AGOSTO 2011 Pedro Pablo GUERRERO/ Reeditan "Arte de pájaros", de Pablo NERUDA
El 30 de agosto se presentará en Santiago el volumen "Arte de pájaros", publicado por la editorial argentina Losada y distribuido en Chile por Catalonia. La reedición de este libro contiene ilustraciones de Julio Escámez y Héctor Herrera. Con la ayuda ocasional de un catalejo y la compañía de Matilde Urrutia, Neruda pasaba horas observando las aves en los alrededores de Isla Negra. En sus viajes al sur hacía lo mismo con los pájaros que le recordaban el paisaje de su infancia. Pero la experiencia directa no era suficiente y consultaba, buscando información científica, los textos especializados de Philippi y Gay, que perfectamente hubieran podido contarse entre sus libros de cabecera de no ser tan grandes.
Fruto de esta pasión ornitológica es el libro Arte de pájaros , aparecido en Chile el año 1966 y editado por Losada en 1973 en un volumen distinto, con ilustraciones de los artistas chilenos Julio Escámez (1925) y Héctor Herrera (1926). Los versos del poeta dedicados al pidén, el choroy, el cóndor y otras aves chilenas de la sección "Pajarintos" son ilustrados con elegante realismo y precisión de naturalista por el primero -consumado pintor de los bosques sureños-, mientras que los poemas de aves imaginarias como el barbitruqui, el humarante, la rascarrosa y otros "Pajarantes" cobran vida en el trazo colorido, ingenuo y vivaz de Herrera, un artista proveniente de la estilizada pintura textil de los años sesenta.
La reedición de Arte de pájaros que Losada publica ahora, con una tirada de 3.500 ejemplares (500 de ellos numerados para coleccionistas), permitirá conocer una de las obras visualmente más atractivas y menos difundidas del poeta. Agotada hace décadas, es tan invisible como la única edición chilena (de 214 ejemplares), que contiene láminas de Nemesio Antúnez, Mario Carreño, Héctor Herrera y Mario Toral. Publicada por la Sociedad de Amigos del Arte Contemporáneo, no tuvo circulación comercial, pues fue subastada.
"Es la edición más rara", admite el poeta y bibliófilo César Soto. "Era considerado un libro extremadamente lujoso en su momento. Puede alcanzar un precio muy alto. Está firmado por Neruda y los ilustradores", indica. Soto recuerda también que esa edición la prologó Flavián Levine, gran amigo de Neruda y uno de los creadores de su Fundación.
Un proyecto azaroso. En Confieso que he vivido , Neruda acomoda sus recuerdos para decir que la tentación de hacer un libro que mezclara dibujos con poemas dedicados a pájaros chilenos -reales y de su invención- se le ocurrió en la Plaza Roja de Moscú durante las celebraciones masivas de los vuelos simultáneos de las cápsulas Vostok III y Vostok IV, portentos de la ingeniería soviética, tripulados por Adrián Nikoláiev y Pável Popóvich, y lanzados al espacio con un día de diferencia para orbitar la Tierra durante setenta horas y aterrizar con una diferencia de apenas seis minutos. De visita en la Unión Soviética en agosto de 1962, el escritor presenció la ceremonia pública que homenajeaba la proeza de estos astronautas. "Yo me sentía muy cerca de sus alas. El oficio del poeta es, en gran parte, pajarear", anotó Neruda en sus memorias.
Sin embargo, su exégeta, comentador y biógrafo Hernán Loyola -no por leal menos riguroso- advierte que el proyecto había nacido antes. Así lo demuestra el cuadernillo Catálogo. Ediciones Isla Negra -que "se terminó de imprimir el 27 de abril de 1962"-, donde se anunciaba una serie de publicaciones que el poeta planeaba editar con Germán Marín. Entre la colección de libros raros, nuevos y antiguos, figuraba junto a títulos como J. M. C. El húsar desdichado , memoria de Manuel A. Pueyrredón sobre Carrera, y los Poemas de Mao Tse-Tung, el libro Arte de pájaros , del propio Neruda, que el catálogo daba ya por publicado e incluso describía como un recuento de "toda la pajarería de Chile" con un juego de grabados, numerados y firmados por Nemesio Antúnez.
