domingo, 28 de diciembre de 2014

"MONJE LOCO", EL OFICIAL MÁS TEMIDO DE PISAGUA






"MONJE LOCO", EL OFICIAL MÁS TEMIDO DE PISAGUA   
El teniente Conrado García Gaier llegó a ser a fines de los noventa el coronel a cargo del Departamento II de Inteligencia del Ejército, y antes jefe de la Unidad Antiterrorista de la CNI. Para avisar la tortura, en Pisagua tocaba el órgano de la parroquia que se llevó a la cárcel.

Domingo 11 de enero de 2009 por Jorge Escalante - La Nación Domingo 
Era la segunda vez en la noche que el joven Luis Carló caía rodando por la escalera desde el segundo piso de la cárcel de Pisagua. Arriba, el "Monje Loco" volvió a reír con aquel vozarrón que venía bien con su estatura de más de un metro ochenta y sus ojos claros. Terminada la tortura casi diaria al adolescente, hijo de un suboficial de Ejército, el "Monje Loco" volvió a encerrarlo en la celda y bajó al primer piso.
Abrió el órgano que había hecho trasladar desde la parroquia de la legendaria caleta y comenzó a tocar. No lo hacía bien, pero algo sabía. Anunciaba con los acordes que comenzaba la función. Dentro de sus celdas, al par de centenares de prisioneros se les apretó el estómago.
Conocían de la bestialidad del "Monje". Lo bautizaron así por el órgano, pero el teniente Conrado García Gaier, de monje no tenía nada. Fue el oficial más brutal del campo de concentración de Pisagua después del golpe militar de 1973.
Esa noche ordenó a todos bajar a formar en el patio de la cárcel y los obligó a quitarse la ropa. Estaba helada la noche en Pisagua y soplaba fuerte el viento, aunque era noviembre.
El "Monje" tenía preparados los dos grandes tambores de aceite. Las piedras también estaban listas arriba del cerro. Eligió a los dos detenidos que darían inicio a la particular sesión, y les ordenó subir, custodiados por soldados. El cerrito tenía unos 150 metros de altura y una caída bien inclinada.
Conquistada la cumbre por los presos, el teniente García gritó desde abajo a sus subalternos que los metieran dentro junto al montón de piedras. ¡Partieron! mandó el "Monje", y sus hombres empujaron los tambores cerro abajo con su carga humana. Pararon allá lejos, más cerca del mar, que rugía agitado. Los dos hombres salieron gateando, ensangrentados y mareados.
Antes de sacar a los otros que rodarían por la pendiente, el "Monje" obligó a los prisioneros a tenderse en el suelo de tierra y piedrecillas dando la espalda al cielo estrellado.
Varios tiritaban de frío. De dos zancadas, el "Monje" regresó al teclado religioso y manoteó algunos acordes que sólo él comprendía. Pero daba lo mismo, pues su público le temía dignamente y no le arrojaría huevos ni tomates.
El órgano dejó de sonar y el "Monje" bajó corriendo los pocos escalones del primer piso al patio. Entonces comenzó a saltar encima de las espaldas desnudas, corriendo a través de esa alfombra humana. De vez en cuando se detenía y apaleaba a alguno al azar. Y continuaba su enloquecida carrera gritando insultos, con los ojos grandes claros bien abiertos para no caer.
LA PLANCHA AL SOL
Por la tarde del día siguiente, cuando el sol quemaba sin piedad, la amplia plancha de metal que cubría una parte del patio de la cárcel ardía. Ahora el teniente García revelaba otro de los muros grises de su mente enferma. Volvió a ordenar formación.
Esta vez a dorso descubierto, para que el sol terminara hiriendo la piel de los detenidos. Subió volando como un ángel los escalones desde el patio al primer piso, y soltó una tormenta de notas en el instrumento recorriendo varias veces con las dos manos todo el largo del teclado.
Después, cuando algunos desvanecían afuera, sacó a unos pocos y les mandó sentarse encima de la plancha de fierro hirviendo. Allí los dejó hasta que comenzaron a gritar de dolor por las quemaduras en sus nalgas, a pesar del pantalón.
La tradición del "Monje Loco" volvía a cumplirse, anunciando tortura con el sonido que más amó Bach tocando para reyes y eruditos de alcurnia.
Los dramáticos días y noches de Pisagua bajo el manto poco sagrado del "Monje Loco" han sido recordados por decenas de ex prisioneros en las miles de fojas del proceso que se instruye por los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Pisagua. Entre otros, por Luis González Vives y Luis Morales Marino. La historia del "Monje Loco" en ese campo de concentración quedó incrustada a punta de sangre y dolor en ellos para siempre.
AL FIN CAZADO
Treinta y cinco años más tarde, y por primera vez, la semana pasada la mano de la justicia alcanzó a Conrado García. Al final no pudo seguir haciéndose pasar por un coronel retirado que nada había tenido que ver con los crímenes de la dictadura.
