30 Diciembre, 2013
El Museo Chileno de Arte Precolombino reabre sus puertas el 10 de enero completamente renovado. Su director, el arqueólogo Carlos Aldunate, conocedor y admirador de las primeras culturas que habitaron América, repasa aquí el valor del legado que recibió hace 30 años, cuando el arquitecto y coleccionista Sergio Larraín García-Moreno le encargó fundar un museo para donar al país las miles de piezas prehispánicas que había recolectado durante una vida entera.
Carlos Aldunate (73) se pasea por las dependencias del Museo Chileno de Arte Precolombino, del cual es director desde su fundación. Su impecable camisa blanca parece inmune al polvillo que emiten las faenas de los obreros, quienes están ajustando los últimos detalles de la espectacular remodelación del espacio. Realizada por el arquitecto Smiljan Radic y financiada por Minera Escondida, empresa que desembolsó 17 millones de dólares y, además, ofreció asesoría para sacar adelante el proyecto. La obra amplía en un 50 por ciento el espacio del museo –ubicado en calle Bandera con Catedral, frente al Palacio de Tribunales–, modificando el acceso para abrirse a la ciudad.
La historia parte a comienzos de los 80, cuando, caminando hacia la quebrada de El Tigre (en los cerros cercanos a Zapallar) el arquitecto Sergio Larraín García-Moreno le pidió a Aldunate que fundara un museo para exhibir la colección de piezas prehispánicas que había recolectado desde los años 70, en distintos viajes que realizó por Latinoamérica: huacos, telares, utensilios que ya no cabían en su casa. “Cuando se presentó la oportunidad dije ‘esto es’. Debo reconocer que era imposible negarse a una propuesta de don Sergio. Pero ahora, mirando la trayectoria, entiendo por qué él me dijo que yo no necesitaba tener familia y que el museo iba a ser mi casa. Y así fue. Soy soltero, no tengo hijos y llevo una vida dedicada a este proyecto que me apasiona completamente”.
Poseedor de una excesiva, pero auténtica modestia, el director del museo dice que no sabe por qué el arquitecto lo eligió para tan alta tarea. Ambos se conocían desde siempre –porque veraneaban en Zapallar, y Aldunate era amigo de las hijas de Larraín– pero, más allá de lo anecdótico, sus méritos profesionales ya tenían un reconocimiento amplio. Aldunate combinaba un gran conocimiento sobre arqueología y antropología con un sentido práctico necesario para asumir el emprendimiento, el que había adquirido en sus años como abogado, primera carrera que estudió, confiesa, influenciado por su familia y que seguía practicando para ganarse la vida. Pero, apenas asumió el museo, Aldunate dejó las leyes y se dedicó de lleno a lo que realmente le apasionaba desde niño: la arqueología y la antropología, segunda carrera que había realizado en la Universidad de Chile, apenas se recibió de Derecho.
A pocos días de que el museo reabra sus puertas, aún hay andamios y obreros afinando los últimos detalles. Aldunate, siempre de camisa blanca e impecable a pesar del polvillo imperante, posa en el único rincón despejado del lugar.
Al momento de recibir el encargo de Larraín combinaba las dos profesiones en un curso de Antropología Jurídica, que daba en la Escuela de Derecho de la misma casa de estudios y, además, enseñaba sobre culturas precolombinas en el Instituto de Historia de la Universidad Católica. Por otra parte, era director de la Sociedad Chilena de Arqueología, título que ostentó hasta 1994.