Los poemas en realidad fueron escritos, en su mayoría, durante 1962 y 1963. Sin embargo, Antúnez fue descartado por motivos desconocidos y las ilustraciones del libro le fueron encargadas a Julio Escámez. Entrevistado por Hernán Loyola a comienzos de 1964, el pintor chileno contó que, en efecto, había pasado el año anterior un largo período en Isla Negra realizando bocetos de las aves que Neruda le llevaba a admirar, permitiéndose hacer más de alguna observación sobre el trabajo del artista. "Las mejores ilustraciones que logré hacer para Arte de pájaros surgieron de sus estupendas sugerencias plásticas", dijo Escámez.
Regalo atrasado de cumpleaños. Una serie de dificultades impidió que Escámez completara su trabajo antes del invierno de 1965. Entre tanto, Flavián Levine, presidente de la Sociedad de Amigos del Arte Contemporáneo, se interesó en el proyecto y, con el apoyo del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile, publicó en 1966 una suntuosa edición ilustrada por Antúnez, Carreño, Herrera y Toral, este último a cargo también de la dirección artística del volumen. En su prólogo, Levine dice que la idea nació una tarde de otoño (no dice el año) en su casa de Cañaveral, cuando el poeta sacó de sus bolsillos "manuscritos verdes con olor a pluma y se escucharon versos preciosos". La publicación de los textos con el apoyo de artistas chilenos, prosigue Levine, "nos pareció el mejor homenaje al poeta en sus 60 años".
En efecto, ya en 1962 Neruda se preparaba a celebrar su cumpleaños número 60 con la publicación de un gran libro, llamado luego Memorial de Isla Negra (1964), el que debía estar compuesto de seis volúmenes, uno por cada década de vida. Sin embargo, el proyecto finalmente se redujo a cinco y Loyola tiene fundadas razones para creer que Arte de pájaros era el sexto, que no alcanzó a estar listo, y que debía publicar Losada con los dibujos de Escámez. "Presumo que al fiel editor Losada agradó muy poco la idea de una primera edición chilena", opina Loyola. De ahí el fallido intento de Neruda, en septiembre de 1964, por detener la edición de Levine, la cual finalmente, por otras complicaciones, apareció con dos años de retraso. De esta forma, la edición "original" con las ilustraciones de Escámez, que iba a ser la primera, terminó siendo la segunda. Más aún, Neruda no alcanzó a ver el libro de Losada, pues se publicó en Buenos Aires el 18 de octubre de 1973, como un homenaje a su muerte, con los dibujos que inicialmente le había pedido a Escámez y con los que Héctor Herrera realizó para la sección de los "Pajarantes".
Valor literario. Desde los comienzos de la escritura nerudiana, dice Loyola, Neruda privilegió dos objetivos complementarios: la representación del Yo (el Sujeto) y el inventario poético del mundo. Arte de pájaros se inserta en este último plan y asume la forma de bestiario o repertorio, a la que pertenecen también obras como Las piedras de Chile (1961) y Maremoto (1970). El catálogo de Arte de pájaros distingue entre pajarintos (aves reales) y pajarantes: especies imaginarias que cifraban el mundo personal del autor, como "El pájaro corolario/ Minus Cothapa " (Acario Cotapos), "El tintitrán/ Jorgesius Saniversus " (Jorge Sanhueza) y "El tontivuelo/ Autoritarius Miliformis ", en quien Loyola ve una "transparente alusión a la casta militar, probablemente inspirada por dictaduras hispanoamericanas en vigencia entonces" y una "premonición de la que [el poeta] alcanzará a ver nacer". No hay duda del valor de Arte de pájaros como libro-objeto. La armonía de texto e imagen en sus dos ediciones es perfecta. Respecto de su peso literario hay diferentes opiniones, sobre todo si se lo compara con las primeras residencias y alturas nerudianas. Sin embargo, José Miguel Ibáñez Langlois elogió en poemas como "Jilguero", de Arte de pájaros , "esa proverbial maestría, artesanía, arquitectura interior del poderoso lenguaje nerudiano, que encuentra a cada paso la palabra exacta, tanto por su sonoridad como por su carga imaginativa, para recrear ese elemento de la experiencia que prima ampliamente en el mundo de nuestro autor: la sensación, la percepción primaria del universo físico a través de la sensibilidad, del ojo y del oído, del tacto mismo, tan importante en otros poemas suyos".