La Quinta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago lo procesó y ordenó al juez Joaquín Billard su arresto y fichaje por el secuestro y desaparición de Jorge Marín Rossel y William Millar Sanhueza, ocurrido en Iquique entre los días 23 y 25 de septiembre de 1973.
Junto al "Monje Loco" cayeron también por primera vez los oficiales ya retirados Karl Hans Stuckhart y Pedro Collao, por entonces encargados, junto a García, de la inteligencia militar en esa ciudad. El "Monje" se fue después a Pisagua. Billard había exculpado a los tres de ambos secuestros.
El abogado querellante Adil Brkovic manifestó su satisfacción "porque nos costó mucho cazar a este siniestro personaje". Por el Programa de Derechos Humanos del Ministerio de Interior actuó para ello el abogado Rodrigo Cortés.
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Luego de permanecer tres días semiinconsciente en su celda, con varias costillas y un hombro fracturados, un ojo destruido y orinando sangre, en noviembre de 1973 Jorge Verdejo Magna llegó a la enfermería del campo de prisioneros políticos de Pisagua, en el extremo norte de Chile, donde quedó doce días internado. Había sido obligado a arrastrarse con el torso desnudo por tierra y vidrio molido, y a tender su cuerpo en una plancha de fierro caliente por el sol a la entrada de la cárcel. Encima suyo se subió el mismo teniente que lo había torturado y le taconeó la espalda. Verdejo había caído en manos del teniente Conrado Vicente García Giaiaier, según los prisioneros, uno de sus más “feroces torturadores” en Pisagua. En agosto de 1990, Verdejo denunció al teniente García como su torturador ante el juez Hernán Sánchez Marré, que ese año investigó la aparición de una fosa clandestina con 19 cuerpos de ex prisioneros en Pisagua. Su testimonio está firmado. “El oficial que más nos golpeó en Pisagua y se caracterizó por su ferocidad, fue el teniente Conrado García”, le dijo Verdejo al juez Sánchez. Hoy Conrado García es en Chile un coronel en servicio activo y jefe del Departamento Segundo de la Dirección de Logística del Ejército en el octavo piso del edificio de las Fuerzas Armadas en Santiago, frente al despacho del presidente de la República, Ricardo Lagos, en el palacio de La Moneda. El oficial podría ascender a general en la nueva reestructuración del alto mando en octubre próximo.El abogado Adil Brkovic, querellante en los procesos de Pisagua ante el juez Juan Guzmán Tapia, magistrado que logró procesar en Chile al ex dictador Augusto Pinochet, sostiene que el actual coronel García debe ser procesado porque existen demasiados testimonios y pruebas en su contra, y agrega que así se lo ha pedido al magistrado Guzmán. “Se le ha pedido al juez Guzmán reiteradamente que le tome declaración en calidad de inculpado del delito de asociación ilícita y torturas. Lo único que falta para someterlo a proceso es que el juez lo interrogue. Yo espero que ahora el magistrado lo haga, porque sobran elementos para que lo procese como torturador”, dijo Brkovic a Página/12. Las graves acusaciones se las formulan al entonces teniente García, al menos, doce ex prisioneros del campo de concentración de Pisagua, bajo su firma, tanto ante el juez Sánchez como ante el magistrado Guzmán Tapia. “El 1º de diciembre de 1973 nos sacaron a 60 prisioneros al patio exterior de la cárcel en calzoncillos. El teniente García y el comandante Larraín nos apalearon y después nos subieron a un cerro, nos metieron en tambores y nos echaron a rodar cerro abajo”, recordó desde Iquique el ex prisionero Freddy Alonso Oyanedel en conversación telefónica con Página/12. El prisionero Nelson Márquez Agurto fue obligado por el teniente Conrado García a subirse con el dorso desnudo arriba del capot de un jeep. El oficial aceleró el vehículo por la calle principal de Pisagua y frenó de golpe. Márquez salió disparado, y quedó herido por el aterrizaje. Después, García lo obligó a pasar noches desnudo afuera de la cárcel. A las semanas, Márquez enloqueció e intentó una fuga. Fue descubierto oculto en el muelle de Pisagua y acribillado el 18 de enero de 1974. Para entonces, García ya no estaba en Pisagua, porque de acuerdo a cuatro listas que existen en los procesos de los jueces Sánchez y Guzmán, éste permaneció en el campamento junto a los tenientes Gustavo Abarza Rivadeneira e Irigoyen, bajo el mando del capitán Hugo Elzo, entre el 20 de noviembre de 1973 y el 20 de diciembre de ese año. Hace algún tiempo, el propio coronel García reconoció a Página/12 su permanencia en Pisagua en aquel tiempo, aunque negó las torturas. Uno de los testigos del tormento de Márquez fue el prisionero Luis Tapia Hidalgo,que se lo contó a los jueces Sánchez y Guzmán, acusando directamente a García bajo su firma. “El teniente García se caracterizó por ser el más feroz de los castigadores y torturadores en esa época en que estuve detenido en Pisagua”, concluyó Tapia en su declaración.

