato, llegó el fiscal Paul Martinson junto a efectivos de la PDI, y ahí mismo tomaron declaración a los padres. “Hablé con Paul”, dice Schilling. “Me pregunta, ya que están todos los papás ahí, ¿puedo mandar a la PDI? Llegó la Brisexme a mi casa, llegó Paul a mi casa. ¿Por qué tenía mi teléfono? Superfácil, porque trabajé en la fiscalía a su lado”, agrega Schilling. Fuentes de la fiscalía señalan que la presencia del fiscal y la toma de declaraciones masivas en la casa del abogado fue una gestión a todas luces irregular.
Pero Martinson se defiende: “Que hubieran ido todos a declarar a la oficina de delitos sexuales hubiese sido superengorroso”. Ya era de madrugada cuando Martinson llamó al juez para pedir la orden de detención. En el documento que la sustenta se lee: “Se ubicaron a otros padres del lugar, que conociendo la denuncia, quisieron aportar antecedentes, manifestando, al menos tres, que sus hijas tenían cambios conductuales como tocarse la vagina, tocarles la vagina a sus madres y besarlas con la boca abierta. Señalan los padres que los hijos sólo bajan la cabeza cuando ven al tío Manuel”.
Schilling, entonces, tuiteó: Su detención es inminente...
Pasadas las dos de la mañana, Schilling le pidió a los Izquierdo Novoa, que a esa hora estaban desbordados emocionalmente, y a otros padres, que lo acompañen a la casa de los Romeo a presenciar la detención. Cuando llegaron había varios canales de televisión apostados en la puerta. El fiscal Martinson se indignó.
Pero Schilling tuiteó: Llegó prensa. Y, luego, frente a las cámaras, él y José Miguel Izquierdo agarraron el portón de la casa de los Romeo a patadas.
Acudir con las víctimas a la detención y agredir a los acusados frente a la prensa no suelen ser actitudes propias de abogados querellantes. Pero Schilling tiene sus razones. “Había que entender el momento. Yo reaccioné como un papá trasnochado, que estaba totalmente fuera de sí, angustiadísimo pensando qué es lo que podría haberles pasado a mis hijos. Solamente un papá que a su hijo lo han abusado sexualmente podría entender la rabia que a uno le produce”, dice Mario Schilling. Sin embargo, según consta en el testimonio de sus dos hijos en la carpeta investigativa, ninguno declaró haber sido abusado, ni tampoco relataron hechos de connotación sexual, ni se refirieron en particular al profesor de computación. Y aún así, la mujer de Schilling fue una de las 89 denunciantes que representó el abogado en tribunales. Sólo cinco presentaron una querella.
El 14 de junio, mediante cadenas de mails, Schilling citó a todos los apoderados del jardín a una reunión en el Estadio Palestino, donde le pidió una charla de orientación a la sicóloga experta en delitos sexuales y directora del Servicio de Psicología Integral de la UDD, Ana María Salinas, a quien había conocido en la Fiscalía Oriente. El ambiente era tenso. “Había más de cien personas. Los papás estaban muy ansiosos. Es difícil manejar un caso como este cuando hay una ansiedad masiva”.
Ella quería tranquilizarlos, aclararles algunas cosas. Trató de explicarles que no todos los niños tenían que acudir a un especialista, sino que sólo los que hicieran un relato. Que los llamados “indicadores conductuales y emocionales”, como irritabilidad, pesadillas, cambios de ánimo, incluso tocarse los genitales o querer dar besos en la boca –como lo que habían descrito ante el fiscal Martinson– no son indicativos unívocos de agresión sexual. Cuando terminó su charla, habló Schilling. Salinas quedó helada. Relata:“Él les dijo a todos que presentaran una querella, cosa que yo estimé que no era adecuada, porque las querellas no son masivas y se presentan sólo si uno tiene algún elemento que te acredite como víctima. Yo en ese momento no dudé de las intenciones de Mario, pero creo que no fue un manejo adecuado pensando en qué fue lo que pasó con el caso. No es lo que yo estoy acostumbrada a ver en los abogados”. Tras la reunión, Schilling le informó que estaba la prensa afuera y le ofreció dar declaraciones. Salinas se negó.
“Sí, sugerí que se querellaran para que se hiciera justicia”, confirma Schilling.
Y tuiteó: Reuniendo mandatos de decenas de apoderados del Hijitus de la Aurora para lanzar el próximo misil jurídico contra abusadores sexuales.