El lector oye verdaderamente a los pájaros de los que se habla en el poema. Reconoce su canto, su vuelo, sus colores. Lejos quedan ciertas imágenes herméticas de Residencia en la tierra , pues, como el propio autor lo dice en Arte de pájaros : "Por eso yo profeso / la claridad que nunca se detuvo / y aprendí de las aves / la sedienta esperanza, / la certidumbre y la verdad del vuelo". Menos torrencial que de costumbre, persevera en sus hallazgos verbales, pero ahora expresados sintéticamente. Si del cóndor dice el poeta que "En su ataúd de hierro vive", al picaflor lo llama "pétalo de los meteoros". Hay especies sobre las que, se da cuenta Neruda, está todo dicho. Por eso el poema que le dedica al cisne de cuello negro es el más corto del libro: "Sobre la nieve natatoria / una larga pregunta negra".
MIGRACIÓN
TODO el día una línea y otra línea,
un escuadrón de plumas,
un navío
palpitaba en el aire,
atravesaba
el pequeño infinito
de la ventana desde donde busco,
interrogo, trabajo, acecho, aguardo.
La torre de la arena
y el espacio marino
se unen allí, resuelven
el canto, el movimiento.
Encima se abre el cielo.
Entonces así fue: rectas, agudas,
palpitantes, pasaron
hacia dónde? Hacia el Norte, hacia el Oeste,
hacia la claridad,
hacía la estrella,
hacia el peñón de soledad y sal
donde el mar desbarata sus relojes.
Era un ángulo de aves
dirigidas
aquella latitud de hierro y nieve
que avanzaba
sin tregua
en su camino rectilíneo:
era la devorante rectitud
de una flecha evidente,
los números del cielo que viajaban
a procrear formados
por imperioso amor y geometría.
Yo me empeñé en mirar hasta perder
los ojos y no he visto
sino el orden del vuelo,
la multitud del ala contra el viento:
vi la serenidad multiplicada
por aquel hemisferio transparente
cruzado por la oscura decisión
de aquellas aves en el firmamento.
No vi sino el camino.
Todo siguió celeste.
Pero en la muchedumbre de las aves
rectas a su destino
una bandada y otra dibujaban
victorias
triangulares
unidas por la voz de un solo vuelo,
por la unidad del fuego,
por la sangre,
por la sed, por el hambre,
por el frío,
por el precario día que lloraba
antes de ser tragado por la noche,
por la erótica urgencia de la vida:
la unidad de los pájaros
volaba
hacia las desdentadas costas negras,
peñascos muertos, islas amarillas,
donde el sol dura más que su jornada
y en el cálido mar se desarrolla
el pabellón plural de las sardinas.
En la piedra asaltada
por los pájaros
se adelantó el secreto:
piedra, humedad, estiércol, soledad,
fermentarán y bajo el sol sangriento
nacerán arenosas criaturas
que alguna vez regresarán volando
hacia la huracanada luz del frío,
hacia los pies antárticos de Chile.
Ahora cruzan, pueblan la distancia
moviendo apenas en la luz las alas
como si en un latido las unieran,
vuelan sin desprenderse
del cuerpo
migratorio
que en tierra se divide
y se dispersa.
Sobre el agua, en el aire,
el ave innumerable va volando,
la embarcación es una,
la nave transparente
construye la unidad con tantas alas,
con tantos ojos hacia el mar abiertos
que es una sola paz la que atraviesa
y sólo un ala inmensa se desplaza.
Ave del mar, espuma migratoria,
ala del Sur, del Norte, ala de ola,
racimo desplegado por el vuelo,
multiplicado corazón hambriento,
llegarás, ave grande, a desgranar
el collar de los huevos delicados
que empolla el viento y nutren las arenas
hasta que un nuevo vuelo multiplica
otra vez vida, muerte, desarrollo,
gritos mojados, caluroso estiércol,
y otra vez a nacer, a partir, lejos
del páramo y hacia otro páramo.
Lejos
de aquel silencio, huid, aves del frío
hacia un vasto silencio rocalloso
y desde el nido hasta el errante número,
flechas del mar, dejadme
la húmeda gloria del transcurso,
la permanencia insigne de las plumas
que nacen, mueren, duran y palpitan
creando pez a pez su larga espada,
crueldad contra crueldad la propia luz
y a contraviento y contramar, la vida.
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