Pero, andar con los pies en el barro, investigar en terreno, era lo que más le gustaba y le sigue gustando. Aunque ahora el museo le deja poco tiempo para viajes, la costa de Antofagasta, donde habitaron los antiguos changos, y la zona alta del río Loa, de los aymaras, son territorios que, ya entonces, frecuentaba y estudiaba exhaustivamente. También estaba interesado en el mundo mapuche y había realizado una investigación muy importante sobre la tenencia de la tierra en cuatro generaciones de una comunidad indígena, lo que lo llevó a profundizar en el espinoso tema de la reivindicación. Sobre aquello, su opinión es clara y rotunda: “Hay una tremenda ignorancia. Cuando los mapuches reclaman por sus suelos, se les tilda de terroristas. Muchos creen que reivindican tierras ancestrales, pero lo que les quitaron fueron propiedades que el mismo Estado les entregó a finales del siglo XIX y comienzos del XX que, legalmente, tenían prohibición de venderse. Sin embargo, a los mapuches los engañaron, los emborracharon y se las quitaron los privados. Es una mariconada tremenda”.
Las culturas andina y mapuche siguen siendo, hasta hoy, objeto de investigaciones que son referentes de lectura en los circuitos especializados. Uno de los temas que le interesa particularmente es el uso de las plantas mapuches, alucinógenas y medicinales. “Hay muchas como el miyaye o chamico, que se utilizan para calmar y concentrar a los niños. Es una especie de ritalín natural”.
LA CAPILLA SIXTINA DE CHILE
No es extraño entonces que, dentro del amplio espectro latinoamericano que abarca el museo, Aldunate esté poniendo un énfasis especial en lo propiamente chileno. Por ello le otorga especial importancia a la exhibición permanente que ahora se abre, titulada Chile antes de Chile. La sala exhibirá piezas que corresponden a culturas originarias pertenecientes al actual territorio nacional. “Esta muestra responde a una necesidad imperiosa de que los chilenos reconozcamos nuestra identidad y diversidad cultural, que dejemos de negarla”, afirma Aldunate. “La exposición va a demostrar que el mundo precolombino está vivo y sigue existiendo en muchas regiones. Y que también se mantiene dentro de nosotros como una herencia actual. Es cosa de escarbar un poco, de hacer una arqueología interna”.
¿Qué elementos precolombinos hemos heredado sin ser conscientes?
Desde luego, nuestra genética. Yo tengo impresiones digitales en dos dedos que son amerindias. Hay evidencias tremendas en ese sentido. También tenemos cantidades enormes de palabras que vienen de la cultura incaica, mapuche y quechua. Curiosamente usamos más palabras quechuas que mapuches. La palabra “cancha” es quechua. También la palabra guagua, cocaví, guata, poto… son miles.
¿Cómo ha impactado tu vida conocer el mundo precolombino?
Me abrió la cabeza, me amplió el mundo, el corazón, el entendimiento. Investigando en los altos del Loa tuve experiencias impresionantes, religiosas, como si me hubiera tomado un ácido. Cuando entiendes cómo los atacameños leen las constelaciones, cómo pueden ver figuras de animales en el cielo y luego pintarlas sobre las rocas, comienzas a descubrir el mundo de una manera completamente distinta y te vuelves más abierto a la diversidad y al misterio. Las cosas que vas conociendo te hacen sentido, reconoces que ahí hay algo tuyo que no habías descubierto y encuentras respuestas a preguntas que siempre te habías hecho.
¿Qué sitio arqueológico en Chile consideras más espectacular?
Todo el curso superior del Río Loa, donde hay muchas cuevas con pinturas rupestres. La cueva de Taira, en los altos del Loa, es impresionante, es como la Capilla Sixtina de Chile. Cuando ves estas pinturas gigantes en las rocas, se te achica el corazón.
“La negación de nuestro origen indio está metido en nuestras actitudes cotidianas y en las expresiones que usamos. Acá se habla del ‘problema indígena’. El indígena es un problema, no es un aporte, ni siquiera es un fenómeno que nos interese conocer”.