Por medio de un mail masivo explicó su política de honorarios: no cobraría nada por el juicio criminal, pero sí por la demanda civil. Escribió: ... si se logran rematar bienes de Ana María (Gómez, la dueña del jardín y madre del imputado) o del Hijitus, en dicho caso... 70% de ese dinero será destinado para una fundación de beneficencia... El 30% será premio de la oficina. Junto con las querellas, Mario Schilling presentó una demanda civil por $ 4.800 millones, que luego retiró.
Con Romeo tras las rejas en tiempo récord, Mario Schilling dio la apariencia de un abogado diligente. A partir de la mañana siguiente de la detención se paseó por todo tipo de programas de televisión y lanzó las declaraciones que terminaron por hundir el caso. Que Romeo se masturbaba con otro profesor frente a los niños, que la familia Romeo completa era una de pederastas, que Romeo era un violador, que producía pornografía infantil, que los niños fueron abusados en la cama de Romeo; todas, imputaciones que resultaron ser falsas y que nunca fueron parte de la carpeta investigativa. Según fuentes de la fiscalía, Schilling, por sus actuaciones fuera de tribunales, se convirtió en un problema para el juicio. Finalmente, Juan Manuel Romeo, que pasó un año y ocho meses en prisión preventiva, fue absuelto de todos los cargos. Mario Schilling, sin embargo, no siente el caso Hijitus como una derrota: “Yo me doy por pagado con lo que logramos. Metimos preso a Romeo por más de un año; a su madre también logré meterla presa, cerró el jardín infantil. Este gallo ya ha sido castigado por todos los chilenos. Yo no necesito más castigo que eso”.
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En octubre de 2012, mientras el caso Hijitus estaba en su apogeo, su cuenta de Twitter se volvió a encender con llamados a la alarma pública. Esta vez iban contra el Dunalastair, el colegio donde ahora estudiaban sus hijos. Escribió:
Madres de niños de Dunalastair de Las Condes (playgroup hasta Kinder) revisen sintomatología de abuso sexual en sus niños, por favor. RT Asumo causa violación y abuso sexual ocurrido en colegio Dunalastair de Las Condes. Profesor denunciado.
El profesor denunciado era Matías Bravo, un estudiante en práctica de gimnasia de 23 años que llevaba 27 días trabajando en el colegio, cuatro horas diarias, siempre, según dicen en el colegio, bajo la supervisión de los otros profesores. La víctima era el sobrino de Mario Schilling. Con la ayuda de su hermano, tomaron las direcciones de los correos masivos que se usan para invitar a los cumpleaños y convocaron en masa a los padres al Estadio Palestino. “Les conté en qué consistía el procedimiento, qué se podía esperar y los animé a que hicieran la denuncia”, dice Schilling sobre la reunión. La prensa, como ya era habitual, lo esperaba a la salida. Los padres, que entraron en pánico, salieron de ahí con la intención de iniciar una demanda colectiva contra el colegio que, finalmente, no se concretó.
Matías Bravo fue encontrado culpable de haber abusado del niño y fue condenado a cinco años de prisión. Su familia acusa que el juicio estuvo lleno de vicios y que el estudiante es inocente. En octubre cumple la mitad de la condena. Hoy están preparando un recurso de revisión ante la Corte Suprema y una demanda ante la Corte Interamericana de DD.HH.
Según cuenta Alejandra Bruna, tía de Matías Bravo, algunas de las dudas están en las mismas declaraciones que hizo la víctima a la sicóloga Rossana Grez, que hizo la pericia por parte del Ministerio Público. Cuando ésta le preguntó al niño si había “alguien más” presenciando los abusos, respondió “sí, mi enemigo”. Cuando le pidió que identificara al “enemigo”, dio el nombre de un familiar, algo que parece extraño cuando los abusos, según el proceso, ocurrieron en el colegio.
Mario Schilling, aunque presentó la querella, no representó a su sobrino en el juicio. Pero a Adela Bruna, la madre de Matías Bravo, sí le dedicó un tuit.
Decía: Tu hijo se va a pudrir en la cárcel por degenerado. Te doy mi palabra! (sic).
***
En plenas vacaciones de verano de 2013, la comunidad del Altamira se enteró, por declaraciones de Schilling a la prensa, que dentro de su colegio había un violador, que era un profesor, que estaba identificado, y que tenía antecedentes penales. Sin saber de quién se trataba, las autoridades del colegio revisaron todos los CV y no encontraron aquellos antecedentes. También reconstruyeron la rutina de la supuesta víctima, una niña con síndrome de Down, el día que habría sido violada, y ella nunca estuvo sola con ningún profesor. Rápidamente organizaron una reunión con el padre de la niña y Schilling. Ahí el abogado les dijo que el violador era Julio Lorca, el profesor de música.