El organista
García había trasladado el órgano de la parroquia de Pisagua hasta la sala de guardia del penal. Antes de comenzar sus sesiones de tortura, el oficial se anunciaba arrancando acordes al instrumento de música litúrgica. Los prisioneros lo bautizaron “El Monje Loco”. “El teniente Conrado García fue tan desgraciado que un día nos obligó a tirarnos al suelo y con la lengua limpiar el piso de la cárcel que recién habían trapeado con petróleo. Mientras, saltaba encima de nuestras espaldas. Me acuerdo que a José González Enei, que era atleta, le molió los riñones con las botas y orinaba sangre”, recordó para Página/12 el ex-prisionero Luis González Vivas. También recordó cómo el teniente García torturaba reiteradamente al joven de 17 años Andrés Carló. Testigos de las torturas de García al joven Carló fueron Tapia Hidalgo, Joaquín Naranjo, Juan Petersen Barreda, Benito Muñoz Zavala, Haroldo Quintero Bugueño, Hernán Núñez Vega y Ernesto Pérez Fuentes. “De todos los oficiales que pasaron por Pisagua, éste fue el más brutal, y ahora creo que va para general. No lo puedo entender, un hombre que torturó tanto”, resumió González.

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Pisagua fue un infierno
Una fosa clandestina alojó en el norte de Chile los cadáveres de presos políticos ejecutados durante la dictadura
MANUEL DÉLANO Iquique 12 JUN 1990
    El ministro del Interior del Gobierno chileno, Enrique Kraus, declaró que no es susceptible de amnistía ni de prescripción el proceso abierto tras el hallazgo de cadáveres de ejecutados por motivos políticos en el campo de prisioneros de Pisagua, por donde en 1973 y 1974 pasaron entre 1.500 y 2.500 personas. Los partidos democráticos, la Iglesia y los familiares han pedido a Augusto Pinochet y al general retirado Carlos Forestier, entonces jefe militar de la zona, que expliquen lo ocurrido en ese pueblo del norte de Chile convertido en centro de detención.