SANTIAGO, COMUNA PATRIMONIAL
El director está entusiasmado. Ha invertido toda su energía en este proyecto y, aunque advierte que “nunca hay que cantar victoria”, hoy siente que la misión está, en gran parte, cumplida. Pero no siempre fue tan optimista. Hace 10 años le costaba imaginar que el museo adquiriría este nuevo impulso y pensaba que pronto le llegaría la hora de retirarse. Se sentía solo, con poco apoyo y lamentaba que a nadie le importara este proyecto único en su tipo. La Municipalidad de Santiago, que, desde la fundación, tenía el compromiso de aportar el 50 por ciento del financiamiento, había recortado los fondos y la plata ya no alcanzaba ni para pagar las cuentas. “Cuando Lavín asumió la alcaldía fue desastroso. No solo nos redujo financiamiento sino que, además, recortó dinero de un fondo asignado para el museo”, acusa el director.
¿Cómo salieron de la crisis que tuvieron a comienzos del 2000?
Con Alcaíno recuperamos un poco, pero nunca conseguimos lo que teníamos antes de Lavín. Pero ahora, con Carolina Tohá, hemos vuelto a recibir mucho apoyo. Ella es la primera que ha entendido que la comuna de Santiago es patrimonial. A los alcaldes anteriores les daba lo mismo. Estoy convencido de que la Carolina le va a sacar el brillo patrimonial a Santiago.
¿Por qué el museo se llama de “arte precolombino”?
Podría llamarse Museo de Arqueología porque, en rigor, son piezas arqueológicas que no se inscriben en la categoría tradicional del arte, que es muy posterior. La noción de arte surge en el Renacimiento. Sin embargo, es evidente que estos objetos pueden ser apreciados estéticamente y esa categoría es la que quiso darle don Sergio. Él decía: “el arte llega al corazón” y pensaba que no era necesario explicar tanto sobre las culturas de las cuales provenían. Cada pieza de su colección está porque a él le impactó estéticamente. Esa es la idea: que desde la sensibilidad estética se acceda al conocimiento.
¿Y esta remodelación contribuye a eso?
Enteramente. La misión del museo es dar a conocer, apreciar y conservar el arte precolombino de las etnias americanas y, ahora, habrá un énfasis en lo propiamente chileno. Por otro lado, la remodelación favorece un contacto mayor con la ciudad y hace que el Museo no sea un espacio tan sacro, tan cerrado, sino que la gente lo vea como un lugar accesible y lo sienta más propio. Mientras excavaban para construir las salas subterráneas, el año pasado, encontraron vestigios incas. Encontramos al inca mismo debajo del museo. Un basural con setecientos fragmentos de cerámicas del más puro estilo incaico.
Eso es casi una coincidencia esotérica, que justo debajo de este museo estuvieran restos precolombinos.
Es una buena señal, lógico, pero no es una sorpresa para nosotros, porque siempre hemos sabido que aquí en Santiago hubo una ocupación incaica. Se encontraron restos en la Plaza de Armas al excavar la Catedral y el Museo Histórico. Pero esos restos estaban mestizados con lo diaguita, en cambio acá se encontró cerámica cuzqueña. Algunos arqueólogos piensan que acá existió una ciudad. Lo encuentro un poquito too much, pero se sabe que había un buen asentamiento. No es raro tampoco que Pedro de Valdivia haya fundado la capital en Santiago, porque el español llegó acá a ser servido, a ser señor y no a trabajar. Los españoles necesitaban fuerza de trabajo.
PASADO NEGADO
“La sociedad chilena tiene muy poca comprensión sobre su pasado. La mayoría cree que Chile comienza en 1810. Los más informados hablan de la Colonia, pero la gran mayoría no conoce lo que sucedió antes. Algunos amigos, muy cultos, por cierto, piensan que Chile tiene poco espesor cultural y eso sucede porque el mundo precolombino se ha invisibilizado. Falta entender que esta cultura sigue viviendo en nuestra genética, en nuestro lenguaje, en nuestro mestizaje, en nuestra ideología, en la comida. El mundo precolombino vive en nosotros, aunque nos creamos los ingleses de América”, señala Aldunate.