“Yo le digo, conozco a Julio, él es un gallo superempático que se vincula bien con los cabros, es sano, está casado. Y Schilling me dice: ‘así son todos los violadores, ese es el perfil típico’. Yo pensé, ese perfil es igual al mío, y yo no soy un violador”, dice un testigo de la reunión. Cuando salieron estaba la prensa. Los padres llamaban desesperados al colegio, escribían cartas, pedían cámaras de seguridad, la suspensión de los trabajos de verano e increpaban a las autoridades. Mario Schilling, en tanto, organizaba reuniones. “Se juntaba con los papás, les decía que esto era muy frecuente, que estuvieran atentos, que les hicieran preguntas a sus hijos, porque si esto le pasó a una niña, podría haberles pasado a otros. Generaba miedo y repartía su tarjeta. Empezó toda una sicosis en el colegio”, dice una fuente del Altamira.
Julio Lorca estuvo 17 meses en prisión preventiva, tiempo en el que nunca fue interrogado por la fiscalía. Tras el juicio oral fue absuelto de todos los cargos: las fechas de las lesiones no coincidían. “Carabineros les recomendó a la familia y a la fiscalía buscar nuevas líneas investigativas, pero nunca las abrieron”, dice la misma fuente. Hay quienes piensan que incluso pudo no haber sido nunca violada: la niña tenía conductas masturbatorias, que pudieron haberla lesionado, algo que el colegio había comunicado a los padres en los informes de desarrollo.
“Schilling revuelve el escenario, mete susto, pone prensa y comienza a construir lo que él busca; lo que se veía detrás era la demanda civil. Ese es el modelo de negocios que él inventó”, acusan en el Altamira. “Le daba lo mismo echarse 30 años de un colegio de grandes educadores o meter una persona presa que era evidente que era inocente”.
Y Mario Schilling tuiteó: Don Mario no alarme, no use Twitter no salga en los medios, modere sus palabras. Don Mario cuide a los pederastas ... váyanse ya saben a dónde.
Amigos de la pareja Izquierdo Novoa dicen que éstos comenzaron a incomodarse con el perfil mediático cada vez más exagerado de Schilling. Sintieron que se estaba aprovechando del caso Hijitus para conseguir más clientes. Pero lo que fue cimentando el quiebre fue su desempeño en las audiencias preparatorias del juicio oral. “Se notaba que no tenía mucha preparación ni experiencia. No llegó a una audiencia de sobreseimiento y la causa de los más de ochenta papás denunciantes se sobreseyó por abandono. Lo único que le gustaba era rebatirles a los medios afuera del tribunal, pero adentro no”, dice uno de los apoderados del Hijitus. Vieron cómo, por ejemplo, la defensa pedía nuevas diligencias, una de ellas medirle la boca a la niña Izquierdo, y que él no se oponía. Uno de los fiscales que participó en el caso señala que la querella era técnicamente mala, y que en las audiencias tampoco tenía muchas capacidades de argumentación. Pero lo que motivó a que los Izquierdo Novoa le retiraran el patrocinio fue su ingreso a la política como candidato a diputado, ya que temieron la instrumentalización de su caso.
Tuiteó: Como cuesta que los jueces condenen a pederastas iré de candidato a diputado para luchar por cambio en la legislación. Voy con todo!
Partió como candidato por la Democracia Cristiana, pero terminó compitiendo por el PRO de Marco Enríquez-Ominami en el distrito de Santiago. Una de sus promesas fue que el Estado financiara cámaras de seguridad al interior de los jardines infantiles. Obtuvo 5.500 votos.
Desde entonces su presencia en los medios bajó, aunque este 27 de julio tendrá otra oportunidad, cuando estrene su faceta de conductor de televisión en el programa Hablemos de Justicia, que emitirá el canal Liv TV. “El Tolerancia cero de la seguridad y la justicia”, dice el abogado. Hoy, explica sentado en su oficina con vista al Mapocho en Avenida La Dehesa, frente a un recipiente lleno de caramelos envueltos en el logo de su estudio, que está ocupado en más de cien causas, que no publicita, “porque no son mediáticas ni importantes”. Algunas de ellas son la defensa de acusados por delitos sexuales.
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