    Prendió un cigarrillo y permaneció en silencio respetuoso, mirando hacia la fosa, del ancho de una persona, de dos metros y medio de profundidad y 12 de largo La cuadrilla de obreros sacaba en esos momentos dos cuerpos momificados, con expresiones crispadas, de horror, en sus esqueléticos rostros. Eran los exhumados números 18 y 19 en una semana. En el otro extremo de la tumba clandestina, bajo dos montículos de tierra, se adivinaban más restos humanos. A 100 metros, golpeaban las olas del Pacífico y había un hedor que impregnó las ropas durante horas.
    Apagó el cigarrillo. Con el rostro tenso y los ojos brillantes, Pedro Arancibia, un ex detenido del campamento de prisioneros de Pisagua, inaugurado por la dictadura del general Augusto Pinochet al día siguiente del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, revivía las jornadas en el campo de concentración.
    • "Quiero verdad y justicia"
    "Un compañero fusilado agitó su mano para despedirse de los que seguíamos encarcelados. Otro fue al paredón cantando La Internacional.Asesinaron con la llamada Ley de fugas a seis compañeros que se ofrecieron cuando un oficial pidió voluntarios para trabajos de carpintería. Fusilaron también a coqueros(vinculados al tráfico de cocaína) y hasta hubo crímenes por venganzas personales", recordó Arancibia, un profesor de castellano que tiene aún huellas en los brazos y piernas de las torturas con electricidad y golpes que recibió de los soldados en Pisagua, en 1973.
    Entre 1.500 y 2.500 personas pasaron por el campo de concentración de Pisagua durante 1973 y 1974. Muchos, al menos 21 de los prisioneros exhumados fueron ejecutados allí, aunque el número final puede ser superior. "Además de los cuerpos en las fosas, hay testimonios sobre esqueletos encadenados que están en el fondo de la bahía de Pisagua", dijo el ex diputado de la zona, VIadislav Kuzmicic, ex prisionero en el lugar.
    En sacos de patatas
    Los recuerdos de Alberto Newmann, un médico, también prisionero en Pisagua, que fue obligado a presenciar fusilamientos para certificar la muerte de sus amigos, y de un sargento retirado, cuya identidad se mantiene en secreto para protegerlo, permitieron los hallazgos de Pisagua. Los cuerpos estaban alineados en filas, uno al lado del otro, envueltos en sacos de patatas, con su ropa conservada, algunos atados de pies y manos y vendados, otros con sus manos en los bolsillos. Todos tienen impactos de bala.
    Rodeado por cerros de 400 metros de altura y pendientes lisas, y por más de 80 kilómetros de desierto, Pisagua es una cárcel natural. En 1948, el entonces capitán Augusto Pinochet tuvo su primer destino importante: jefe militar de Pisagua, cuando el pueblo fue usado para la deportación de comunistas. Allí aprendió la perversidad del comunismo y comenzó a estudiar cómo contrarrestarlo, escribió después Pinochet.
    La tradición izquierdista del norte chileno explica el mayor grado de represión respecto de otros lugares después del golpe militar. "Fue como un campo nazi", dijo Francisco Prieto, un ex prisionero. Freddy Alonso, víctima de dos simulacros de fusilamiento, recordó qué después de la alfombra roja, cuando una compañía de soldados corrió durante horas sobre las espaldas de 60 prisioneros desnudos, un subteniente especialmente sádico, para relajarse, tocaba el Réquiem de Mozart en un órgano en la parroquia de Pisagua.
    Las excavaciones son cuidadosas, casi sin instrumentos, y dirigidas por un arqueólogo. Entre los obreros, hay uno particularmente delicado. Es hijo del abogado Julio Cabezas. Busca entre los restos humanos el cuerpo de su padre, fusilado por orden de un consejo de guerra, con el cargo de autor del plan Z en la zona, un supuesto intento de los izquierdistas para asesinar militares y opositores al Gobierno de Salvador Allende y tomar el poder. Un burdo plan, como se comprobó después, inventado para justificar la represión.
    Los detenidos en Pisagua coinciden en que el abogado Cabezas fue ejecutado por una venganza personal de uno de los fiscales de los consejos de guerra. Cabezas estaba investigando en el momento de su detención las conexiones entre traficantes de cocaína y el poder judicial en 1973, afirmó Carlos Vila, presidente de la comisión de derechos humanos de Iquique, la ciudad más cercana a Pisagua.
    Ejecuciones ilegales
    "Los consejos de guerra eran una parodia para las ejecuciones ilegales", dijo Haroldo Quinteros, ex detenido de Pisagua. Él fue condenado a muerte por uno de esos tribunales en tiempos de guerra en 1973 y se salvó por influencia familiar. "Conocí al abogado defensor cinco minutos antes del consejo. Le dije que era inocente de los cargos, pero él no se atrevió a plantearlo en el consejo, porque era peligroso. Sólo pidió clemencia", contó Quinteros.
    "¡Qué horror! ¿cómo es posible?", comentó a EL PAÍS, junto a la fosa, el juez especial investigador Hernán Sánchez, designado en un controvertido nombramiento de la Corte Suprema. Su antecesor en este caso, el juez local Nelson Muñoz, fue amenazado. "Hoy, tu gatito. Mañana, tú. Pisagua 1990", decía un mensaje que encontró Mufloz el viernes junto al cuello de su felino degollado. Los abogados de la Vicaría de la Solidaridad de la Iglesia católica, que denunciaron la inhumación ilegal de cuerpos en Pisagua, y altos funcionarios del Gobierno de Patricio Aylwin prefieren que siga Muñoz ante el temor de que el juez trasladase la investigación a un tribunal militar.
    "Forestier y Pinochet son responsables. La sociedad chilena tiene que saber la verdad, hacer el duelo por sus muertos y debe una reparación a las víctimas por el tiempo en que no se les creyó", afirmó el diputado Jaime Estévez, uno de los parlamentarios que visitó la zona. El conocimiento de "la catadura moral de los autores de estos crímenes será la primera sanción. Estos hechos muestran la necesidad de que Pinochet se retire del Ejército", añadió.
    En el desierto chileno, el más seco del mundo, están surgiendo las huellas de la "gesta liberadora", como el general gusta llamar al golpe de Estado de 1973. 

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