Pero acá ha habido una estrategia para invisibilizar a los pueblos originarios
Total, total. Eso comenzó con Portales y ha seguido hasta ahora. Él tuvo la idea de formar una nación chilena y se topó con una pelotera que tenía que organizar. Y se preocupó de fundar una identidad sobre la base de la cultura del Chile central. Está el rodeo, el huaso, la cueca: esos fueron los grandes símbolos patrios. Y todos estos símbolos se impusieron desde Arica hasta Magallanes. Y en Magallanes, donde subsistían culturas originarias, comenzaron a andar huasos en el rodeo y en Arica a bailar cueca, aunque eso no tenga absolutamente nada que ver con su cultura. Lo extraordinario es el éxito que ha tenido esta política, porque aquí se han borrado hasta las diferencias dialectales. En Perú uno pasa de una provincia a otra y se encuentra con distintos dialectos.
Y así como se pasó a llevar la identidad de las culturas del Norte y del Sur ¿también se pasó a llevar a los pueblos originarios que vivían en la Zona Central?
Lo que pasa es que los españoles llegaron solteros, entonces se mezclaron con las mujeres indígenas que había en la Zona Central. Aquí, el mestizaje es brutal y eso se comió a los indígenas de la Zona Central mucho antes, porque se mezclaron y se hicieron invisibles. Toda la cultura criolla de la Zona Central es mestiza. Mientras que en el Sur, aún siguen existiendo mapuches y lo mismo pasa en el altiplano. “La estrategia para negar la cultura precolombina comenzó con Portales y siguió hasta ahora. Él fundó una identidad chilena sobre la base de la cultura del Chile central: el rodeo, el huaso, la cueca; esos fueron los símbolos patrios”.
¿Cuál era la inspiración de Portales para imaginar la república?
Eran los ideales europeos que venían de la ilustración, del despotismo ilustrado. Ese ideario se impuso como una mentalidad superior y lo demás quedó reducido a la inferioridad. La república tomó esa idea. Vicuña Mackenna era el gran ilustrado y el gran enemigo de los indígenas. Decía “estos indios que viven embriagados”. Es un poco esa idea que viene del siglo XVIII, que pensaba el mundo en términos de un antagonismo entre civilización y barbarie.
Increíble que una idea puede cambiar el destino de un país
Es mucho más violento que una matanza, más sutil. Porque es ignorar al otro, negarlo e imponer una mirada dominante. Y eso se reforzó mucho en la dictadura. No se dejaba que los chicos aymaras o atacameños fueran educados por profesores de su cultura, sino que por profesores de acá. Y el argumento era que no se desintegraran de la identidad nacional.
¿En qué se manifiesta hoy esta negación del origen?
Está metido en nuestras actitudes cotidianas y en las expresiones que usamos. Seguimos utilizando la palabra “indio”, como algo peyorativo, para calificar a alguien ignorante o de clase baja. El conflicto con los aborígenes es permanente. Acá se habla del “problema indígena”. El indígena es un problema, no es un aporte, ni siquiera es un fenómeno que nos interese conocer.
¿A nivel de las personas individuales, qué es lo que te parece más dramático de esta negación del origen? Es la negación de uno mismo, de su identidad, de sus progenitores. Don Sergio hablaba de la madre desconocida, que es la figura de la Malinche mexicana. Esta mujer representa el territorio americano. Es una madre violada por Hernán Cortés. Nosotros seríamos los hijos de esta violación, como dice Octavio Paz. Y nadie quiere tener una madre india, una madre violada.
PIEZAS QUE ALBERGA EL MUSEO Y CORRESPONDEN
A CHILE ANTES DE SER CHILE
Paño altar, envoltorio funerario encontrado, Río Loa. Su fecha aproximada de creación es 500 a.C.-100 d.C. / Fotografía: Fernando Maldonado
Jarro pato antropomorfo. Cultura diaguita 1000-1400 d.C.
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